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Sueños por soñar

Hoy hace una semana que un chico llamado Tomohiro Kato decidió que la vida que tenía no era lo bastante buena como para seguir viviéndola, y para ponerle remedio no se le ocurrió otra cosa que alquilar un camión de dos toneladas y llevárselo a uno de los barrios donde coincide más gente un fin de semana en Tokyo.


Una vez allí cuentan los telediarios que se lanzó contra la multitud a unos cien kilómetros por hora llevándose por delante a tanta gente como pudo y que, no contento con eso, se bajó del camión y, cuchillo en mano, se dedicó a apuñalar a todo aquel que tuvo la puta mala suerte de cruzarse con él.

«Me he cansado de vivir» dicen que dijo.

Y yo no puedo dejar de pensar todos mis sueños e ilusiones.

Y mientras camino, sin quererlo, me hago mentalmente una lista con todo lo que este señor ha conseguido arrebatar a siete personas que el domingo pasado decidieron darse una vuelta por Akihabara: besos, abrazos, amigos, hijos, padres, desilusiones, enemigos, esperanzas, planes, lugares, deseos, enfermedades, derrotas, lágrimas, sonrisas, trabajos, experiencias, nubes, sol, lluvia, viento, sabores, olores, emociones, victorias… vidas.

Sueños que ya no serán soñados.

Y hoy, una semana después, he decidido ir porque suponía que habría algún tipo de homenaje por las víctimas. Y, la verdad es que no me he podido quedar a verlo, he sacado algunas fotos y me he ido de allí tan rápido como he podido.









Todavía siento pena, rabia y, en cierto modo, también miedo. Así que, haciendo caso a la policía, he dejado de hacer fotos por respeto a lo ocurrido. Pero antes de llegar a la estación he sacado de nuevo la cámara para sacar una última:

El sábado a Akihabara

Por fin llegó el fin de semana, mi primero aquí, las primeras 48h disponibles para intentar recuperarme del jet lag y hacer alguna escapadilla a los sitios típicos sin tener que madrugar. Así que el sábado, cogí y me fui a Akihabara, que es un sitio donde hay cuarenta y siete mil tiendas de electrónica, y donde se puede husmear lo último de lo último. Mi intención era echarle un ojo a los precios de los portátiles, y de paso ver que se cuece en Japón seis años después de mi última visita tecnológicamente hablando.

Estación de Akihabara, cartelillo típico a la par que entrañable

Pillé la Yamanote, la línea de tren que rodea Tokyo, y mi primera sorpresa fue que dentro de los vagones ahora te anuncian las estaciones y de qué lado se van a abrir las puertas ¡¡en inglés además de en japonés!!. Y muchos carteles en el centro de Tokyo están ya escritos también en inglés, hablo de carteles oficiales: metro, tren, autobuses, porque la inmensa mayoría siguen con sus kanjis/kanas como Buda manda.
Me dio por ponerme en una esquina de un vagón y mirar a toda la gente del tren… creo que de unas cincuenta personas, sólo era yo occidental. No os podéis imaginar lo extraño de esa situación, lo describiría a camino entre incómodo y divertido, y me pasa todos los días en tiendas, restaurantes, por la calle…

La máscara se la ponen porque están chungos y para no infectar a la gente…


Y nada más bajar del tren, empezó el jaleo de gente por todos los lados con bolsas, dependientes de tiendas anunciando sus historias a grito pelao, altavoces, música, luces de neón iluminando todo, ¡¡ me encanta este ambientillo !! y más si tenemos en cuenta que puedes toquetear todo el género. En la parte de fuera de las tiendas tienen modelos reales de casi todo: móviles, traductores, cámaras de fotos… es super normal ir allí y ponerte a andar en el chisme, nadie te va a decir nada y así te haces a la idea de si es lo que buscabas o no y ni siquiera tienes que entrar dentro.

Lo primero que se ve nada más salir de la estación. Bueno, la de verde a veces no está


Habia dos o tres como esta anunciando no se que, no me acerqué porque me entraba la risa

Precios de tarejtas de memoria. 2GB SD, algo menos de 7000 pelas.


Pen drives… pero fijaos en el de abajo a la derecha ¡¡ 8 GB !! ahí te cabe internet de la A a la P, por lo menos!!

Y allí estaba él. Vivía con otros de su especie en una estantería, pero en realidad se que estaba solo. Aunque no podía oirle, sabía que me llamaba, me decía «llévame contigo, llévame contigo» (supongo que en japonés y por wifi). Fue amor a primera vista, y aunque la dependienta no se cansó de repetirme que no iba a poder instalar nada que no fuese en japonés y mucho menos un windows, y que no lo comprara, yo ya no podía traicionarle. Y me llevé esta maravilla por cerca de 120.000 pelas:

Mi pequeñín, todo blanquito él…

Es un Toshiba Dynabook con Intel Celeron 1,73 Ghz, 512 de memoria, 100 Gb de disco duro, grabadora de DVD, 4 puertos USB, 1 Firewire, y raton USB de regalo. Las características puede que no sean nada del otro mundo, pero la pantalla se ve genial y el color blanco estilo Mac… ahhhhhh que chuloooo.

Así que enfilé para el hotel que no le gustó al anónimo que puso el comentario en el post anterior, para poder dedicarle un rato al ordenador y ver si el idioma iba a dificultar nuestro amor (que vaya si lo hizo, qué jaleo!!! al final le he pillado el truco a base de diccionario). Y justo justo al lado de la estación, me encuentro a unos peruanos cantando en castellano y una pila de japoneses echándoles dinero… qué mundo este! Tengo un video, pero no puedo subirlo, así que os tendréis que conformar con una foto:

Pues tenían unas pelas! Eso si, cantaban super bien y encima cascaban japonés como campeones

Hasta luegoooo