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Yabusame en Asakusa

Esto que suena a comer hasta jartarse, porque no me digáis que no suena a una mezcla entre yakitori y shabushabu o algo así, resulta que es el arte marcial ese de tiro con arco a caballo. Yo de esto sé lo que había leido en el blog de Héctor y ya, vamos que no tenía ni idea y tampoco me cuadraba mucho por donde se iban a meter los caballos entre todo el fregao de tiendas de Asakusa.

Pero, ojo, cuidao, que Guille se las sabe todas y bien claro me lo dijo por teléfono: «tira para el mojón dorao, que enfrente se ponen». Mira tú que coincide que ese sí que me destaca al ojo y sé por donde cae:

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Edificio con poderío reluciente a parte, lo que se encuentra uno nada más llegar es a gente vestida toda elegante con trajes chulos de época, más reguapos que un solete primaveral:

Y luego había un señor que hacía movidas con un abanico blanco como dando a entender que ya podía salir un caballo, y entonces salía a todo meter un tío con un arco ahí subido en un corcel que tenía que disparar tres flechas según iba en marcha cada cien metros. Imposible sacarle foto al águila roja en acción… imposible…

También había unas chicas vestidas súper guapas y me fuí a sacarles fotos pero se me asomó Matías a la balconera a ver si llovía:

Cuando acabaron, volvieron en plan desfilando con menos brío y entonces si que fue menester tener a bien retratarles con calma:

También había un extranjero que no se si será el tal Tim Ferris del que habla Héctor, yo por si acaso le metí en la tarjeta de memoria de un botonazazo mientras pasaba vestido todo ufano:

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No hubo ocasión de demostrar maestría en el arte videograbatorio entre la gente que había y lo rápido que iban, pero me las he apañao para hacer un montaje que deja entrever el ambiente del lugar decorado con la bonita melodia que no fuí capaz de quitarme de la cabeza en todo el rato:

Ah! y Matías acabó entrando pa la cocina otra vez y pude retratar la lozanía de la moza antes de partir al cónclave gambiteriano de la medianoche:

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Los vídeos del Yosakoi

Tenía unos cuantos vídeos y primero pensé en hacer una mezcla un poco con todos, pero me daba pena que los bailes quedaran cortados, así que al final he decidido sólo mezclar cachos de los que no tenía el baile entero y poner el resto tal cual.

Ahí van los primeros que ví yo, un grupo llamado «Funny»:

Después se puso a llover aunque el asunto no se paró y lo cierto es que le dió al baile un efecto dramático chulo chulo:

Estos son los que más me gustaron con diferencia:

Esta es una mezcla entre unos que sacaron a un niño pequeño que el pobre hacía lo que podía, y que les quedó graciosísimo, y otros que cantaron rap a mitad:

Y estos son los míos!! este es el baile que estuve ayer por la mañana ensayando otra vez y que ya casi casi me lo sé, aunque claro, así tal cual está es como me lo he estado aprendiendo desde que empecé:

Porque luego tenemos esta otra versión, que es avanzando por la calle y que aunque es el mismo, yo todavía no me aclaro!!!

Y en este otro vídeo es un calco del primero pero que grabó alguien que estaba detrás de mí y se me ve a mí haciendo experimentos ahí con el trípode Gorilla ese o como se llame. No daba abasto entre querer sacar fotos y grabar, jajaja, aunque está claro que lo suyo es dejar la de vídeo quieta y ya está, pero ni eso hice bien que el vídeo sale torcido. Por cierto vaya pelajos que tenía por detrás, parecía que en vez de en la Yamanote iba a salir de ahí en la fregoneta!!!

Soy el de azúl de la derecha que aplaude como un jabato al final:

Tengo que confesar que el festival de Harajuku ha conseguido que me sienta mucho más motivado, porque es que entre semana sólo hay un día en el que me vaya directamente a casa después del trabajo. Los martes voy a la ceremonia del té con agujetas de Karate del lunes y salgo de allí con las piernas entumecidas, y para cuando llega el jueves tengo el cuerpo que ya no me acuerdo de cómo era eso de que no te duela nada. Así que el fin de semana lo que menos me apetecía era tener que seguir haciendo cosas, y la verdad es que he faltado a más clases de las que debería.

Ahora no tengo excusa, ya que he empezado, por lo menos tengo que salir en Ikebukuro y hacerlo lo mejor que pueda, así que dejaremos de comer chocolate y quedarnos sobando los domingos por la mañana (lo que en ikusuki denominamos un fin de semana Dolce&Galvana) y le echaremos un par de tamagos al asunto bailotero.

Esta será una bonita historia que contaré una y otra vez a mis pobres nietos que odiarán Japón por culpa del pesado del yayo Tosca que está viejuno entero…

:viejuno:

La ikubiblia

He leído tantas chorradas sobre el tema, que he decidido arrojar un poco de luz sobre las tan mentadas diferencias entre Japón y España. Que diréis: jodé que regulero anda el Toscano, anda que no habrá posts de esos. Pues si, los hay, pero yo me he decidido, cual caballero andante, a tener la lista definitiva, el inventario indiscustible de todo aquello que nos separa cultural, gastronómica y gambiterilmente.

Además, palabra de tío Tosca, me comprometo a mantenerlo actualizado incluyendo todas vuestras revisiones y sugerencias, que serán filtradas y comprobadas meticulosamente para que lo aquí escrito sea estrictamente verídico y verídicamente aregulero.

La cosa va a ir por fascículos, a lo PlanetaAgostini iré soltando temas y los dejaré ahí sujetos al critiqueo y pejigueriamiento por parte de todos vosotros. Cortaré aquí, borraré allí y pegaré allá con lo que me digáis, y de vez en cuando soltaré otro tema. Cuando todo esté en condiciones, juntaré todas las entregas en un megapost que será

¡La ikubiblia de Japón!
:copon:

Compañeros, demos paso, pues, a la primera entrega:

De transportes y cosas con ruedas

Trenes y metros

– Si un metro o tren llega tarde porque se ha liado alguna parda, en las estaciones de destino suele haber personal repartiendo justificantes a la gente para que los enseñen en la empresa.

– Todo kiski en Tokyo usa las tarjetas Suica o Pasmo. Es como una tarjeta de crédito que se recarga en las estaciones y que vale para pagar metro, tren y autobús. Es IC o eso, vamos que no hay que meterla en ningún lado, basta con acercarla al sensor y ya fona. También se pueden comprar bebidas en máquinas expendedoras y en los combinis de la estación. Las máquinas expendedoras tienen una antenilla para que eso funcione. Como la cosa sólo funciona en las estaciones y alrededores, Akira y yo todavía nos estamos pegando sobre donde está la información del crédito, si en la tarjeta o en algún servidor (o en los dos). Porque si fuese en la tarjeta, no haría falta antenilla y funcionaría en cualquier lado… Valen 500 yenes y la primera vez que las compras tienes que apoquinar mil: 500 por la tarjeta, y 500 de recarga. Si las devuelves en cualquier estación, te reembolsan los 500 (no tengo ni idea de si te dan el dinero que quede o no).

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– Los empujadores existen, aunque no son tan habituales como se cree, sólo en algunas líneas y en horas punta. Por ejemplo: en la línea Inokashira en Shibuya a eso de las 6 de la tarde ahí están como campeones, y supongo que sobre las ocho de la mañana aquello será el copón de la baraja.

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– En todos los vagones de tren y metro hay asientos reservados para embarazadas, ancianos y minusválidos, y hay que apagar el móvil si uno se sienta ahí aunque nadie, o casi nadie lo hace. Además, las embarazadas llevan un colgante que las identifica, para que no tengan que andar ahí pidiendo a la gente que se levante, aunque esto si no lo cuenta Nora, yo ni me entero.

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– Dentro del tren, por megafonía van diciendo los nombres de las estaciones y las líneas en las que puedes hacer transbordo. Primero en japonés y luego en inglés. Lo curioso es que en inglés dicen el nombre del lugar pronunciado en inglés. Por ejemplo: Meguro lo dicen como «Megurouuu» a lo Aznar. Por cierto, yo estoy convencido que la chica de los trenes es la misma que la de los cajeros automáticos, la de los súpermercados, la de los autobuses y la de cualquier cacharro que hable con voz de tía (todos, hasta está dentro de mi cámara de vídeo que me habla cuando la batería se va a acabar).

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– Cuando en un tren de Tokyo parece que no cabe una persona más, caben diez.

– Los nombres de las estaciones están escritos en japonés pero también en alfabeto romano. Las máquinas de dar billetes tienen un botón para cambiar a inglés. Ambas historias aplican en Tokyo y alrededores, a medida que uno se aleja, ya no pasa tan a menudo hasta que deja de pasar y absolutamente todo está en japonés.

– La mejor manera de moverse por Tokyo es pasar de los mapas de líneas de trenes porque eso es un jaleo del copón, lo que hay que hacer es mirar en alguna de las webs donde pones los nombres de la estación origen y de la de destino y te dice como llegar, por ejemplo la de Jorudan, hay hasta aplicaciones para el iPhone que tienen la base de datos ya metida y no necesitan acceso a internet (dentro del metro no hay cobertura por mucho Japón que sea esto). Además si sacáis la Suica o la Pasmo, os olvidáis de tener que adivinar lo que cuesta el billete del trayecto, con la tarjeta esa entráis y salis por donde sea y ya os cobrará lo que toque.

– Por mi propia experiencia, en las estaciones y en los trenes la gente pierde las formas: te empujan, apachurran y pisan y ahí no suele haber reverencias. Supongo que es la manera práctica de actuar cuando hay trenes tan petados en según que horas.

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– Hay personal de la estación atento a cuando llega un tren al andén, y hablan por un micrófono inalámbrico diciendo cosas muy obvias: que viene el tren, que el destino es tal y cual, que la puerta se va a cerrar, que por favor de la línea amarilla para dentro. Aunque están siempre, también hay grabaciones que se ponen y dicen lo mismo pero las suelen cortar para hablar ellos. Serían algo así como nuestros jefes de estación, pero haciendo algo más que dar billetes (que sea o no útil ya será otra cosa)

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Coches y tráfico

– En Japón se conduce por la izquierda, por el otro lao, por del revés, por donde los ingleses. Yo ahora no, pero al principio siempre me metía por la bici por el lado contrario y me llevaba unos sustos chatos.

– Existen unos modelos de coche de menor potencia y tamaño que son más baratos y hacen el apaño. Se distinguen, a parte de porque son minicoches, porque el fondo de la matrícula es de color amarillo. Lo curioso es que los hay de todas las formas: furgonetas, camionetas, coches deportivos… pero en mini

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– Las puertas de atrás de los taxis se abren y cierran solas, no hay que tocarlas. Nunca se da propina, los asientos tienen bordados de puntilla y en la mayoría no se puede fumar (hay algunos que sí).

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– Los conductores de autobús tienen micrófono con pinganillo a lo Madonna, y van «cantando» las paradas. A veces, si el autobús va lleno y hay gente de pies, el conductor avisa cuando va a hacer alguna maniobra un poco brusca para que la gente se agarre bien. En una ocasión, el tío avisó cuando iba a frenar de repente porque un semáforo se estaba poniendo rojo, y además pidió perdón.

– Los coches de la poli tienen las sirenas extensibles. Es decir, que las sirenas se elevan un cacho por encima de coche para que se vean bien, por ejemplo, en mitad de un atasco.

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– Los surtidores de muchas gasolineras cuelgan del techo, es decir, el cacharro no está en el suelo, lo que deja mucho más espacio. En Tokyo, además, en la gran mayoría no tienes que salir del coche ni para pagar, te limpian los cristales, te vacían los ceniceros y te dicen cuando no hay tráfico para que puedas salir sin problema despidiéndote, además, con reverencias.

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– En los semáforos y paradas medianamente largas, los autobuses paran el motor y lo vuelven a arrancar justo al salir.

– Los semáforos son horizontales, de través, de lao a lao, de paquí a pallí no de parriba a pabajo

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– Algunos vehículos, como los camiones de la basura, hablan. Tienen altavoces con una voz que dice: cuidao cuidao que giro a la derecha, cuidao cuidao que giro a la izquierda y se oyen mucho.

– Las ambulancias normalmente van con mucha precaución, vamos, que a nuestros ojos van muy despacio que parece que para cuando lleguen ya está la cosa solucionada. Y también hablan diciendo cosas como: que vamos, cuidado por favor, vamos a girar, gracias por dejar sitio.

– Muchos conductores apagan las luces del coche si están parados en un semáforo para no deslumbrar a los peatones  y las vuelven a encender cuando el semáforo cambia y ya se van.

– Por Tokyo, la mayoría de los conductores no paran en un paso de cebra a no ser que estés ya pasando.

– En Tokyo no se puede aparcar por la calle, los coches siempre están en garajes o en parkings. Hay edificios enteros que son sólo parkings y que están automatizados, tu dejas el coche en un sitio y el chisme lo eleva hasta el piso que sea. Después pagas y te lo baja y te lo dejan en un sitio donde el suelo es giratorio para ponerlo derecho y que puedas salir según vas.

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– Los semáforos están muy por delante del lugar donde se tiene que parar uno y si es girando se puede pasar. Es decir, si giro a la izquierda y justo hay un semáforo en rojo, puedo tirar palante siempre y cuando no haya nadie pasando por el paso de cebra.

– Los coches llevan una pegata para identificar a los novatos, como nuestra L, pero aquí tiene forma de hoja verde y amarilla. El símbolo resulta que se ha adoptado también para indicar lo que es fácil de utilizar («para novatos»): lo podrás ver en tiendas de electrónica al lado de modelos de cámaras de fotos, impresoras, etc…

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– También existe una L pero para los señores mayores, en esta ocasión es de color amarillo y naranja y los ponen los jubilados para que los demás los tengan en cuenta

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Bicis

– Desde hace un par de semanas te pueden meter un multón de menéate y no te agarres si vas borracho conduciendo la bici. También, en teoría, te pueden multar si vas conduciéndola con una mano (hablando por el móvil o con un paragüas), o si van dos en una bici.

– En Tokyo es muy normal ir por la acera con la bici, nadie pone mala cara y siempre te suelen ceder el paso. Y si no, para eso está el timbrecillo.

– No se pueden dejar las bicis en cualquier lado, hay parkings de bicicletas que suelen ser baratos. A pesar de eso, la gente las deja cerca de las estaciones arriesgándose a que les pongan multa o a que se las retiren directamente. Si esto pasa, hay que ir a un sitio a pagar por recogerla. Normalmente no te la quitan a la primera, sino que te dejan un aviso ahí pegao al manillar.

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– Existen bicis con batería que son la leche pirula. Las de los polis tienen, y la gran mayoría que he visto yo son de madres que llevan a sus hijos ahí palante y patrás. Aunque el modelo de bici que más triunfa es el «mamachari» que es la bici de paseo de toda la vida, que las hay desde poco más de 10.000 yenes.

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– Las bicis están matriculadas, es decir, te ponen una pegata con un número y te la registran a tu nombre. De vez en cuando hay controles donde te piden el carnet y comprueban que la cosa coincida (yo voy por el quinto en dos años y pico). Yo para aparcar la bici en la oficina he tenido que pagar y también tengo una pegata. En mi caso son 500 yenes al año, así que es nada.

– Por regla general se respeta a los ciclistas, yo voy al currelo por una carretera de tres carriles para cada lado y nunca he tenido ningún susto, siempre me suelen dejar pasar y me esperan. Vamos, que me tienen en cuenta.

– Como la bici es un medio de transporte más que un medio de hacer ejercicio o de entretenimiento, es normal ver situaciones como entrajetados con el maletín en la cesta yendo a trabajar conduciéndola mientras se fuman un cigarro.

– Por lo mismo del punto anterior, venden todo tipo de artilugios: como cacharros para enganchar un paraguas abierto en el manillar o reposavasos para llevar latas abiertas en posición vertical. Yo llevo, además, dos luces que van a pilas, una blanca que enchufa a flashes para delante y otra roja que hace chiribitas para atrás.

Shinjuku Eisa Matsuri 2009

Leí por ahí que el sábado pasado se iba a celebrar un festival con bailes de Okinawa en Shinjuku, que iban a cortar la calle principal y todo, así que mira, ya salió el plan.
Total, que allí nos plantamos el ninja, unos familiares suyos y yo a sacar fotos.

Aunque en el parte decían que lluvias intermitentes, lo que allí hizo fue un día de escándalo con un sol que nos tuvo sudando cual Martin Fiz de mozo. Aunque creo que hubo alguno que lo pasó peor…

Muchos movimientos de los que hacían me recordaron a algunos que hacemos en el Yosakoi, jaja, no me imagino que puede que en un próximo matsuri voy a ser yo el que va a salir ahí en medio a dar voces y pegar saltos, jajaja, qué bueno!

Saqué más de cuatrocientas fotos, pero no os asustéis que aquí os pongo sólo una pequeña selección para que no os aburrais demasiado (lo que si que suelo hacer últimamente es subir todo el taco al sitio ese con nombre de silla de Ikea)


Otsukaresama deshita!!!

También grabé un video!! era muy largo, pero lo he intentado cortar con un poco de cada uno de los bailes que grabé, a ver si os gusta!

¡ Cómo tiene que molar Okinawa !

母乳酒 – Bonyushu, el grupo de Miguel

Por aquello del internet, uno no tiene demasiada dificultad en buscar y familiarizarse con los paisanos que viven por aquí. Cuando volví a Bilbao después de vivir seis meses en Tokyo, le cogí afición a esto de los blogs de Japón así que puedo decir que ya conocía bastante bien las vivencias de Héctor, el tito Fla, Alan, Ale… cuando volví aquí por esta segunda vez.

Lo cierto es que a veces daba la sensación de que sólo había unos pocos viviendo en Japón, aunque se me quitó de un plumazo el día de la recepción del que imita a Fuentes, que aquello parecía la estación de Shinjuku pero dándole la vuelta a la proporción japoneses-extranjeros, allí había más gañanes ibéricos que ni sé (ciudadanos, porque ibéricos de los del cerdo más bien pocos).

Vamos, que había vida más allá de los cuatro o cinco blogs que yo conocía. Aunque también es cierto que al margen de los que he comentado antes, sí que había algunos otros que me sonaban, que aunque no sabía muy bien qué hacían o dejaban de hacer, sí que les ubicaba en algún pino cercano entre el quinto y el séptimo donde vivo yo. Sin ir más lejos, el chico con el que voy a Yosakoi (que sólo he ido una vez, por cierto, ya me vale) le conocía de su cuenta de flickr y un amago de twitter que hace mucho tiempo ya que dejó.

Del que vengo a hablar hoy también sabía algo. A este hombre le recuerdo de verle vestido de la tuna con un acordeón, y a veces con un sombrero negro, patillas y gafas. También sabía que tenía un blog que se actualiza de hanamis a setsubunes, y una vez me contaron que en sus actuaciones utilizaba muchos juegos de palabras en japonés y que la gente se descojonaba con él. En esa conversación no me quedó nada claro qué tipo de actuaciones eran esas, aunque yo me imaginaba que tendrían algo que ver con clavelitos y acordeones y no me dejaba de parecer gracioso el asunto de ver una tuna por Tokyo.

El otro día recibí una invitación suya para ir a un concierto que daba en una sala no muy lejos de donde yo trabajo, y allí que me fuí. No tenía ni idea de qué me iba a encontrar, pero me gustaba mucho la idea de poder verle en directo, así que metí todas las cámaras en la mochila de llevar las cámaras y me planté con una amiga en el bar.

Nada más entrar nos encontramos con Héctor y ya nos quedamos con él todo el rato. No se puede decir que seamos amigos porque la verdad es que sólo hemos coincidido dos o tres veces y poca frases hemos intercambiado, pero sí puedo decir que es un tío majo, abierto y mucho más campechano y normal de lo que algunos comentarios de su blog pretenden. Allí estaba con su cámara colgando del hombro y cuando nos quisimos dar cuenta, ya estaba sacándole fotos a un tipo con peluca, con el permiso y la colaboración del tipo en cuestión. A mi me sacó alguna también.

En el escenario había un grupo de japoneses que hablaban más que cantar, y cuando por fin se callaron, apareció Miguel. Sombrero negro, patillas, gafas y un micrófono cerca. No llevaba el traje de la tuna, pero su imagen me cuadraba.

 

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Lo que no me cuadró tanto es que hablaba en castellano y en japonés más o menos a partes iguales, y lo mismo pasaba con las canciones del grupo: la mitad en castellano y la mitad en japonés.

Me gustó el sonido que nada tenía que ver con una tuna, me gustó lo que decía en castellano y lo japonés que sonaba en japonés. Me gustó comprobar que era cierto eso de que la gente se reía con sus frases y que diese las gracias diciendo gracias las mismas veces que arigato.

Saqué fotos, muchas, pero la oscuridad no me dejó acertar a sacarlas nítidas, las mejores por aquí estarán. Eso si, aprovechando una mesa que estaba justo delante de él, pude grabar un video decente con la cámara que dejé ahí puesta encima de un minitrípode que vigilaban dos chicas majísimas.

Si váis a ver los vídeos, por favor, no dejéis de pensar que sólo había tres personas españolas dentro de aquél bar de Yotsuya en Tokyo, y que una de ellas era el que cantaba. El grupo se llama Bonyushu (母乳酒), el cantante es Miguel y es mentira eso que dice de que predica en el desierto:

Miguel, fué todo un placer, si señor. Al siguiente, si me dejas, también me apunto como está mandado.

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Kaiten Sushi

– ¿Puedo sacar fotos?
– Jaja, claro, no hay problema. Lo único que no saques a la gente porque están comiendo y no sé si les gustará que les molestes, pero del restaurante saca a lo que quieras.
– Gracias!!
– Iie iie. Es raro que me hayas pedido permiso, normalmente nadie lo hace…
– Sou desu ka?
– Un

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– Toma, para que tengas una foto curiosa
– ¡¡ Ostras !! Pero si tiene pescado dentro y todo, ¡menudo artista!
– Jajaja, cuando hayas sacado las fotos comételos, ¿eh?
– Si si, jeje, ¡gracias!

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– Ten cuidado con la cámara que la has dejado muy cerca del grifo de agua caliente.
– Anda es verdad, gracias. Por cierto, se puede tomar todo el té que uno quiera, ¿verdad?
– Si, eso es
– ¿Hay gente que abuse del asunto? ¿Que coma muy poco sushi pero se beba un montón de tés y se tire un rato largo?
– No, la verdad es que no pasa o no nos damos cuenta. Tampoco importaría, el agua siempre está caliente y para eso está el té… no nos preocupa.
– Ah vale… pues yo me voy a tomar otro
– Douzo

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– Buff, me parece que ya no puedo comer más… ¿se paga allí, verdad?
– Jajaja, te has comido los pequeños también, ¿estaban buenos?
– Pues la verdad es que no lo sé, porque como eran tan pequeños casi no tenían sabor…
– Jajaja, también es verdad!. Espera que te cuento los platos… vale, también has pedido una cerveza, así que esto es.
– Estaba muy bueno y gracias por el minisushi.
– ¡Muchas gracias! – (¡muchas gracias! – gritan el resto de camareros a la vez.)

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Más del Gundam

El viernes a la noche volví y resulta que lo tenían iluminado en plan guay, pero guay guay, pero yo no llevé ni cámara ni nada. Hoy he vuelto, pero no tenía luces… aún así he sacado alguna foto desde otros ángulos. Ahí van, y prometo no dar más la chapa con el roboto por ahora (o hasta que le pille con las luces guays, que molaba, soltaba humo y todo!)

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El Gundam de Odaiba

Gundam, por lo visto, es una serie estilo Mazinger-Z pero a lo nuevo donde hay robots. No la he visto en mi vida, pero por hacer 30 años que se le ocurrió a alguien hacerla, han plantado en Odaiba un pedazo de robot de 18 metros de alto.

Hoy después de currar me he ido allí y le he sacado todas las fotos. Mola mucho aunque no os guste el anime, y además había una luna preciosa y hacía una temperatura guay, así que me ha gustao la roboexcursión!

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En ikuflickr están las fotos en gordas, echadles un ojo láser!

Alrededores de Haneda

Mi casa está rodeada de cuestas, esto significa que menos en la dirección del Kitamura, vaya para donde vaya tengo que tirar para arriba. El repecho que me separa de Honmonji me deja ver las luces de los edificios de Shinagawa por las noches, y también los flashes de los aviones que van a aterrizar a Haneda.

Es el aeropuerto para vuelos domésticos de Tokyo, y está cerca de Odaiba. Que yo pueda verlo desde mi casa significa que no está muy lejos, así que el domingo dejé tanto php y tanta historia, y me fuí con la bici hasta allí por segunda vez.
 
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Es una zona fea, industrial, repleta de almacenes con contenedores roñosos de esos que en las películas llevan gente dentro para colarlos en el país que fuese. Hay maquinaria aparcada cerca de edificios que seguro que cumplen su función, pero son horribles, aún más si cabe al estar protegidos por esas vallas de alambre rotas aquí y medio tumbadas allá.

 

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Las carreteras son amplias y muy rectas, seguro que para facilitar la circulación de todos esos camiones que irán cargados con lo descargado de los aviones. Desentona la presencia de muchas máquinas de bebidas en cada rincón, podría decirse que tocan a dos por fábrica. Me puedo imaginar a los obreros sentados en el bordillo de la acera con latas de café a media mañana, con toallas en la cabeza a modo de pañuelo, y monos de trabajo con un tono que sólo deja intuir su color original. 

Eso será entre semana, porque el domingo no había ni un alma.

Sólo alguna pareja paseando y algún otro con cámara tratando de conseguir capturar en foto la magia de esos aparatos que vuelan aún pesando mucho más que yo.

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Érase que se era…

… un templo en medio de la nada, pero rodeado de pensamientos, reflexiones y una calma tan profunda que sólo el alma podía escucharla

… que una pareja todavía se sonreía al mirarse y se sacaban fotos, y se querían, y que parecía de verdad

… agua que brotaba de algún lugar entre la historia, la tradición y la superstición con la misión de refrescar la piel y purificar la esencia

… que lo que se intuía como amistad, se convirtió en realidad compartiendo momentos inherentemente inolvidables

… que algún día se conocieron y superaron peleas, diferencias, manías y celos mientras el mundo seguía cumpliendo inviernos a su alrededor

… y que decidieron que para qué seguir separados, si se sabe que no hay mejor lumbre que la de saber que otro corazón late sincronizado al nuestro

… y se unieron siguiendo la tradición del lugar, aunque esto importe bien poco porque serán los inviernos a cumplir juntos los que pondrán a prueba su lumbre

… tratando de evitar la amenaza del polvo de la rutina de cubrir lo que escribieron ese día ante todos

Fotógrafos veteranos en Uji

El día que fuí a Uji, que esto os lo cuento en menos que canta un pichón, me encontré un montón de señores mayores con unas pedazo de camarotas que ya quisiera para sí el National Geographic.

¡¡Estaban por todos los lados y sacando fotacos prácticamente a todo!!

Yo les saqué a ellos:










Y es que la veteranía es un grado, y si le sumas tubarros como esos, ya nos ponemos en muchos grados, ya… Digo yo que con semejantes bichos le sacarán hasta las mitocondrias a la gente! Y artritis no se si tendrán, pero cargar con esos mostrencos tiene que tener su aquel…

El sandwhich de nocilla, fresa y kiwi

Imagínate que coges pan bimbo, tres rebanadillas ahí. Y entre las dos primeras le metes un chute de nocilla y dejas que se peguen bien. Luego coges la manga pastelera y le enchufas un flis poniendo todo hasta arriba de nata. Después vas y sumerges en la nata trozos de fresa, piña y kiwi, y para acabar de prepararla parda, vas y lo tapas con la otra rebanada de pan bimbo y lo vendes como el «Sandwhich de frutas y chocolate».

Pues eso…


Pues, oyes, ¡que estaba bueno y todo!


Koishikawa Korakuen

El invierno lo que tiene es que a parte de que con el frío todo se encoge, en cuanto sale un día un pelín bueno todos salimos a la calle a recolectar rayos de sol cual lagartija lagartera. Bueno, yo por lo menos, que si volviese a nacer seguro que sería oso por eso del hiberneo (y un poco también por los pelos que me han salido en la espalda, que parece que voy mutando los días pares). Así que el domingo me fui a un parque que me quedaba por conquistar, y que resulta que es el más antiguo de Tokyo, el Koishikawa Korakuen, que aunque se abrió como parque en 1938, existía desde 1629, así que mira si era viejuno.

Uno se encuentra un parque pequeñito, cuco, nada que ver con esos otros enormes como el Hamarikyu o el Shinjuku Gyouen. Para mi no tiene nada que envidiarles, porque, para empezar, en este hay un recorrido a seguir que incluye pasar por piedras encima de un lago, subir una montañita, atravesar un puente… vamos, que no te aburres ná de ná.



Además, como es pequeño y hay más de un recorrido, te vas cruzando con la misma gente unas cuantas veces y como tienes que ceder el paso y así, los acabas saludando. Se hacen compañeros de andaduras, amigos!



También había un señor ahí pintando un cuadro que si el hombre está más serio lo mismo se ríe y le sale una grieta:



Y patos, había patos, y yo que me estoy añoñando por momentos… el domingo sacando fotos a los patos, y ayer encendí velas en casa. ¿Qué va a ser lo siguiente? ¿Laura Pausini?, jodé, haced algo!.


Yo me quedo con las piedras del lago, creo que de los parques de este estilo es lo que más me gusta, la cosa esa de ir de piedra en piedra cual grácil ikusuki. (Dios, la cosa va a peor, será la primavera?!?!?)







Después de pasar esa zona con el puente rojo, que anda que no mola la pianola, uno da una vuelta por un lago grande en medio del cual hay una isla toda cuca:




Tampoco podían faltar los puestillos de sake caliente dulce, comida y flores que todo parque es menester que tenga para que los señores visitantes se gasten los cuartetos:



Cuando me iba yendo, resulta que en un pequeño escenario que tenían allí montado empezó un espectáculo de marionetas que estuve grabando como pude usando el trípode elevando la cámara por encima de la gente, que había allí más personas que ni sé. La historia duró bastante, pero yo lo he resumido y aquí os lo pongo, porque soy más majo que los lacasitos rojos:

Se puede visitar apoquinando 300 Yenes, que es ná, si uno va a la estación Iidabashi (líneas Oedo, JR Sobu, Tozai o Namboku). Además si uno tira un par de estaciones más se planta en Akihabara, así que tampoco es que os vayáis a un sitio desde el que luego no se pueda hacer nada.


El incidente

Hay que ver cómo somos, los líos que nos hacemos en la cabeza nosotros sólos… resulta que lo pasé mal durante dos clases de Karate seguidas con el mismo profesor y desde ese mismo momento mi mente ya tomó la decisión de no volver más. Y cuanto más pensaba en ello, más terrible parecía lo que en realidad pasó. Hasta que me planté y me obligué a luchar conmigo mismo para desentrañar las razones por las que le había cogido tanto miedo a la situación, y si de verdad era para tanto.

Así que dándole cancha a la sensatez añadiéndole mucho coraje, me presenté allí el viernes pasado dispuesto a lidiar con lo que se me pusiese por delante. Porque uno tiene que hacer lo que tiene que hacer, y además a veces coincide que se encuentran las ganas.

Pero el tan temido profesor no vino, y me sorprendió ver que lejos de sentir alivio, lo que en realidad estaba era decepcionado por tener que esperar una semana más para plantarme delante de un miedo que sigue estando ahí, y que necesito que desaparezca antes de que siga creciendo.

Y resulta que cuando menos lo esperaba, este lunes, pasó algo que superó holgadamente a lo que fuera que fuese que pasó con el profesor de los viernes.

Este primer día de la semana no tiene mucho éxito, no solemos estar más de 5 o 6 alumnos mientras que el resto de días la cifra se multiplica por dos o tres. Ignoro la razón… ¿quizás los lunes hay trabajo atrasado que sacar adelante en la oficina?. Este lunes por no venir, no vino ni el profesor, así que uno de mis compañeros de clase tomó el relevo y al final de una clase bastante dura, nos mandó hacer combate entre nosotros. Al segundo o tercero, a mi me tocó con otro señor mayor y estuvimos peleando un rato hasta que le di una patada en el estómago. No fue fuerte, pero le entró de lleno y el hombre se quedó boqueando. Yo le pedí perdón y el profesor me echó la bronca porque no supe tener control, quizás no le faltaba razón.

Y a partir de ese momento, pasó lo que nunca pensé que pasaría: mi compañero empezó a insultarme, a hablarme en un japonés muy rudo gritándome que no estábamos en un campeonato del mundo, que qué me había creido. Me llamó cosas que suenan entre tonto y gilipollas («aho», «baka») como veinte veces seguidas, que a quién se le ocurría pegar así, que no sabía controlar mis patadas… que yo que sé. El profesor, lejos de cortarle, aunque es cierto que también estaba sorprendido, le daba la razón y seguía leyéndome la cartilla.

Yo callaba, pedía perdón cuando había oportunidad y miraba al suelo, menuda bronca me gane.

La clase acabó, saludamos y yo me fuí directo al vestuario. Lo que quería era irme de allí lo más rápido posible porque mi paciencia estaba llegando a un límite. Pero todavía fue peor: dentro del vestuario siguió con su retahila de insultos combinados con quejidos sobre sus costillas que daba la impresión de que se las había roto en veinte cachos.

Su tono era despectivo a más no poder, tanto que parecía que me iba a escupir de un momento a otro. Aunque el momento cumbre fue cuando metió «gaijin» entre medio de alguna frase, con lo que ya lo acabó de bordar.

Él se cambió y se fue antes que yo y el resto de compañeros me miraban en silencio intentando adivinar mi reacción, que no fue otra que despedirme y marcharme con la cara muy seria, aguantándome las ganas de gritar cuatro verdades.

Estaba montándome en la bici cuando una compañera vino donde mi y me dijo que no me preocupase, yo le di las gracias y para tratar de animarme se le ocurrió darme dos plátanos de los cuatro que llevaba en la bolsa.

Al llegar a casa, recibí tres mensajes, todos diciéndome que no me preocupase lo más mínimo. Dos de dos compañeros, y el tercero del profesor.

Cené dos plátanos.

Y no dormí nada en toda la noche.

Por más vueltas que le doy, lo que ocurrió no fue más que que le di una patada a un compañero que no fue para nada fuerte aunque quizás debería haberla controlado un poco más. Y al darme cuenta que le había hecho daño, le pedí perdón con toda sinceridad porque nada más lejos de mi intención que hacer algo así a propósito.

Lo que él vió fue que un chico jóven, no tengo claro si le importó que fuese extranjero o no, le perdió el respeto a las canas con su recién estrenado cinturón negro y se atrevió a darle una patada de la que ni se dió cuenta hasta que le alcanzó. Y si eso le dolió físicamente, más le dolió en el ego ese que se ha labrado durante tantos años de desgastar el cinturón, y eso le hizo olvidarse de aquella frase del dojo kun que dice que «hay que respetar a los demás y seguir las normas de etiqueta» y se creció insultándome como no lo habían hecho nunca hasta aquél día.

Si hubiese sido otro tiempo y, sobretodo, otro lugar, habríamos acabado muy mal.

Ayer, enfrentando la situación, no fuese a ser que se convirtiese en otro miedo más, volví y la clase la dio Hirokazu Kanazawa, y sin él saberlo, me disipó de golpe toda duda que pudiese tener sobre si soy uno más allí desde hace dos años.

Por mi, ya pueden juntarse todos los que quieran y ponerse a sumar sus egos, porque no podrán con el mío. Sea viernes, lunes o fiestas de guardar.

Eso si, que luego no me vengan con historias, porque hay cosas que no se pueden olvidar.

Y si, también es por principios.


Doritos al Wasabimayonesa

¡La novedad en snacks!, o como diría mi madre: «mierdas y guarrerías de esas que comes tú por ahí y luego no cenas, tonto pelao».

Pues eso,

los Doritos con sabor wasabi y mayonesa

Que el paquete daba a entender como que te venía una salsilla ahí a parte. ¡Pues no!

Estaban muy buenos: de mayonesa sólo tenía el título, y el sabor a wasabi le daba un toque suavemente picante… Si señor, repetiremos (y no cenaremos ese día tampoco, no se lo digáis a mi madre, que lo de tontopelao lo llevo mu mal!)

No es la primera vez que como algo con sabor a wasabi, y aunque estos Doritos sólo sabían un poco, me acuerdo de unas patatas que comí un día que aquello era como comer wasabi a cucharadas. Se me quitaron los mocos para dos meses, no os digo más.


Por principios

Cuando llegué aquí me quería comer Tokyo: quería hacer absolutamente de todo, ir a todos los sitios y rincones que no pude visitar la última vez, probar todos aquellos platos que no tuve oportunidad, aprender y hablar cada vez mejor japonés, hacer muchos amigos, o pocos pero que fuesen de verdad y a poder ser que no hablasen mi idioma…

Así que cuando se me puso a tiro la oportunidad de tener una profesora de japonés particular, la aproveché sin dudar. Y así fue como todos los viernes, de siete a ocho de la tarde, una chica que no acertaba muy bien a acordarse de mi nombre intentaba, sin éxito, enseñarme a distinguir entre los sonidos ‘yu’ y ‘jyu’.

Luego vinieron las clases de Karate que cogí con muchas ganas, y que eran especialmente duras al principio cuando no me enteraba ni papa de lo que pasaba la mitad de las veces. Fueron días duros, mucho más que ahora, tanto que hasta lo pasaba mal sólo de pensar en que tenía que ir. Más que físicamente, por la horrible sensación de estar donde quizás no debería, de pretender estar haciendo más de lo que me corresponde, de tener que enfrentarme de nuevo al japonés y al inglés como si tuviesen algo que ver con mi idioma y conmigo.

Entonces alcanzaba a ir dos veces por semana, y ni siquiera me planteaba pasarme por allí a ninguna de las clases de los sábados y domingos.

Pero yo sabía que quería, que debía estar allí y también que no iba a ser fácil empezar de nuevo desde cinturón blanco, así que con libros y PDFs descargados de internet e impresos de refilón en la oficina, pasaba las noches en casa delante del espejo ensayando movimientos, reaprendiendo katas y contribuyendo un poco más a la fama de raro que ya tenía entre los vecinos desde hace tiempo. Todo para alcanzar el nivel que se requería, para que fuese más llevadero empezar a empezar a aprender.


Y fue ya con el cinturón marrón sujetándome los pantalones, cuando decidí que había que tomárselo un poco más en serio, y me planteé ir tres veces por semana: lunes, miércoles y ahora también los viernes.
Pero claro, este día tenía clase de japonés y la profesora, además, le daba clases a otro de la oficina después de mi. Total: revolucioné a la sensei, a media oficina y a la mitad de su agenda de alumnos para cambiar las clases a los jueves.

El primer viernes que fuí había un profesor que no había visto nunca antes, un señor mayor al que saludé y que me ignoró por completo. Después vi que ignoraba a todos. En medio de la clase me pegó una patada en el muslo gritándome algo en japonés y yo no entendía nada. Después de darme cuatro gritos más por fin me di cuenta de que tenía la posición cambiada, así que la corregí. No recuerdo si me dolió la pierna, pero si sé que su patada acertó de lleno en mi orgullo.

El segundo viernes que fuí nos mandó sentarnos a todos y fue sacando a la gente por cinturones. Primero los blancos, luego los azules… cuando llegaron los marrones y yo me disponía a levantarme, él señaló sólo a una chica y le dijo que se levantase. Cuando acabó ella, sacó a los cinturones negros y al ver que yo seguía sentado me gritó que porqué no me había levantado cuando tocaban los marrones. Yo sólo alcancé a disculparme, aún sabiendo que fue culpa de él porque simplemente no me vió. El resto de la clase ni me miró, y eso que no dí pie con bola.

No hubo un tercer viernes.


A mis tardes/noches se sumaron las clases de la ceremonía del té y todos los días hacía algo… menos los viernes. Empecé a ir sábados por la mañana e incluso domingos, con lo que he estado hipotecando los fines de semana en su mayoría al no poder salir o estar demasiado cansado físicamente parar hacer algo en condiciones.

Siempre evitando las clases de los viernes.

El miércoles pasado un compañero todo escandalizado me dijo en el vestuario: «Oskar, quita tu ropa de ahí, madre mía». Resulta que estaba utilizando la taquilla del profesor simpatías, que por lo visto tiene una para él sólo, y me dijo «menos mal que no es viernes, lo mismo te echa».


Y entonces es cuando yo pensé que este hombre es pura fachada, que se ha ganado esa fama y se aprovecha de ella y que yo tengo una forma de ganarle que, desdeluego, no es quedándome en casa.

Así que a partir de esta semana, me volverá a ver por allí los viernes porque ya llevo tiempo aquí, ya sé lo que quiero y ya estoy preparado para aguantar lo que me eche.

Para que todo el jaleo que le preparé a la profesora de japonés y a mis compañeros no haya sido en vano. Para poder descansar los fines de semana y volver a hacer excursiones, o salir o lo que me apetezca sin haber descuidado mis clases.

Porque ahora cometo una cuarta parte de los fallos del principio, y las cosquillas que me busque serán bienvenidas si eso me ayuda a mejorar.

Porque ahora entenderé la mayor parte de lo que tenga que decirme si consigo ponerle un filtro a sus gritos y sus maneras.

Porque es un reto.

Pero sobretodo, por principios.


Costumbres

Con el pasar de los días uno comparte tiempo y espacio con personas tan diferentes entre sí como la noche del día, y aunque siempre es enriquecedor observar y aprender del resto, hay muchas veces en que la experiencia tiende a ser desagradable, por mucho que se entienda y se asuma que hay otras otras costumbres distintas a lo que nosotros llevamos haciendo desde críos y que entendemos por nuestra cultura.

En el caso de los japoneses, la gran mayoría que conozco, sino son todos, hacen muchísimo ruido cuando sorben los fideos del ramen, el udon o soba. Hay quien dice que es para enfriarlos y poder comerlos pronto, lo que tiene su parte de verdad porque yo mismo lo hago muchas veces y funciona. Pero aunque me he acostumbrado, no puedo evitar acordarme de la primera vez que vinimos en el avión y el de al lado se puso a hacer ese ruido tan desagradable y que de tan mala educación nos parece a nosotros. Seguramente lo seguirán haciendo al salir del país.

El chino que tengo delante, y según me cuentan por ahí no es el único, come con la boca abierta. Da igual que sea un bollo de chocolate, que patatas fritas de paquete, que spaguettis con tomate. El tío considera que tiene que acompañar su ingesta con un bonito sonido de babas y una no menos elaborada panorámica de la pasta resultante. Es superior a mi, no puedo con ello y cuando le veo que va camino del microondas con su táper, una de dos: o pongo Extremoduro a tope en el iPod, o me voy a la calle a dar un paseo. No lo aguanto, me parece que eso no son maneras de comer delante de otras personas.

Una vez formaron un equipo Grissom, el Dr. House y Dexter para tratar de entender al franchute, y se fueron a casa con ojeras. A Grissom se le acabaron los sprays, Dexter se hizo un jersey con las cuerdas esas de simular trayectorias de balas y House salió corriendo sin bastón ni nada. El tío es para dar de comer a parte de los que comen a parte: más de siete años en Japón y no es capaz de no poner caras de asco cuando ve sushi, lo más sofisticado que le he visto comer yo es un croasán. Ahora mismo está aquí al lado de mí en la oficina, que hace más de 25º, y tiene puesto un gorro de lana, una bufanda y una chaqueta mientras le da a las teclas. Digo yo que se quita los guantes para acertar a darle a la Ç.

Pero yo iba por el tema educación, que es que este hombre me inspira y me desvío. El caso es que aquí no está bien visto sonarse los mocos en público, y si uno lo hace, hay que intentar disimularlo no haciendo ruido e intentando taparse. Yo no lo sabía al principio hasta que Akira me lo dijo, así que ya no lo hago.

El gabacho es el trompetero de Shrek después de casi llevar en Japón más tiempo que Nintendo. Tengo que reconocer que de tan auténtico que es el tío, últimamente me cae bien, aunque siempre negaré esto por mucho que me peguen.

El parlapuñaos, el que es como Eminem pero con entradas, es el vivo ejemplo de la irreverencia y la mala educación. Para él es igual estar viviendo en Japón que en California, de hecho si fuese a Cuenca seguiría siendo igual. Con su ego por bandera, se ríe de todo y de todos, se queja de cualquier cosa que tenga que ver con Japón y los japoneses, a pesar de lo cual sigue aquí.

El otro franchute, uno que viene a Karate conmigo, otro que tal baila. El tío lleva más de quince años en Japón y hablo yo japonés mejor que él. Pero es normal: yo pongo un mínimo de interés y a él le da exactamente igual. Es cortante, cuando habla con algún japonés le dice directamente lo que piensa tal cual. Si algo no le gusta, lo dice con lo que a veces la situación se vuelve incómoda. Como cuando probó un onigiri que había hecho la madre de un chaval en el entrenamiento del frío, y el tío dijo «que asco, yo esto no me lo como» estando la madre al lado. Quien, por cierto, le pidió perdón. Ojo, no creo que sea malo decir lo que uno piensa, pero las maneras son importantes.

Yo nunca le diré a nadie cómo debe actuar, eso de ir por la vida dando lecciones y consejos es derrochar arrogancia enmascarando vanidad. Y tampoco soy quién para no respetar costumbres de otros, y mucho menos estando viviendo en un país que no es el mío. Diría más: considero una suerte poder abrir mi mente al conocer a gente tan variopinta, franchutes a parte.

Pero me surge la duda de dónde está el límite entre conservar las raíces de uno, a las que tanto nos aferramos estando fuera, y adaptarse a la cultura del lugar donde se está viviendo por aquello de donde fueres, haz lo que vieres.

Yo me he adaptado, lo reconozco: me tiro todo el día representando el papel del extranjero modelo desde que salgo de casa hasta que vuelvo a entrar. Hago reverencias, pido permiso cuando paso delante de alguien, nunca digo que no directamente sino que pongo caras… Pero ¿hago bien? ¿no debería ser yo mismo?, quizás el chino disfrute comiendo con la boca abierta porque es lo que ha hecho siempre y puede que ni sepa que al resto nos molesta.

Aunque quizás la pregunta más importante es: ¿debería dejar de hacerlo aún sabiéndolo?

Yo ya no tengo la respuesta tan clara.

Aunque a la hora de comer quiera matar al pastababas de los huevos.

Casa Artista

Mira que le he estado dando vueltas al título para no poner el mismo que puso Guille, pero es que no encuentro uno mejor, menudos artistas, y además en su casa que estaban.

El caso es que el viernes pasado nos fuimos unos cuantos a un tablao flamenco que tiene una familia de japoneses en Shin Okubo. Quedamos sobre las nueve y media, pero Guille y yo quisimos saber llegar (que lo dijo un arriero y, por tanto, es importante) y nos fuimos un rataco antes a un izakaya a prepararnos.

Cuando ya llegaron todos una horilla y pico más tarde, para allá que nos fuimos. Uno entra en el local y se encuentra con sillas típicas de estas del culo de cuerda, todo decorado con abanicos, castañuelas, carteles de toros… y cuando estábamos ahí ya sentados en la mesa de repente llega el jefe del bar con unas patillas que parecían los brazos de Alf pero en gris, vestido con una camisa roja enseñando pelamen pechil a lo Michael Knight y va y nos trae unos platos con pipas.

¡Aquello prometía una jartá!

Aquí va una foto que sacó Guille:

Yo pondría un botijo por ahí en una esquina, y ya lo bordaba (que igual había, ojo)

La gente con la que fui no hacían más que preguntarle que a ver si iba a bailar, estos se las sabían todas ya. Y yo que me dejé la cámara en casa, mecagüen. Pero como tenía el mejor sitio para sacar fotos, Javi me pasó la suya y ahí estuve afotando mientras el patriarca tocaba la guitarra, la mujer cantaba y los demás iban bailando:

Soy un total negao en esto del flamenqueo, pero a mi me parecía que lo hacían muy bien

Y menuda pasión le ponían, madre

Y aquí el niño de la patillaexagerá tocaba pasote de bien

¡Además que era un salao!

Menudo arte! Como arte también tiene el que diseñó el menú del local (foto también arramplada del blog de Nere y Guille, hoy ando de mangui…)


La cosa es que no sólo estuve afotando, sino que también estuve agrabando!! así que aquí podréis ver al hijo de la familia (es un chico) bailando como un campeón. La señora cantaba muy bien también, aunque ponía la boca que parecía que estaba con el Listerine y yo creo que la mitad del castellano se lo inventaba:

Y bueno, eso por no hablar de un figura que había en el local que daba más miedo que tirar de la cadena en un avión estando todavía sentado. Por supuesto, hubo foto:

El tío no es que tuviera un tatuaje, es que parecía un tebeo de Mortadelo

Aunque yo me quedo con esta otra:

Me gana, me gana

Me pareció que tienen el asunto muy logrado, y que si venís a Tokyo merece mucho la pena ir a verlo porque es curiosísimo y seguro que os encanta. Además, ponen pipas.

La página web no tiene ningún desperdicio en absoluto tampoco.

Tanto me ha gustao, que lo he metido en las ikuexcursiones, mira tu, para mi esto es algo más recomendado que subirse a la Tokyo Tower, por ejemplo:


Mi día

Mi día empieza con música que suena enlatada desde dentro del teléfono móvil y se atreve a interrumpir mis sueños. Mi día es preparar un café, y pretender que es un desayuno. Es encontrarme en el espejo y a veces descubrirme mirando fijamente a los ojos del que tengo delante como si quisiese saber qué piensa realmente esa otra persona que soy yo.

Es un viento frío que me obliga a caminar deprisa a la vez que una canción eclipsa un sentido mientras los otros cuatro se impregnan de vivir donde vivo. Es un tren siempre lleno, y siempre de desconocidos. Son unas horas delante de un ordenador, un paseo robado al salario, un ir y venir de preocupaciones muchas veces enmascaradas por alegrías y tristezas.

Es que me visiten a la mente personas que no están conmigo y que antes estaban y ahora se cuelan sin que ellos lo sepan. ¿Cómo estarán? ¿qué estarán haciendo ahora? ¿se acordarán ellos de mi?

Es un libro en castellano que me ayuda a recordar de dónde vengo en medio de casi no saber dónde estoy.

Es ponerme un traje blanco y que durante hora y media no importe nada más que sintonizar cuerpo y mente para intentar volver a sentir esa satisfacción de haber entregado lo mejor que pude dar. Es hacer del honor y del respeto mi guía sin dejarme engañar por el falso valor de los halagos, las derrotas o las victorias. Sin importar que el cuerpo se queje al día siguiente, porque mando yo y no él, y seré yo quién decida cuando parar.

Es compartir tiempo con una persona que casi me dobla en edad y con los suyos, que ya hace mucho que siento como míos. Y charlas en mexicano, y carcajadas, ilusiones, sueños y sentimientos que no entienden de idiomas porque de tanto sentirse, se expresan desde lejos sin ni siquiera abrir la boca.

Es dejarme cuidar por mis amigos, mis profesores, mis compañeros. Satisfacer curiosidades sobre mi lugar de origen, mi forma de ser, mis manías y rarezas. Es compartir mi día con otros días de otras personas y recalentar el alma a base de arrimarla a otras almas.

Es preparar un té a invitados a veces desconocidos intentando que cada movimiento se convierta en un gesto y que cada mirada estudiada trate de parecer espontánea. Es que durante tres horas el detalle sea tan tenido en cuenta que se pierda su concepto. Que me traten como uno más sin serlo, pero siéndolo.

Mi día es que haya muy pocas veces donde uno sepa con total certeza qué está ocurriendo o de qué se está hablando y sin embargo acostumbrarse a ello consiguiendo reaccionar con naturalidad. Es que a veces parezca que falten horas mientras que otras es como si no se acabase nunca.

A mi día vienen recuerdos de otros días y hay también un hueco para los sueños y esperanzas puestas en otros muchos que vendrán.

En mi día también hay noche, pero es secreta.


Setsubun

Hoy es el día del Setsubun en Japón.


¿Qué?, como si os digo que es el día del tacatón leré, ¿no? No pasa naaaaada, ya os cuento yo la historia que para eso me he enterao. Aunque ahora que lo pienso: yo lo que sé es porque lo he leido en el blog de Nora, así que con su permiso, pongo el enlace y mejor que lo leáis vosotros mismos y luego ya si eso seguís conmigo:

¿Ya os lo habéis leido? ¿seguro?. Bueno, vale, nos fiaremos. Pero es que hoy estoy muy mandón, así que antes de lo mío, os tengo que poner un video que hicieron Ale y Ai que está muy chulo sobre el tema. ¡Vedlo vedlo!

¡Espera! que resulta que en escuchajaponés, Ale y Ai nos han dejado un especial también!!.

Ahora viene lo mío!. Como el año pasado nevó y se canceló, hoy me he propuesto no perdérmelo y para el templo de al lado de mi casa que me he ido. Allí había mucha gente, y eso que estamos entre semana y eran las tres de la tarde, aunque también es verdad que la media de edad estaba en torno a la Bimbambún, más o menos.





Claro, yo después de ver el video de Ai y Ale, y la explicación de Nora, pensaba que iba a salir un tío ahí disfrazado de demonio y que todo el mundo le iba a tirar semillas de soja tostadas gritándole eso de «el diablo pafuera, el diablo pafuera, la suerte padentro, la suerte padentro». Así que, cámara en mano, me he pegado un susto del copón cuando ha pasado lo que ha pasado… intentad no marearos, que yo no sabía ni pa donde apuntar!

A mitad he cogido una bolsa de las que han tirado, pero se la he dado a una señora porque me ha puesto una cara la pobre… Pero los dioses me lo han agradecido y después he tenido la suerte de coger otra. Bueno era que o las cogían o me daban en la cabeza.

Cuando he llegado a casa y me he puesto a comer tantas como mi edad, resulta que no llegaba!!! la leche que bajón!!. En fin, para consolarme, me he comprado unos diablillos y unos fideos soba especiales por ser el día de hoy y me han regalado hasta una careta.



Y en la clase de té, también hemos tenido celebración especial:



Y hasta el tío de la tienda de golf me ha maqueado a Godzilla para la ocasión:


Vaya día curioso…

¡¡Por cierto, no me crece el pelo ni patrás!!

Tío Tosca, tío Tosca

– Cuéntame otra vez el cuento ese del sitio de las casas esas altas que hay tantos vecinos

– Vaaaale. Te lo cuento, pero me tienes que escuchar muy atenta, ¿eh?, que siempre te duermes y luego no sabes el final.



Todo empezó en un país que está muy lejos de donde vives tú, porque el mundo es muy grande ¿sabes?, y hay mucha gente que es muy distinta que tu y que yo. En este país tienen los ojos de otra forma, y las chicas llevan el pelo laaaargo y es negro, y por la calle hay muchos señores que van siempre con traje.

– ¡Como los ministros!


– Jaja, si, como los ministros, con corbata y todo, aunque yo creo que estos trabajan más. Bueno, pues mucho tiempo atrás hubo una guerra y aunque en todas las guerras yo creo que todos pierden, en ésta oficialmente los que perdieron fueron ellos. Y la capital del país, que es como Madrid pero allí y sin Pirulí, quedó destrozada porque muchos aviones tiraron bombas.

– Alaaa, jo

– Si, pero no te preocupes porque ¿sabes qué hicieron?, pues como todo estaba muy feo y muy sucio, se pusieron a trabajar todos unidos y consiguieron limpiar todo el tinglado y

– ¿Qué es un tungrado?

– No no, «tinglado», es como todo el lío, el jaleo…

– ¡Pues dí jaleo, que jaleo si te entiendo!

– Vale vale, perdona, perdona… Bueno, pues te iba diciendo que entre todos, hicieron que el país pasase de estar destrozado a que fuese uno de los más ricos y prósperos del mundo. Próspero significa que trabajaron mucho para hacer las cosas muy bien y todo el mundo quería comprarles coches y cosas electrónicas, y entonces ganaron mucho dinero y pudieron construir …

– Tío tío, tengo pis

– ¿No te puedes esperar?

– Noooooooouuuuoooooo!!!!

– Vale vale, no grites, venga, te enciendo las luces del pasillo y vas tu sola como la última vez, ¿vale?.

– Vaaaaale

– ¿Te has apañado tu sola?

– Claro, ya soy mayor, soy más alta que Luis, que tiene piojos y su madre le lava la cabeza con vinagre y huele raro

– Jaja, es verdad, siempre se me olvida! te decía que como ganaron tanto dinero, pudieron construir muchos rascacielos, que son casas muuuuuy altas donde trabaja muuuuuucha, pero mucha mucha gente.

– ¿Cómo en el codte ingles?

– Más

– Más que en el codte ingles no me lo creo, porque alli trabajan cienes de gente y venden de todo.

-Pues creételo porque ya te he dicho que el tío Tosca no te va a mentir, como mucho te contaré tonterías, pero mentirte no.

– Jaja, tontedias

– Y como son tan altas estas casas, todo el mundo mira para arriba cuando las ve y te dejan subir arribotas del todo y puedes mirar por la ventana a la gente de abajo que casi no se ven porque son pequeñitos pequeñitos, como los pitufos.

– ¿Qué son los pitufos?






– Joe, no me digas que no sabes quienes son los pitufos… ¿no lo dan por la tele?, madre mía que viejo soy. Son unos dibujos animados que son muy bajitos y viven en setas de lo pequeños que son. Ya sé, como David el Gnomo!

– ¿Qué es David el mono?

– Otros dibus… bueno, es igual, que se ve a la gente muy pequeñita, y si uno mira para arriba parece que se pueden tocar las nubes con solo levantar la mano. Por eso se llaman rascacielos, porque de tan altas que son las casas, parece que tocan el cielo.

– ¿Pero al cielo también le pica? A mi a veces me pica el brazo y si me lo rasco se me pone roooojooo y mamá me chilla

– Jaja, pues igual si que le pican las nubes o algo, vete a saber

– ¿Y tienen uñas?

– Nooooo, ¿cómo van a tener uñas?, tienes cada cosa, jajaja

– ¿Te digo una cosa? quiero subir a una casa de esas que rascan y ver a señores pequeñitos con trajecitos y reirme

– Vale, pero tienes que ser un poco más mayor

– ¡Yo ya soy mayor!

– Un poco más

– ¿Cuánto de gande?

– Cuando llegues a los interruptores para encender la luz tu sola, te llevo a uno

– Vale, pero tienes que sacarme una foto que ya sé salir y no cierro los ojos ni nada

– Vaaaale. Pero ahora ciérralos que ya es tarde y tienes que dormirte…







– Hasta mañana tío

– Hasta mañana

El táper de hojas de lechuga

Otro clásico de mi alimentación que ya manejo con soltura y cierto gracejo. Así que es menester que semejante envasado y presentación sea analizado para algarabía y festividad de la madre de Peneke.

Me estoy refiriendo, conikuciudadanos, ni más ni menos que al:

¡Táper de lechuga!

En efecto, uno va al súpermercado y aunque también hay bolsas estilo Florette, lo que llama la atención al Penekeojo experto es esto:

Haciendo honor a su nombre: un táper con hojas de lechuga puestas ahí como folios unas encimas de otras

Las hojas son perfectas: el mismo tamaño, ni una parte marrón… dan ganas de hacerse un póster (Que lo llamaríamos «El póster lechugero» y seguro que triunfaba en el Guggenheim, visto lo que suele haber colgao)

Pero como hay que alimentarse, lo que yo me hago son unas ensaladas que no se las salta un manatí perdiguero!