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Los ciervos de Nara y Miyajima

Yo cuando fui a Nara no tenía ni idea de que había ciervos por allí danzando. Y fíjate, me acaban de contar ahora mismo que son un problema como las palomas y que de vez en cuando se hacen batidas por parte del ayuntamiento para llevarse unos cuantos por delante.

La verdad es que me llamaron mucho mucho mucho la atención, yo creo que sólo había visto uno de verdad una vez subiendo a un monte de mi pueblo que se asomó un tío postizo de Bambi por allí dando saltos y echó a correr en cuanto me vio. Así que en Nara no paré de sacarles fotos, pero muchas muchas, ¿eh?. Sin embargo, cuando me llevaron a Miyajima ya iba yo avisao y no me quedé tan pichicueter… por los ciervos, claro, porque el lugar anda que no impresiona ni nada!

Total, ahí va un compendio ciervítico ikusukiense!

:triki:
:ojetepalinvierno:
:gatostiable:

Hiroshima

Yo no sabía muy bien lo que había en Hiroshima. Bueno, no cabe duda que como todo el mundo, yo tenía claro lo que había pasado, la idea general que tenemos todos: la bomba atómica, población civil, ciudad desaparecida, radiación… también sabía que allí había un edificio que había quedado en pie y que lo tenían como monumento para no olvidar nunca lo que había pasado, que era muy gris y tenía una cúpula de metal que se había medio fundido.

Lo que no sabía es que Hiroshima es famosa por su okonomiyaki y mira, esa sorpresa que me llevé cuando me llevaron a uno de los restaurantes más famosos de la ciudad. Encima me advirtieron que la visita que íbamos a hacer después me iba a dejar bastante tocado, que uno no sale impune de un museo en el que se cuenta cómo y de qué manera murieron los que tuvieron la desgracia de estar debajo de la bomba más terrible usada jamás por la humanidad, que eso te lo llevas contigo para siempre. Así que aproveché y cogí bien de fuerzas antes de visitar lo que llevaba mucho tiempo posponiendo: el museo de la paz de Hiroshima.

Poco tardamos después en llegar al edificio superviviente, al Atomic Bomb Dome, rebautizado así por razones obvias pero cuyo nombre real era «Hiroshima Prefectural Industrial Promotion Hall». Poco sabía el arquitecto Checo que lo creó que iba a hacerse tan famoso pero encima no como se le ocurrió a él, sino medio derruido:


A uno le entran escalofríos en ese lugar, especialmente escuchando a los voluntarios que a sus pies suele haber, contar cómo momentos después de la detonación, los que se estaban literalmente quemando vivos se tiraban a aquel río de aguas cristalinas que teníamos al lado, muriendo prácticamente al instante dejando un reguero de cadáveres flotando en la dirección de la corriente.

El museo, que está a cinco minutos andando al otro lado del río, cuenta cómo era la Hiroshima de aquella época: un importante centro logístico militar durante la guerra donde a los estudiantes se les obligaba a demoler edificios para crear cortafuegos por temor a ser atacados con bombardeos como la lejana Tokyo. Poco se imaginaban la que se les venía encima en realidad.

Después de introducir la ciudad, van dando datos de la bomba: día, hora, donde y a qué altura explotó, temperatura alcanzada, radio de devastación. Algo que desconocía y que me impresionó mucho es que la presión fue tal que los cristales de los edificios salieron disparados a tanta velocidad que cortaban literalmente todo, incluso se pueden ver paredes con cristales incrustados, no quiero ni pensar lo que les haría a las personas.

A medida que uno va avanzando en el recorrido, se empiezan a contar historias personales de víctimas donde es prácticamente imposible no emocionarse, aún más con lo que se expone: la ropa que llevaban en ese momento que quedó destrozada, objetos metálicos totalmente fundidos… aunque quizás lo que más impacta es ver a los maniquís con la piel colgando representando los instantes después de la detonación…

De estas historias la más famosa es la de Sasaki Sadako, la niña que murió por los efectos de la radiación pero que no dejó de hacer grullas de papel prácticamente hasta el final de sus días, confiando en que así se curaría. Viendo algunas de estas grullas que tienen allí expuestas es cuando ya no pude aguantar más las lágrimas…

Alguien me decía que el museo estaba hecho a propósito para que uno saliese de allí tocado y le dí la razón: está todo contado de una forma dramática, de manera que es prácticamente imposible que alguien permanezca indiferente ante lo que se le cuenta. Pero es que si uno se para a pensar en el disparate que fue todo… no sé de que otra manera se podría…

Quise volver a la noche a fotografiar el Atomic Bomb Dome, pero por alguna razón no fui capaz de permanecer allí en la oscuridad más de diez minutos porque estaba muerto de frío. Y hacía cerca de 20 grados.

Miyajima

Tu sabías que noviembre me venía guerrero, que me tocaría batirme a patadas y puñetazos una vez más contra otros de blanco. Que después aparcaría los entrenamientos de Karate y el plan del tercer dan para que las agujetas de las piernas fuesen por carreras entre calles de Tokyo. Sudor del de correr con ganas, que me permitiese hacer un buen papel en las medias maratones del Fuji y Yokohama. Sabías que en todo esto mi archienemigo el puto frío del invierno estaría enfrente para doblegarme la voluntad, marchitarme las ganas y lacerarme el ánimo, pero también sabías, quizás mejor que yo, que rendirse no venía en la carta, que no se podía ni pedir ni plantear, que eso es más de otros.

Lo que yo no sabía es que ese fin de semana que quedaba libre apenas unos dias antes de empezar con todo lo que se me venía encima, lo tenías tu ya pensado: un viaje, los dos solos, para recuperar fuerzas que todavía no se habían ido, para olvidarse de lo que todavía no había pasado, para ser menos unos y más los dos.

Y a Hiroshima, ni más ni menos. Anda que se te olvidan a ti las cosas… sólo hizo falta mencionarlo una vez antes de ni siquiera empezar a pensar en que quizás algún día íbamos a estar casados, así de pasada, que todavía no había ido y me gustaría mucho estar en semejante lugar. Y no se te olvidó, aunque a veces no sepas donde has puesto las llaves, aunque te dejes el móvil en casa la mitad de las veces. Pero no, señorita mía, parece que te llevabas acordando desde hace mucho y te encargaste de maquinar que todo cuadrase en el mejor de los momentos.

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A mi.. qué decir. A mi si que nunca se me olvidará que cuando montamos en aquél ferry por la noche y vimos los primeros ciervos, tu te me abrazaste porque de noche te daban miedo. No te lo dije, pero a mi un poco también, sobretodo cuando aquél empezó a bramar, o lo que sea que hagan, mientras nos miraba fijamente como desafiándonos. Y bien frío que hacía, ¿eh?. Pero tampoco me acuerdo mucho porque pasear entre ciervos bajo millones de estrellas con las olas del mar de fondo le calienta el alma a cualquiera.

Eso si, me tienes que perdonar porque no supe qué decir en aquél momento, si, mujer, ya sabes cual, cuando la puerta torii apareció imponente en medio del mar y me quedé sin habla. Claro, tu ya la habías visto más veces, pero yo sólo en fotografías y nunca de noche y… por supuesto, ni en sueños con alguien como tu de la mano.

¿Te acuerdas que tuvimos que volver corriendo porque salía el último ferry? y nosotros sin saberlo, aunque claro, bastante raro era que prácticamente no hubiese nadie por la calle en semejante lugar. Y todo lo que no dije una hora antes lo solté con propina en el tren camino del hotel en Hiroshima, seguro que de eso no te olvidas tu. Estaba tan contento, tan feliz… que te tuve que poner la cabeza como un bombo.

¿Y la vuelta al día siguiente?, no pude casi ni dormir, hasta el servicio del hotel me pareció lento. Yo sólo quería acabar de desayunar para soñar de día cuanto antes el sueño de la noche anterior, ¿de verdad habíamos estado allí?, hasta que no volviese no me lo creería del todo. Ya dentro del barco pensé en que no había apenas nubes en ese cielo que una docena de horas antes estaba tamizado de luces, ¿también de esto te habías encargado tu?, no me extrañaría nada, ahora que claro, tu tienes enchufe con el que me manda ahí arriba con esto de ser de templo.

Y qué más puedo decir… sólo se me ocurre pedirte perdón por todo el tiempo que estuve sin estar contigo por sacar fotos. Y darte las gracias, una vez más. Gracias, gracias, gracias gracias.

Gracias.