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OndaVasca, Vascos con Jet Lag

Hace unas semanas ya que me contactó un paisano mío de Zalla que es locutor de radio en Onda Vasca para hablarme de una sección de su programa en la que hablan con vascos que están viviendo en otros países. Me hizo mucha ilusión porque además resulta que nos conocía del pueblo y me contó incluso anécdotas de mi hermano Javi que yo no sabía.

Hubo una temporada en la que hablaba por la radio cada poco colaborando en distintos programas y la verdad es que lo echaba mucho de menos a la vez que me puse bastante nervioso los minutos antes de recibir la llamada. Luego ya me solté bastante y como se puede comprobar en la grabación, no hubo huevos a que me callase, jajaja.

A mi me hace bastante gracia escucharme, ¡a ver qué os parece a vosotros!

:pirata:

¡¡ Muchas gracias Alex !!
:gustico:

Japonian bizi naizけどこれわかって嬉しいです

«Cuidado con el vasco que nos hace kale borroka» decía en bromas un amigo de aquí al poco de conocerme, ahora que también le decimos de todo al catalán cuando llega la hora de pagar la cena… me parece algo muy sano, que nos hayamos juntado de muchos lugares distintos de España y que cada uno sepa reírse de lo suyo sin que haya absolutamente ningún problema.

El caso es que yo soy tan euskaldun-zaharra como mis años, vamos, que soy vasco de casualidad porque nací allí cuando mis padres decidieron que la vida parecía ser mejor por el norte y se fueron a vivir cerca de Bilbao desde cerca de Badajoz. Sé Euskera porque era asignatura obligatoria en mi querido EGB y odiados BUP y COU de entonces. He de decir que me gustaba y se me daba muy bien, no tuve nunca ningún problema en aprobar ningún examen y todavía hoy entiendo prácticamente todo si leo algún periódico o veo la televisión en este idioma, aunque ya no soy capaz de hablarlo; para mi cerebro, todo lo que no es castellano o inglés, es japonés y es prácticamente imposible que hile una frase entera sin meter un par de nes japoneses por el medio. Nire izena Oskar da ね, Japonian bizi naizけどこれわかってうれしいです.

A los que venían a trabajar de fuera de Euskadi les llamaban «maquetos» o «desertores del arado», incluso yo cantaba la canción aquella de Platero sin saber qué significaba… «no eres más que un desertor del arado que has venido aquí a molestar». Lo de maquetos no sé muy bien de donde viene, lo segundo duele, y más sabiendo lo mucho que mis padres se sacrificaron empezando desde cero hasta sacar adelante a tres machotes Toscanos como nosotros. También sé que nunca tuvieron ningún problema por ser de fuera, diría que al contrario, en mi pueblo se les quiere igual o puede que más que en el suyo propio, quizás porque llevan bastante más de la mitad de su vida allí.

Yo tuve amigos de todos los palos: hijos de inmigrantes de distintas zonas de España, hijos de inmigrantes de otras zonas de Euskadi, hijos de nacidos en el mismo pueblo… lo cierto es que nunca se ha diferenciado claramente, nunca nadie me hizo notar que mis padres no eran de allí y por tanto yo era menos vasco que otros. Todos compartíamos el mismo balón en el recreo y si nos peleábamos, era más por chicas que por procedencias o creencias. Sin embargo, fuera no se tenía tanta indiferencia, recuerdo una vez que fuimos a un campamento a un pueblo de Burgos del que tuvimos que salir corriendo esquivando piedras porque «éramos vascos hijos de tal, y de la ETA como poco».

La época adolescente fue bastante más relevante: amigos de la infancia de repente empezaban a vestir prácticamente igual con aquellas camisetas de rayas y los palestinos en el cuello, y ya no quedaban con nosotros como antes. Les veías en la herriko taberna del pueblo, y a veces en manifestaciones en la plaza detrás de pancartas con fotos de presos de ETA que estaban en cárceles lejos de Euskadi. Nunca dejamos de tener trato, o de saludarnos, más bien cada uno iba a lo suyo y si se coincidía, no se hablaba del tema.

«Oir, ver y callar» me dijo muchas veces mi padre cuando le contaba que había visto alguna cosa rara en el instituto o preguntaba sobre los carteles que empapelaban el pueblo día si y día no.

«Tu no te metas y no digas nada, por si acaso».

En mi época de universidad, cuando empecé a ir a Bilbao a ver venir el amanecer entreniéndome por el casco viejo, viví quizás los momentos más crudos. Los beltzas, la Ertzaina con pasamontañas, escudos y escopetas de bolas de goma no dudaban demasiado en disparar contra la gente en cuanto se escuchaban cuatro o cinco gritos en favor de ETA, dando igual si uno estaba allí entre medias por casualidad. Ahora que también llegué a ver a gente de mi misma edad quemando contenedores e incluso arrancando cachos de acera a base de estampar vallas de obra para hacerse con piedras que tirarle a la policía.

Los atentados los veíamos por la tele, como prácticamente todo el mundo. Y al día siguiente nadie comentaba nada. Así estaban las cosas, o así las recuerdo yo, como también recuerdo lo de Miguel Ángel Blanco y como a partir de ese horroroso día todo empezó a cambiar y ya se empezó a callar mucho menos. Supongo que fuera de Euskadi, la imagen que se proyectó, que en mi opinión es la que debería haberse sabido siempre, fue la de que la inmensa mayoría estaba totalmente en contra de lo que venía pasando desde muchos años antes.

Yo me vine para acá, por azares de la vida y aunque nunca he desconectado del todo, si que me he olvidado de los carteles, las manifestaciones y las pintadas, de los atentados, de que había, y sigue habiendo personas que sienten que necesitan escoltas, de los palestinos y las camisetas de manga larga a rayas… y sin embargo, hoy me he alegrado como nunca al saber la noticia. ETA deja definitivamente las armas, o eso dice. Ojalá todo se arregle, y cuando vuelva a Zalla con Chiaki pueda contarle, en pasado, lo que todavía es, por muy poco, casi presente.

NHK
Reuters
Yahoo Japan
Asahi.com
CNN Japan

Bilbao

Es la ciudad que queda a unos 20 kilómetros de mi pueblo y que no pisé sin la compañía de mis padres hasta que tuve cerca de 15 años. Recuerdo ese día, en el que la mayor parte de mis amigos iban al cine, pero a mi no me dejaban. Yo estaba allí con la chamarra puesta discutiendo con mi madre en la cocina de mi casa mientras desde la ventana se veía a todos mis amigos esperando al tren en la estación. No tenía permiso, y mucho menos dinero, pero aún así yo no daba mi brazo a torcer y suplicaba que me dejara hacer lo que todos.




Como madre sólo hay una, y como la mía ninguna, me ví sacando «ida y vuelta a Bilbao» con todos mis amigos apenas unos momentos antes de que llegase el tren. Y aunque no recuerdo qué película vimos, si sé que el dinero me llegó para comprar palomitas y que llegué a casa pensando que ya era mucho más mayor que la edad que tenía.





Otras veces iba con mis abuelos a ver a mi primo a Basauri, y si esto pasaba, normalmente dormía en su casa para poder estar en la estación con tiempo. Bueno, por eso y porque en casa de los padres de mi padre siempre se estaba bien a pesar del volumen de la televisión que se escuchaba desde fuera del edificio sin problemas. Ellos jugaban a las cartas mientras yo les miraba y me reía, y a él le chivaba las cartas de mi abuela, aunque daba igual porque siempre perdía y se enfadaba porque mi abuela, encima, «era una trampoliñas».

Y en el tren, camino de Bilbao, él trataba de enseñarme los nombres de las estaciones que se sabía de memoria mientras ella sujetaba los billetes de cartón en la mano, para que no se perdiesen durante los más de cuarenta minutos que duraba el viaje.


Unos años después cambié las visitas esporádicas al cine y a las rebajas por la rutina diaria de ir a la universidad. Día tras día, mes tras mes, año tras año fui descubriendo que la ciudad era mucho más pequeña de lo que mi imaginación creía y hoy en día no entiendo cómo me pude perder tantas veces.




La carretera sustituyó a los andenes, y a la carretera las llaves de un piso, y entonces Zalla pasó a significar visitar a mis padres mientras que el puente de Deusto, Abandoibarra y el Casco Viejo ya eran barrios de mi ciudad como lo son ahora Shibuya, Asakusa o Kugahara.



Hace dos semanas pasee por Bilbao consiguiendo que mis pupilas se desintoxicasen de neones, que mis piernas se desacelerasen, que mis oidos se acostumbrasen a entender lo que escuchaban sin poder evitar sentir vergüenza al hacerlo después de un tiempo, que sin ser tanto, me pareció una eternidad.

El olor de los puestos de castañas asadas me recordó al barrio chino de Yokohama, las tiendas de ropa se me antojaron vacías, las casas me parecieron enormes y los parques diminutos, los edificios preciosamente antiguos, las calles sucias pero llenas de vida, los transportes lentos y sujetos a un azar que había olvidado, las gentes ruidosas…



Y como si yo fuese el protagonista de una obra de teatro que dura ya 32 años, no puedo más que sentirme agradecido de haber vivido, de haber conocido, de haber actuado en escenarios tan maravillosos… por lo distintos.



Santo Tomás

Todos los que estén en esta parte de Bilbao (no la del barrio de Tokyo sino un poco más al centro) seguro que conocen lo que pasa este día. Se trata de que todos los agricultores se vienen a exponer y vender sus productos ahí en un ambiente todo chulo, y aunque la gente jóven comprar quesos no es que compren mucho, si que nos vamos a las txoznas a comer talo con chorizo y a beber txakolí (nótese que he dicho «nos»)

Encima que menudo día que hizo, que por lo visto llevaba lloviendo por aquí dos meses!!

Total, que allí todo el mundo está en la calle comiendo y bebiendo desde por la mañana, y que se lo pasa uno más bien que ni sé. Así que a mi me faltaban manos para comer talo después de un par de años…

Patatas, pimientos… de todo y de calidad, oiga. Ya echaba yo de menos estos ambientillos, ya

Y muérdago!! ya estoy pensando a ver como les cuento yo lo que es esto a Akira y compañía…

Ahí ahí, vuelta y vuelta, y bien de grasilla que es como mejor sabe!

Tampoco es esto tan diferente de un matsuri… a los niños también se los viste guapísimos!

Esto de estar sentado en el suelo ahí pimplando… ainsssss

Aunque tengo que reconocer que después de haber salido la noche anterior, y del jetlag que llevaba encima, a las tres de la tarde estaba en casa durmiendo la siesta… Pero me encantó ir, las cosas como son!

Me cuidan, me cuidan

Buff! por fin he conseguido arramplar un poco de internet aquí en casa de mi hermano…

Aunque los trenes van medio vacíos y nunca llegan a la hora ni me acabo de acostumbrar a saludar a gente por la calle, que sepáis que me están cuidando muy bien y que me estoy poniendo tibio!!

Ole mi señora madre cómo corta jamón, ole, ole y ole!!!

¡¡ Chatos, que la cosa os vaya

muy ikubien estos días !!


Por cierto, pedazo de sobrina guapa que tengo, majos… ya os la enseñaré, ya!