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Clases de cocina para japoneses, el vídeo

Un día se nos ocurrió llevar a Carlos a las clases de cocina para japoneses que organiza el tío Chiqui conmigo a los mandos de la traducción simultánea albacetoshibuyense. De ahí estaba claro que tenía que salir algo bueno, la espera ha merecido la pena…

:gustico:

Clases Cocina Española[ JP] del CaDs en el Vimeo.

¡Actualización!
:felicianer:
¡la versión con textos en castellano!

¡¡ Gracias Carlos !!
:gusteresque: :cocinicas: :gusteresque:

El casamiento

He de confesar que siempre me ha emocionado la canción de Ale y Ai, la de «Nos hemos casao» con su versión en japonés y todo «Mitsuketa yo». La escuché por primera vez cuando la cantaron en su boda y me encantó. Recuerdo estar sentado en el suelo al lado de sus padres, y que su madre me dijo algo así como «hay que ver que loco está mi hijo», y a mi simplemente me parecía todo genial porque no podía parar de reír. La habré escuchado muchas veces desde entonces y es de las pocas que recuerdo que sonaron en el iPhone cuando corrí la maratón. No sé que será… creo que es el concepto el que me emociona más que la propia música: que dos personas de países tan lejanos se casen y que les de por cantar en su boda juntos medio disfrazados en el comedor de un ryokan con el objetivo de que los que allí estábamos nos lo pasásemos todavía mejor sin importar si veníamos de las Hispanias o de los Japones.

Nada que ver con otras bodas en las que he estado. Desde entonces siempre he pensado en que si yo me casase, me gustaría que fuese así: entre amigos sentados en cualquier lado haciendo lo que a cada uno le apeteciese sin normas de etiqueta, ni sobres con dinero, ni caducas costumbres de otros tiempos que nada tienen que ver conmigo, con nosotros.

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Y mira por donde que me he casado, y con una japonesa también. Hay que ver. Ojalá salga la cosa la mitad de bien que les está saliendo a estos dos.

El caso es que todavía no ha habido boda como tal, por varias razones. Sin duda, la más importante es que mi familia no está aquí y no es algo que se pueda remediar de un día para otro porque necesita de cierta planificación eso de venirse una o dos semanas a Tokyo a atender al chalado del hijo pequeño que menudas lía siempre. Pero no queríamos esperar más, porque ya no tenía ningún sentido, así que nos casamos por lo civil, que es, al fin y al cabo, lo que quería contar yo hoy aquí: cómo se casa uno en Japón.

La principal historia es que necesitas que tu embajada te de un papel y la verdad es que todo se centra en eso: una vez que tienes ese papel, el gobierno japonés no te pone absolutamente ninguna pega y todo va como la seda (mucho más si te firma de testigo ni más ni menos que el Sr. Picachu, eso aquí otorga privilegios!).

Aquí va una lista de lo que te piden en la embajada de España en Japón:

– Certificado literal de nacimiento
– Certificado de empadronamiento
– Fotocopia del DNI o pasaporte

Esto para los dos, pero, ojo: hay que enviar el asunto en castellano. Es decir, que en mi caso el certificado de empadronamiento me lo dan en japonés porque estoy aquí y por supuesto, los papeles de ella están todos en perfecto japonés del Japón, así que traducción al canto que tienes que hacer por tu cuenta. Siendo éste como es uno de los pocos trámites que la embajada provee, no acabo de entender porque no lo hacen ellos mismos, por cierto.

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Gracias a Mireia y Yuta, que son los que nos han ayudado desde el primer día a asustarnos un poco menos con todo el papeleo (¡¡gracias Mirea y Yuta, todavía os debemos esa cena!!), pudimos traducir todo más o menos decentemente y así lo enviamos por correo. Llegados a este punto he de decir que toda comunicación con la embajada fue por email con una persona encantadora que además contestaba a los mensajes en el mismo día facilitando todo tipo de información. Y digo «he de decir», porque había oído todo tipo de quejas de los servicios de la embajada, y no ha sido el caso, ni de lejos (la nula presencia cuando el terremoto y la crisis de Fukushima es otro cantar).

Una vez enviados y comprobados los papeles, recibimos un email en el que nos dicen que se «publican los edictos» por un plazo de 15 días. A mi palabras como «edicto» me dan urticaria porque no las entiendo, pero mayormente esto venía a decir que mandaban documentación a España, comprobaban que yo no era ya patriarca de una familia con siete hijos allí y que pinchaban un folio en el tablón de anuncios de la embajada anunciando que el menda y su futura planeaban casarse, así que si a alguien se le ocurría algún impedimento totalmente falso e infundado, tendría un par de semanas para ladrarlo o callarse para el mayor jamás de los jamases.


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Pasadas las dos semanas, vuelta a los emails para concertar la entrevista con el «Encargado del Registro Civil». Este era el trago más temido de todos: que alguien que no me conocía de nada se atreva a juzgar si Chiaki o yo estamos juntos más por papeleos que por amoríos me chamuscaba las venas. Más, si cabe, después de que un buen amigo que también se casó hace poco me contase su experiencia con un viejo amargado que hizo poco más que perdonarle la vida. Mucho más de lo que yo estaba dispuesto a tolerar, cuántas veces me imaginé la escena: «mira, tu trabajas para mi, estás a mi servicio así que vamos a dejarnos de gilipolleces que no estoy dispuesto a tragar y haz tu trabajo que bastante tengo yo con tener que aguantar que un don nadie como tu tenga que formar parte de algo tan íntimo e importante para mi y los míos».

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No fue el caso. Pero ni de lejos. El señor Eduardo, el que nos hizo la entrevista en la embajada es un tío majísimo con el que el trámite se convirtió en una charla amigable sobre cualquier cosa menos juzgar lo que Chiaki y yo estábamos a un par de horas de hacer. Tanto fue así que le confesé que venía a la defensiva y que de verdad había sido un placer hablar con él. Ojalá coincidamos en otra situación con alguna que otra cerveza de por medio, así de bien me cayó.

Después pasó Chiaki mientras yo esperaba fuera desde donde sólo pude escuchar sus carcajadas. Coño, así si, menudo alivio firmar los papeles con alguien tan simpático. Y finalmente recibimos una hoja en japonés donde la embajada certificaba que todo estaba bien por mi parte, hoja con la cual nos fuimos al ayuntamiento de la zona donde vivimos en Tokyo. Allí nos esperaban Carlos y Fernando, el Cads y el Chiqui, que nos hicieron el inmenso favor y a la vez honor de ser los testigos y a los que tuvimos esperando más tiempo del que deberían… no calculamos demasiado bien los viajes en tren, gomen ne.

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Y en el ayuntamiento poco más que añadir: un formulario que rellenar, cuatro o cinco veces que aclarar qué es el Toscano que sigue al Oskar Díaz, y la firma de los dos que se confirmó con la de los otros dos, cuatro rúbricas que quedarán estampadas para siempre en un papel escondido en algún oscuro cajón del ayuntamiento de Chofu en Tokyo.

Después nos fuimos a ver Batman al cine y a cenar en un rascacielos de Ebisu desde donde se puede mirar hasta donde ya no se ve Tokyo, ¿qué te parece la cosa?.

Mientras escribo esto pienso en que nos quedan todavía dos o tres trámites más: Chiaki va a cambiar su apellido por el mío, tengo que avisar en la oficina, tenemos que abrir una cuenta conjunta en el banco… Ba, sin prisa, yo ahora aquí estoy, sentado en un sofá de Ikea que montaron entre Chiaki y su hermano mientras yo hacía lo propio con la estantería de la cocina. Sofá que uso poco, porque le he cogido gusto a sentarme en el tatami de la habitación. Un peluche de Totoro preside la sala, un Totoro vasco porque lleva una txapela que me traje del casco viejo de Bilbao. Shiina Ringo suele ponerle la banda sonora a la hora de preparar la cena si ella ha salido antes de trabajar que yo, o Sabina y quizás alguna canción de Gatibu en el caso en que yo haya fichado antes. El olor será distinto también alternándose entre aceite de oliva, salsa de soja, vinagreta, sésamo… habrá pan o arroz y palillos o tenedores según se tercie. Seguramente el aire acondicionado esté a tope y yo estaré con manga larga muriéndome de frío mientras trato de escribir tal o cual kanji bajo la atenta mirada y eterna sonrisa de mi mejor amiga con la que ahora sincronizo sueños y a la que a veces me encuentro dormida en el sofá cuando vuelvo tarde de Karate.

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Y con tiempo e ilusión ya estamos preparando la celebración del año que viene, allá por abril. A ver si conseguimos convencer a los míos de que vengan, de una vez, a Tokyo a ver cómo de bien estoy por aquí. Ojalá vengan todos. Más que una boda, será una reunión entre amigos donde sería genial que todos se animasen a hacer algo: un vídeo, cantar, bailar, un monólogo, hacer el pino puente… ¡lo que sea!, porque no se me ocurre mejor manera de celebrar lo genial que es que todos nos hemos conocido que reírnos juntos hasta mas no poder.

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La gente de Tosca: el Chiqui

Hace mucho, pero mucho tiempo que el infame albaceteño publicó una serie de entradas tituladas «La gente de Chiqui» en su manchego e internetil diario de a bordo. Me gustó mucho la idea, no sólo porque saliese yo, que también, sino porque me pareció una simpática forma de homenajear de alguna manera a los que nos rodean en esto de seguir dándole cuerda a la vida hasta donde llegue mientras se nos va enredando con unas u otras personas.

Tanto me gustó, que se la copio sin su permiso y que mejor que inaugurar esta nueva ikugaita dedicándosela a él. Vamos allá:

La gente de Tosca
– El Chiqui
:ungusto:

Como el volumen de su cráneo indica, es natural de Albacete y aunque no lo parezca, este hombre tiene un nombre más o menos normal: Fernando Picazo, pero la mayoría le conocerá por el Chiqui o el Ferpisan. Si le buscáis en twitter o en instagram, hacerlo por este último mote y ahí os saldrán fotos con veintisiete tags que harán que tengas que desgastar la yema del dedo haciendo scroll dos kilómetros hasta dejarlos atrás. No se lo tenemos demasiado en cuenta porque en realidad es nuevo en esto de la informática y mantiene la ilusión de que valen para algo, es tan bonico… hasta tiene cuenta en hotmail y todo… bueno con deciros que tiene un dibujo de él en pelotas como avatar del blog…

Y es que el Chiqui no se sabe muy bien en que trabaja aunque dice que es científico y alardea de que cuando ve The Big Bang Theory, entiende las citas de Sheldon y se descojona. Yo diría que si yo soy un rascateclas, el sería un abrebichos… no me cambiaría por él porque yo no sería capaz de hacer lo que cuenta, aunque estoy convencido de que su trabajo es infinitamente más importante y relevante que la comedia que hago yo. Fíjate: científico, ahí donde le ves, con la de cervezas que se casca cuando no miras…

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Mi historia con el Picazo se remonta al año 2008 cuando el simpático y torpe parásito cazador de elefantes vino a vernos a Tokyo. Si estabas registrado en la embajada, tenías invitación con la que podías llevar a un acompañante. Yo cuando aquello tenía algún que otro lío de faldas, pero ninguno a destacar tanto como para llevármela a ver a JC, así que planeé ir sólo. El Chiqui se enteró, supongo que por el blog, y me mandó un mensaje preguntándome si no me importaría que viniese conmigo, que él no tenía invitación. Yo no le conocía de absolutamente nada, pero tampoco me pareció mal así que accedí y allí que se vino con Nerea y Guillermo, a los que también conocí aquella misma noche. ¿Cómo iba yo a saber que aquel fenómeno encorbatado me iba a meter en tantas liadas?. Lo cierto es que después de aquello coincidimos algunas veces, pero tampoco demasiadas porque se volvió a la bella provincia manchega donde tan famosos son los… son las… a la bella provincia manchega que es Albacete.

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Notamos en Tokyo una perturbación en la fuerza cuando volvió algo así como un año después. Y volvió para revolucionarnos a todos: como el Zordor, no hay mail en el que él no esté, aunque a excepción de éste, él si que luego se presenta en las liadas. Entre otros saraos, se le conoce como co-organizador del hanamón, la genial ocurrencia de irse de hanami con un jamón pagado a escote y veinte barras de pan que zamparse debajo de los cerezos, cocinero oficial de las clases de cocina para japoneses que cumplieron su primer aniversario hace poco, el ya histórico viaje organizado al milímetro para que un grupo de Albaceteños viniesen a conocer Japón y la más reciente: la noche de monólogos en castellano en Tokyo donde se las ingenió para traer a Joaquín Reyes y Ernesto Sevilla que actuaron para todos nosotros.

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A mi me suele liar mucho, y yo encantado, claro: por ejemplo, soy el traductor de sus clases de cocina donde trato de contar en mi japonés de Zalla las instrucciones que nos hemos preparado más o menos a pachas aunque el muy perrete suele improvisar soltando adrede palabras que resulta imposible traducir allí mismo: «antiguamente en las aldeas de España se amasaba el pan y se cocinaba en hornos de leña que eran compartidos por…» me soltó una vez ahí mientras yo trataba de salvar la situación delante de veintipico japoneses, ¡será cabrón!.

También se vino, junto con Guille, a correr hora y pico conmigo a la maratón de Tokyo que troté en febrero… ahí si que le echaron huevos los dos porque yo me llevaba preparando cuatro o cinco meses, pero ellos se vinieron prácticamente de resaca y ahí que mantuvieron el tipo durante un buen ratazo!.

Ahora que la liada más parda en la que me ha metido es la de la noche de monólogos. Yo estaba de segundón porque la primera persona en la que pensó fue el galleguer que, afortunadamente, no aceptó. Digo afortunadamente, porque aunque en ese momento me intimidó mucho el asunto y me arrepentí bastante de haber aceptado durante las semanas siguientes, ha sido una de las mejores experiencias desde que llegué aquí y ojalá se pueda repetir de alguna manera.

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Y bueno, ¿qué más contar de Fernando?. Al margen de saraos y eventos varios, es un tío con el que se puede hablar de prácticamente cualquier tema, que puedes contar con él para hacer de todo: desde subir paredes en rocódromos perdidos de Ikebukuro hasta ir de excursión en moto a ver despegar aviones en Haneda y que nunca perderá ese humor que le caracteriza aunque le hagan comer natto, eso si, que no tiemble la tierra ni un poco así porque ya estará desayunando en Barajas.

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¡Ah! y es testigo de mi boda. Inmediatamente pensé en tres personas cuando me enteré que hacían falta testigos, uno no pudo venir porque estaba de vacaciones en España, pero los otros dos no podían haber sido otras personas, de alguna manera sentía que, sin ninguna duda, debían ser ellos.

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El Chiqui no defraudó y cumplió con creces porque le tocó escribir su nombre en katakana, y Picazo se escribe así:

ピカゾ

Pero él se lió y en vez de la «ZO», escribió un «TSU» que en katakana se parecen bastante… vamos, que somos la única pareja del mundo a la que nos ha avalado como testigo de enlace matrimonial el señor PIKATSU:

ピカツ

Él decía de pedir otro papel y corregirlo… no le habría dejado ni por ciento cincuenta millones de yenes, no pararé de contar esta historia mientras viva.

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En definitiva: uno de los mejores amigos que uno puede tener, un tipo al que tampoco cojo el teléfono, como prácticamente a casi nadie, pero la cosa es distinta con él porque después de ver la llamada perdida, respiro profundamente tres o cuatro veces y le mando un mensaje preguntado por el motivo de su llamada, con miedo pero con emoción… porque seguramente me venía a contar la siguiente que se le ha ocurrido preparar…

Tokyo, 13 de Julio del 2012

Hola,

¿Cómo te van las cosas? ¿te acuerdas de mi?, hace ya tanto tiempo que no me extrañaría que te hubieses olvidado, no del todo, pero seguramente no pienses en mi ya tan a menudo como hace unos años. Espero que no sea demasiado poco… yo todavía me acuerdo de ti aunque no sea siempre. Es curioso, me vienes súbitamente a la memoria, de repente, como si esos momentos fuesen hechos para ser vividos los dos juntos y el universo no tolerase que estemos separados… o algo así. No me hagas mucho caso, se me ocurren muchas cosas raras desde que vivo solo, será que tengo mucho tiempo para pensar. El otro día pensé que a veces las personas estamos conectadas, que nos conocemos aunque no nos hayamos conocido nunca. ¿No te ha pasado nunca?, a mi me pasa a veces. Hablo con alguien que acabo de conocer y me da la impresión de que hemos jugado de pequeño juntos o que nos hemos peleado o incluso me ha pasado que creo saber el sabor de sus labios como si hubiésemos sido amantes en otro tiempo y lugar. Y todo esto nada más vernos por primera vez. ¿Me estaré volviendo loco? un poco seguro que llevo estándolo desde hace tiempo, pero no le des demasiada importancia, son tonterías que se me ocurren.

Últimamente las cosas me van bien, te escribía para contarte esto mismo, porque de alguna manera me gustaría que lo supieras, quería compartir este momento contigo, esta vez aposta. Ya sabes que llevo en Japón unos años, más de los que se sienten en realidad, vivir aquí es tan fácil… Seguramente no te podrás imaginar cuanto porque no has estado nunca y a eso tenemos que ponerle remedio cuando antes. ¿Te conté que me mudé?, ahora tengo dos habitaciones y sitio más que de sobra para que me visites siempre que quieras, ni que decir tiene que te recibiré con los brazos abiertos porque siempre ha sido algo muy bueno verte y seguro que lo será sentirte cerca de nuevo como en los viejos tiempos.

Además que tienes que conocer a Chiaki. No sabría decirte cómo me ha cambiado la vida desde que la conocí porque es probable que no sea plenamente consciente. Solo sé que ahora me preocupo por dejar de sonreír queriendo porque resulta que siempre lo estoy haciendo y parezco mucho más tonto de lo que creo que soy, que mi corazón parece que lata sólo para contar lo que falta hasta que vuelva a ver a esos ojos mirándome desde tan adentro. ¿Ya sabes que nos vamos a casar?, ojalá puedas venir a la boda el año que viene. Ahora estamos con el papeleo, ¿te quieres creer que tengo una entrevista en la embajada?, una de esas en las que se aseguran que el matrimonio no es de conveniencia. Entiendo que tengan que hacerlo, pero me parece tan humillante, tan insultante que alguien que no sabe absolutamente nada de nosotros tenga que juzgarnos… Si fuese por mi, les sacaba de dudas pronto porque claro que me conviene tenerla a ella cerca, por lo menos por lo menos hasta que me muera. La quiero tanto…

Últimamente, además, no dejo de pensar en cómo serán nuestros hijos. Ojalá que se parezcan lo más posible a su madre, pero si pudiese elegir, me gustaría que tuviesen algo de mi hermano Javi, una pizca de esa ingenua y preciosa felicidad que a veces se le escapa cuando rie. También me pregunto que idioma hablarán, si seré capaz de enseñarles castellano a la vez que aprenden japonés e inglés… quizás sería bueno que yo le hablase siempre en mi idioma y Chiaki en el suyo, y así los tres aprenderíamos. No dejo de emocionarme viviendo ya esta vida que parece que pronto será la mía. Me siento tan privilegiado… bueno, que te voy a contar a ti que ya llevas casado algunos años.

También hemos casi acabado de escribir el libro. Bueno, yo lo he acabado de escribir y Fran de diseñar, ahora estamos revisando cosas aquí y allá. Te sonará a otra ñoñería de las mías, pero ese libro es lo más cerca que he estado y estaré nunca de airear mi alma abriendo las ventanas tan de par en par: melancolía de la buena y de la mala, amor, resignación, odio, muchas lágrimas, amagos de felicidad desleída en ríos de tristeza… ahora diría que ternura en cada una de las páginas que parecen tamizar lo que me tocó sentir desde que aterricé en Tokyo aquella fría mañana de febrero. Tenía tanto miedo de que no me volviesen a abrazar nunca más… Pero mira, ahora han cambiado mucho las tornas, fíjate que iba a titularlo «Un sueño desafinado» porque pensé que venir aquí era algo así como cumplir un sueño pero que al hacerlo sabiendo que huía de mi yo de antes era como empezar a soñarlo ya de malas… parecía un sueño que no podía acabar bien de ninguna manera. Ahora la cosa es distinta, lo voy a titular «Afinando un sueño», porque al final he sabido pintar los colores que le faltaban a mi vida y lo que ha quedado es una cálida melodía que escuchar cada día de estas horas en las que siento que ahora si, que ya soy feliz casi del todo.

«Afinando un sueño»… si, creo que le pega bastante bien… ojalá la editorial a la que lo enviamos nos responda pronto y pueda salir adelante, eso si que sería algo que resoñar muchas noches.

Yo ya te imaginarás que sigo con lo mío: trabajo, karate, fotos… aunque se me cruzan aventuras por delante, porque al final no dejan de ser locuras que estoy viviendo a mis treinta y cinco, como escribir y contar un monólogo junto a Ernesto Sevilla y Joaquín Reyes. ¿Te has enterado?, de esto hace ya una semana, pero ha sido el mayor disparate quizás de mi vida y encima salió bien. Ha sido genial conocerles, son gente tan maja, tan normal. Joaquín no dejaba de decir «ay que majica Chiaki, ay que majica», jaja, y Ernesto, el gañán que tantas veces he visto por la televisión, me felicitaba por mi monólogo. Que especial ha sido todo, que increíble.

No sé que más contarte… sólo se me ocurre sacarme este sentimiento de culpa y pedirte perdón por no escribirte más a menudo. Uno se deja llevar por los días y aunque se acuerda a veces de los que están lejos, se olvida al de un rato, encima yo, que me distraigo con cualquier cosa. Bueno, me despido ya, espero que sigas bien y ojalá que vengas pronto. Te mando un abrazo de los de que te pongas morado de no poder respirar, me encantaría dártelo en persona pero no va a poder ser de momento.

Hazme el favor de cuidarte y que nunca se te olvide que no me olvido de tí. Aunque lo parezca la mayoría de las veces.

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Épica noche

Y épico fin de semana, que empezó el jueves por la noche y todavía está por acabar.

Innumerables preparativos: el micrófono en el centro, las luces las subimos que si no, no se os ve la cara, habla que ajuste el sonido… la chuleta la pego aquí en el suelo y si se me olvida algo le echo un ojo, a ver si no se nota mucho.

Desde mi sofá miro para atrás y no veo más que gente; muchos conocidos, muchos totalmente desconocidos, supongo que todos paisanos menos la minoría japonesa, claro está. Infinitos nervios, esto está por empezar, en cuanto la señal acordada con Chiqui aparezca, en cuanto las luces del fondo se apaguen, ahí me subo yo a hablar.

Empiezo hablando sin saber muy bien lo que digo, mecánicamente, repitiendo el guión ensayado como quien hace un examen de historia: todo seguido antes de que se olvide. Hasta que de repente el público se empieza a reír, tanto y tan pronto que me descoloca, me sorprende. Mi misión era soltar todo de un tirón, pero he de parar a esperar a que acaben de descojonarse, incluso de aplaudir dos o tres veces. Esto no estaba en el guión, me pierdo, intercalo partes y me olvido un par, pero las que suelto ya soy consciente de que las estoy soltando y actúo, les doy forma, ya no es sólo recitar, es sentirlas, es contar los chistes que se me ocurrieron hace tiempo para gente que me está siguiendo el juego totalmente. Madre mía que sensación más escalofriante, esto es la hostia.

Cuando presento a Joaquín Reyes, prácticamente huyo del escenario y me vuelvo a mi sofá sin darme mucha cuenta de que ya ha acabado y que parece que ha salido bien. Las luces se apagan del todo y yo aprovecho para darle un beso a ella, a la que ha aguantado estoicamente mis ensayos aun no entendiendo nada, a la que todavía estoy por conocer sin apoyarme al 1000% en todas y cada una de las locuras en las que me meto. Estoy prácticamente al borde de lágrimas de alivio cuando Joaquín pide un aplauso para mi y lee un par de líneas de la chuleta que olvidé pegada en el suelo.

Ahí, con todos esos aplausos, es cuando empiezo a asimilar que puede que todas esas carcajadas, que lo que sonaba cuando la gente se daba con una mano contra la otra, hayan sido para mi.

Madre de Dios, que sensación. Que no acabe nunca.

Luego pues sólo quedó dejar que Joaquín y Ernesto me matasen de risa dos o tres veces por minuto durante más de hora y media… Vaya dos pedazo de genios en el escenario y que tíos más majos y encantadores en cualquier otra situación y lugar. No supe y todavía no sé como darles las gracias por dejarme formar parte de su espectáculo, menudo honor.

Y una vez más, eternamente agradecido al tito Chiqui por complicarme siempre la vida de esta maravillosa manera y hacerme partícipe de nuevo de una de sus inmensas locuras. Esta ha sido la mayor que se te ha ocurrido, macho, ya no hay límites. Eso si, que no se te olvide llamar para la siguiente, que llevo tantos fines de semana preparando el monólogo que ahora que ya lo he acabado no sé que hacer.

Bueno si, esperar al vídeo y a ver si alguien me pasa alguna foto. ¡Que ganas de verlo!

La noche de monólogos con Ernesto Sevilla y Joaquín Reyes

Muy buenas noches, gracias a todos por venir…

No no, Tosca, igual quedaría mejor que saludases en japonés y así ya empiezas triunfando

Konbanwa, honjitsu wa okoshi itadakimashite makoto ni arigato gozaimasu…

Bua, no queda pedante ni ná… vuelve al castellano y déjate de gaitas

Muy buenas noches, gracias a todos por venir…

Y sigue como diez minutos más. Contando lo que se me ocurrió hace un mes más o menos y que suene natural, como si no hubiesen horas de ensayo detrás ni vídeos grabados, borrados, y vueltos a grabar en la soledad de la habitación. ¡Qué difícil es ensayar esto sin nadie delante!

El día clave fue cuando el Chiqui y el Lorco me hicieron de público sentados en aquél sofá. Vi que se reían, que se reían de verdad, que incluso tenía que parar alguna vez a esperarles… ojalá pase también mañana… Después hubo lugar para las correcciones y las críticas constructivas, y al final un par de folios con la versión final que aprenderse del todo.

Y yo en un escenario con los focos enfrente y un micrófono que me separa de las noventa personas que estarán delante. Y mi misión es tratar de que se rían todas y cada una de ellas con las chorradas que soltaré como si me las acabase de inventar aunque esto esté lejos de ser cierto.

Ya ha empezado. No puedo estar más contento y motivado… menudo honor.

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La Muchachada por Tokyo

Yo conocí al Chiqui aquella noche en la que nos vino a ver el campechano cazador de elefantes. Sin duda fue un hito en mi vida, no lo del rey que a mi este personajillo ni gracia me hace ya, sino el haberme juntado con semejante liante manchego.

Fruto de esa almendra asandiada que tiene por melón han salido innumerables liadas, todas pardas sin excepción: las clases de cocina, la conquista de Japón de los de Albacete y la más reciente: organizar una noche de monólogos en pleno Tokyo.

Lo de los monólogos se quedaría en una anécdota más del simpático albaceteño si no fuese porque se vienen ni más ni menos que parte de la muchachada:

¡¡ Ernesto Sevilla
y
Joaquín Reyes !!

:yahaaa:

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Y como yo me dejo liar muy fácil, que la verdad es que estoy deseando siempre meterme en fregaos, ahí voy a estar de presentador con un par de mini-monólogos que ya tengo escritos y que será menester perpetrar a la audiencia presente. Lo mires como lo mires, el asunto merece la pena: para verme a mi hacer el más espantoso de los ridículos en un escenario con mi primera incursión monologuista, o para partirse el ojal viendo a dos genios como son estos. Estamos hablando de una noche de monólogos al más puro estilo del club de la comedia, en Tokyo… no creo yo que haya muchas más oportunidades…

Si estás por estos lares sobre el seis de Julio, ya puedes espabilar porque las entradas son muy limitadas!!!

NOCHE DE MONÓLOGOS CON JOAQUÍN REYES Y ERNESTO SEVILLA EN TOKIO
BAR ROMARAKUDA
VIERNES 6 DE JULIO DE 2012
20:30 HORAS
Precio: 2,500円

RESERVA YA TU ENTRADA EN: ferpisan@hotmail.com

La clase de marmitako y pan

A ver si poco a poco vamos retomando el ritmo, que ya va la cosa encaminada…

Total, que hace ya bastante que hicimos la última clase de cocina para japoneses el Chiqui y yo, pero todavía no lo había contado y ya iba siendo hora. El Ferpi siempre me anda diciendo que me anime yo a hacer algo y esta vez me atreví a pelearme con una de las recetas de mi tierra que más me han gustado desde siempre: el marmitako. El reto vendría porque en la misma clase, el tito Chiqui enseñaría a hacer pan y de alguna manera tendría que dar el tiempo para poder hacer todo, lo que no iba a ser fácil dado el tiempo de reposo y cocción de los panes.

Me tiré dos o tres tardes buscando cazuelas por Tokyo, me recorrí la calle Kappabashi de Asakusa, que es donde uno puede comprar prácticamente cualquier cosa relacionada con la hostelería, pero no hubo manera. Finalmente las encontramos por internet; en una tienda tenían exactamente las cazuelas nuestras de toda la vida, y no veas la ilusión que me hizo cuando llegaron a casa!

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Después tocó, por mi parte, perfeccionar y adaptar la receta contando con los ingredientes que tenemos aquí: no hubo manera de encontrar pimientos choriceros, el caldo de pescado se hace más fácil con dashi, para el atún quizás convendría utilizar el que te ponen en el supermercado preparado para sashimi, mejor usamos dos pimientos que aquí son más pequeños…

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Y ya nos pusimos manos a la obra. Lo primero de todo: amasar el pan. No, miento, lo primero de todo es echarse una cerveza para empezar el asunto con alegría, porque como dice Arguiñano: en la cocina hay que disfrutar!

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Después ya si, empezar con el pan. Normalmente quedamos con Chiqui para que me cuente lo que va a decir más o menos en la clase, y con la ayuda de Chiaki yo me lo preparo más o menos en japonés. No es que lleve una hoja y lea la explicación, sino que me apunto sólo las palabras clave que seguramente no me sabría de ir con lo puesto: harina, levadura, amasar… y así, con la chuleta en la mano, estuvimos contando a pachas Fernando y yo cómo se hacía pan antiguamente en los pueblos de España mientras dejábamos reposar ya la masa.

En ese tiempo de reposado, que acortamos porque andábamos bastante justos, pasamos a la receta de marmitako. Mi debut en las clases como chef. El asunto es bastante distinto: cuando lleva el Chiqui el timón, es bastante fácil simplemente hacer de traductor, sólo te tienes que preocupar por que se entienda lo que se dice, pero cocinar y explicar a la vez en japonés me imponía bastante… Sin ningún motivo, no hubo ningún problema y todo salió mucho mejor de lo esperado. Y es que, como siempre digo y siempre es verdad, la gente que viene es un lujo. Más majos que ni sé!

Mención especial merece la ayuda que siempre nos brinda Guillermo

En serio, esto no sería lo mismo ni mucho menos, sin la ayuda del de Lorca explicando aquí y allí los secretos de nuestra cocina: ajustando de sal, subiendo o bajando fuegos… regalando su buen hacer y mejor humor a todos los presentes. Gracias Guille por venir siempre!!

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El marmitako salió espectacular, mejor si cabe dentro de las cazuelas de las de verdad que me recordaron a tardes de domingo en Zalla con mi madre a los mandos del fogón. Aunque en aquellas ocasiones en casa no contábamos con el excelente pan cortesía de la madre del Chiqui, que te alimentas ya solo del olor a recién hecho.

Ahora así pensándolo… igual lo suyo sería juntarlas a las dos una tarde y que cocinasen cada una lo suyo? el marmitako de mi madre y el pan de la madre del Chiqui… ahí lo dejo!

かんぱーい〜
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:cocinicas:

Mi maratón de Tokyo II

Conclusión de «Mi maratón de Tokyo«

Juro por Dios, por toda mi vida que los diez primeros kilómetros los corrí sin darme cuenta que estaba corriendo. Eran tantos los estímulos que no era sólo que uno no sabía donde mirar, sino que uno no sabía qué era lo que se sentía con tanta intensidad.

Ganas de llorar y de saltar, de reír y gritar con todas las fuerzas. Ganas de acabar para poder contarlo, ganas de que no se acabe nunca.

Yo quería chocar todas las manos de todos los que estaban allí animándonos, quería parar y retroceder unos metros para volver a pasar por donde aquella chica que me gritó «fight» y que me lo volviese a decir siete veces más, quería darle mil besos, a ella y a la de al lado, y a la otra… quería seguir volando y no aterrizar por jamás de los jamases.

Cruzamos el Tocho de Shinjuku entre aplausos. Recuerdo estar rodeado de personas por todos los lados, de no poder seguir el mismo ritmo durante más de uno o dos minutos porque había alguien más lento que esquivar o porque no dejaban de pasar más rápido a los lados. Recuerdo pasar cerca de la Tokyo Tower cuando parecía que sólo habían pasado cinco minutos desde que salimos, y los muros del palacio imperial y la larga recta que tanto temía sobre el mapa: la que nos llevaba hasta Shinagawa para dar un giro de 180 grados y volver sobre nuestros pasos. Planeé la música a propósito para que las mejores canciones sonasen durante esos en apariencia tediosos kilómetros, pero no recuerdo haber escuchado lo de nos sobrarán las ganas de volar de Maldita Nerea, ni a Fito empezar su casa por el tejado ni a Robe gritando aquello de salir, beber, el rollo de siempre… no recuerdo ni una sola de las canciones.

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Retrasé el momento de ir al baño muchas veces porque había colas interminables de gente y no quería parar, pero no me quedó más remedio, el botellín de agua de antes de salir pasaba factura. Comprobé tres o cuatro baños y seguí adelante esperando que el del kilómetro siguiente estuviese más vacío, pero nunca ocurrió. Tuve que parar y calculo más de diez minutos allí esperando mientras se me llevaban los diablos por poder seguir. Yo no quería estar quieto, yo quería seguir jugando a pillar con miles de personas fantaseando con que si me paraba, me pillarían a mi.

El giro de Shinagawa llegó cuando ya empecé a notar las piernas un poco cargadas aunque no excesivamente para llevar cerca de veinte kilómetros si tomo como referencia los entrenamientos. El pecho no se resentía, podría haber mantenido una conversación sin problema, no me sentía sin aliento y lo cierto es que no me sentí así en toda la carrera.

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No hubo ni un sólo metro sin gente animando, y estamos hablando de cerca de cuarenta y dos mil doscientos en total. No había corrido ninguna carrera nunca, así que no tengo para comparar, pero si que puedo contar que en la maratón de Tokyo uno no puede aburrirse; es como si hubiesen querido condensar toda la cultura de un país a los lados de un camino para deleitarnos a los que allí vamos tratando de seguir avanzando hasta el final: espectáculos de Yosakoi que hacen que aminores el paso para no perder detalle, orquestas de música, bailes de cheerleaders, coreografías, taikos, tambores que hacen que te retumben los huesos del mismo cráneo y miles, millones de personas. No estaban sólo allí mirando, estaban ilusionadas, nos gritaban, nos aplaudían, ponían las manos para que palmeásemos, establecían contacto visual contigo y saltaban gritándote «ganbatte!! fight!!!» cuando les mirabas, no eran simples espectadores, era toda una ciudad totalmente entregada. La próxima vez que vuelva a leer eso de «los japoneses son fríos» juro por Dios que voy a por el escritor.

Allá por la mitad, sobre el kilómetro 24 me esperaba una sorpresa que no dejó de serlo aunque lo supiese de antemano: Guillermo y Fernando, el Lorco y el Chiqui le echaron cuatro huevos entre los dos y saltaron a la pista para correr conmigo justo en el tramo en que el temido muro te acecha, y vaya si me acechó. Dicen que hay un momento en que el cuerpo no puede más, que de repente se queda sin fuerza, que se rinde porque no tiene de donde sacar para seguir y estadísticamente es a partir del kilómetro 30. Por eso, estos dos figuras decidieron acompañarme sobre esa distancia.

Cuando les vi, el corazón se me aceleró, no pensé que me iba a alegrar tanto de llegar hasta allí y verles saltar al ruedo. Corrimos juntos durante hora y media donde pude compartir siquiera una pizca de aquella tremenda experiencia ya inolvidable aún sin haber acabado. Me reí mucho con ellos, me sentí un privilegiado por tener amigos como aquellos dos artistas que me escoltaban sin parar de hablar para distraerme de las ampollas y el dolor. Nunca lo confesaré, pero me dieron ganas más de dos y tres veces de darles un abrazo de los de vaciar pulmones.

El momento más especial de toda la carrera, con permiso de la llegada a la meta, fue con ellos: entramos en Asakusa encontrándonos de frente con la puerta Kaminarimon entre gritos y aplausos bajo la atenta mirada de la nueva Sky Tree. Fue precioso haber vivido aquello con semejantes personas: el murciano, el albaceteño y el vasco echando carreras cual chiquillos en uno de los lugares más emblemáticos del Tokyo de los libros.

Calculo cinco kilómetros corriendo juntos cuando las piernas dijeron que no podían más. Estaban tan cargadas que simplemente no podía seguir, no me mantenían. No me faltaba el aire, no estaba exhausto, era simplemente que las piernas no funcionaban. Ni siquiera en los entrenamientos me había pasado algo así. Iba con ellos y tuve que parar y andar a ratos, venga, vamos hasta aquella curva y después hasta el siguiente kilómetro seguimos corriendo, venga… así tres o cuatro veces hasta que por fin me paré y me tiré en la acera a estirar y tratar de recuperar, incluso andar se antojaba imposible. Rabia infinita, de la mala. Impotencia. No podía estar pasando, no puede ser que haya llegado hasta aquí y no pueda seguir. Aunque sea a rastras, yo llego…

Después de estirar, parece que recuperé y ya seguimos corriendo un rato más hasta que me dejaron ya camino del final de Ginza enfilando el desvío hacia Odaiba justo en el momento en que el iPhone decidió morir. Pude seguir corriendo a un ritmo muy muy lento hasta el kilómetro 37 donde ya no pude más. No me paré más, pero tuve que seguir andando dos o tres kilómetros hasta que vi la señal de que quedaban los dos últimos para acabar. A veces trataba de correr, pero no lograba seguir más de cien metros, incluso hubo una vez en que perdí el control de las piernas y casi me caí al suelo.

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Los dos últimos kilómetros, los de las cuestas, los hice corriendo todavía no sé como. Entré en Odaiba muriéndome dos veces por metro, y me dí cuenta que llevaba llorando un rato largo cuando pasé por el arco de meta. Lloré de dolor y de alegría, de emoción y de alivio. Lloré porque acababa de vivir la experiencia física más increíble de mi vida a pesar de haber tardado casi seis horas en acabar algo que cualquiera medianamente preparado hace en cuatro. Lloré tanto y con tantas ganas porque desde que salí no había parado de estar midiendo fuerzas contra mi propia alma, peleándome contra las piernas a base de corazón y huevos… lloré porque me sentí vivo con rabia a rabiar y ya no podía más.

Cuando recuperé el equipaje y pude cargar la batería del móvil, recibí una llamada de Carlos diciéndome que me esperaban fuera. Apenas pude, me levanté y fui a su encuentro. Todavía no podía casi ni andar, pero cuando les vi esperándome con la lata de cerveza, se me olvidaron todos los males. Más que por la cerveza, por sentirme arropado con amigos como estos que fueron capaces de desafiar al frío esperándome horas y horas en la llegada sin saber muy bien ni siquiera si iba a llegar.

Para alguien que corre regularmente, una marca de cerca de seis horas no es una marca de la que estar orgulloso. Yo tenía cuatro meses para prepararme con el único objetivo de llegar a la meta. Me lo tomé tan en serio, que los entrenamientos anularon cualquier otra faceta de mi vida: no bebí alcohol, cuidé mi alimentación al máximo, no dejé pasar ni uno sólo de los entrenamientos programados. Como no estaba acostumbrado a las largas distancias, las agujetas y el cansancio me condenaban a prácticamente fallecer en el sofá el resto del fin de semana. Al principio no podía correr apenas más de 5 kilómetros, en los últimos entrenamientos ya corría cerca de 30. Me desafié a mi mismo, sufrí y disfruté con cada nueva marca cada semana.

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La aparente ausencia de significado de lo que estaba haciendo, los ánimos perdidos por el estrés que el entrenamiento causó a mi vida desaparecieron el día de la maratón. Con mucha mejor base y con tiempo, el año que viene repito con más ganas, con más fuerza, con más lágrimas que voy a ir guardando desde ya para soltarlas todas en la meta si tengo la inmensa suerte de que me vuelvan a coger.

De momento, vayamos tachando de la lista que ya hice una cosa más.

IV Clase de cocina: Marmitako y Pan

Las clases de cocina para japoneses se las inventó el tío Chiqui. Todo empezó con alquilar un local en un centro social de Ikebukuro con cocinas y probar a enseñar a cocinar Paella. Chiqui me propuso hacer de traductor y aunque al principio la cosa me impuso muchísimo, la experiencia mereció mucho la pena, tanto que la segunda clase no se hizo esperar demasiado, la de Tortilla de patatas y Gazpacho andaluz.

Pillamos carrerilla, ya le teníamos pillado el truco a los preparativos previos, a organizar los equipos, a controlar el tiempo y ya fluía la traducción albaceteño-japonés aunque para la tercera clase no hizo demasiada falta, porque Mireia, nuestra profesora invitada, habla japonés bastante mejor que yo. Allí se hicieron Croquetas y Moje manchego.

Tras el parón navideño, volvemos con una nueva edición. Esta vez me he animado yo a hacer de chef preparando Marmitako y el tito Chiqui nos enseñará los secretos con los que entre fogones cocina ese pedazo de Pan que tan bien le sale:

La clase será en lkebukuro el 4 de marzo, un plan como pocos para pasar la tarde del domingo: juntarse con gente majísima, cocinar, aprender y luego comérselo todo junto regado con algún vino de nuestra tierra.

¡Y es el domingo siguiente a la maratón de Tokyo, así que no habrá prisa!
:cocinicas:

Pros

Cada cual es cada cual con sus circunstancias, su flequillo y sus orejas. Seguramente si esto mismo lo escribiese cualquiera de mis paisanos aquí, no coincidiríamos en muchos puntos. El caso es que me ha dado por hacer una lista con lo que me gusta de vivir como vivo, las ventajas, los pros que le veo a ser quien soy y estar como estoy: un tipo bajito de 35 años que lleva los últimos 5 viviendo sólo en una madriguera en Tokyo de poco más de 20 metros, una ducha y tres baldosas.

Vamos a ello:

– no veo la tele prácticamente nunca, quiero decir que no veo lo que echan normalmente, lo que hago es enchufarme algún capítulo de alguna serie desde la cama todas las noches antes de dormir. Me gusta no tener ni idea ni de famosillos, ni de programas del corazón, ni de política, ni de fútbol ni de nada de tintes borreguil borreguenses que nada tienen que ver con mi vida. Ese tiempo lo empleo en hacer ejercicio, estudiar, afotar, escribir, dibujar, pasear… esencialmente no parar quieto, por no tener, no tengo ni sofá donde aperrearme.

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– vivo sólo, con lo que puedo hacer muchos «experimentos» sin dar explicaciones: salir a correr a las tantas de la noche, hacerme cursos de edición de vídeo o fotografía de madrugón antes de ir a currelar, comer sólo ensalada con almendras y cenar pescado durante una semana y ver como va la cosa, pasar noches enteras por ahí y volver cuando yo quiera, pirarme de repente a afotar eclipses con la rasca… probablemente viviendo en familia / pareja no podría ser el loco de los deportes que soy ahora con todo lo de la maratón: que cuando no estoy corriendo, estoy estirando mientras ceno, subiendo paredes o en clases de Karate. Nunca he sido tan libre como lo soy ahora y sé que no va a durar, probablemente para bien, pero oye, que da gustico ser un vivalavirgen y hacer todas las chorradas que a uno le de la gana.

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– olvidé todo lo que tiene que ver con coches desde hace 5 años: seguros, revisiones, caravanas, estrés, pitidos, pirulas, sustos… mi vida mejoró increíblemente en cuestión de bienestar y nivel de cabronismo. Incluso ahora que tengo una moto para moverme por Tokyo desde hace un año, no tengo esa sensación de tener que «pasar el trago entre tarambanas al volante» para ir a currar por las mañanas, al revés: me lo paso como el enano que soy (cuando no me hostio contra pseudoyakuzas, claro).

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– la religión no ocupa un lugar en mi vida desde hace muchos años, pero nunca hasta ahora ha sido tan ajena a mi: aquí la Navidad se basa en poner luces hasta en los bonsais y tratar de vender la luna confitada y en almibar, no existe la semana santa, raro es ver una iglesia, y los templos y yo nos respetamos mutuamente (y eso que esto de los templos me pilla muchísimo más cerca de lo que os podáis imaginar, je!, me guardo esto para mi). Ojalá pudiese juntar todo el tiempo perdido entre misas y catequesis cuando era crío para hacer algo más de provecho, como sacarme mocos o pintar cucamonas. Una cosa curiosa es que… ¡hay testigos de Jehová!, aunque casi no se pasan.

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– recuerdo julios y agostos con Bilbao desierto: ni un alma por la calle y la mitad de las tiendas cerradas por vacaciones… menos ambiente que en el twitter de Perales. Recuerdo veranos de aburrimiento extremo. Aquí la actividad no para nunca, no importa que sea agosto, febrero o domingo de después de que el Fútbol Club Meguro ganase al Athletic de Shibuya por 3 a 0: no cierra ni se para nada, por ejemplo: hay clases de Karate todo el año salvo dos o tres contadas ocasiones como la Golden Week, todo el año es todo el año: sábados y domingos incluidos. Uno descansa cuando quiere, no cuando le obligan.

– es impensable levantarse un sábado o un domingo y no saber que hacer. Tokyo es inmenso y los amigos aquí todavía lo son más: siempre hay algún tiesto que regar. Es más, lo difícil es escaquearse y tratar de pasar un fin de semana sin hacer nada, eso es lo que prácticamente no pasa nunca.

– vivo inmerso en un entorno «hostil». Es decir: aquí todo el castellano (y prácticamente todo el mundo conocido) es irrelevante, debes saber como mínimo inglés que tampoco es que te vaya a servir de mucho en el día a día y desdeluego que tener nociones de japonés. Estar en esta tesitura hace que espabiles, que tengas que esforzarte por hablar y entender otros idiomas que hablan gentes de culturas distintas, de enfrentarte a situaciones rutinarias que deberían ser extremadamente fáciles pero que aquí no lo son: un día de reuniones en la oficina, enviar un paquete por correo, solicitar una tarjeta de crédito en el banco, contratar un seguro para la moto… todo es un reto y vivir en una «batalla» constante hace que uno nunca se acomode. Esa provocación intelectual me hace sentir alerta, atento… vivo a rabiar.

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– el punto de tener que hablar otros idiomas, contribuye, además, a que tenga la sensación de que interpreto un papel, que no soy yo, que estoy jugando a ser un actor en este escenario que no es mi vida de verdad, aunque lo sea ahora mismo. Es distinto a mi vida anterior, es mucho más divertido, es como jugar a ser el personaje que te has labrado aquí, aún siendo uno mismo. Es jugar a vivir… ¿no es maravilloso?. Por ejemplo, la bronca del fanegas de mi jefe en inglés fue violenta, pero al ser en inglés, la viví como si fuese una escena de una película o algo así, en cierto modo y a pesar del disgusto, tuvo su gracia ver como un orangután americano se encabronaba de esa manera. Esto mismo vivido en castellano habría sido mil veces peor, mil veces más serio… no habría acabado bien de ninguna de las maneras. (Por cierto, ¿sabéis que mi jefe es tan tan chubi que se sentó en la playa a descansar y vino Greenpeace y lo devolvió al mar?)

– viví el terremoto, tsunami y posterior problema de la central nuclear de Fukushima en primera persona. Bueno, no es cierto, viví el terremoto en primera persona y el resto lo ví por la tele exceptuando algún que otro día en que parecía que se iba a liar pardísima en Tokyo como cuando se encontró radiación en el agua del grifo. Esto no es que sea una ventaja de mi vida de ahora, ojalá nadie hubiera tenido que vivir nada de esto, pero en mi caso me sirvió para aprender a desengañarme, a relativizar, a darme cuenta de cómo funcionan según que cosas y según que gente. Los periódicos y las teles mintieron y exageraron hasta el absurdo, manipularon vídeos, fotos, titulares, datos… ya no me creo nada. Aparecieron autoexpertos en energía nuclear, todavía los hay, que sin tener más idea del tema que yo y el monstruo de las galletas juntos, no dudaron en tocar los huevos todo lo posible y más. Me di cuenta de que existen, de serie, tontos del culo y personas tan ruínes que asusta, y desdeluego que aprendí a ignorarlos. De la raya para acá yo y los míos, tu estás fuera y no me importa lo que digas/opines/hagas, en serio, me la sudas. Si algo tengo claro es que no desperdiciaré nunca más minutos de mi vida en tontacos gilipollas. Y mucho mejor que vivo ahora.

– tengo bastantes más amigos en Tokyo que en Bilbao, y los de aquí son de otra manera. No digo que mis amigos de siempre sean unos siesos, ni mucho menos, pero la relación es distinta, es otro rollo. Supongo que estar lejos de la familia rodeados del entorno «hostil» que comentaba antes hace que nos sintamos más unidos, que hagamos más fiestas de las nuestras, que hayamos sido capaces de crear nuestra propia familia Tokyota que aunque esté desperdigada bastante más allá entre Singapur, Okinawa y Nueva York, tenemos un vínculo especial. Y es una familia variopinta de variospintas! nos juntamos sevillanos, albaceteños, lorquianos, catalanes, madrileños, alicantinos, osakenses, murcianos, tokyotas, valencianos, mexicanos, gallegos, extremeños, vascos… hasta alguna franchuta se suele venir y ni la pegamos ni nada! (insultarla si, pero casi hasta con una pizca ínfima de ternura y todo).

– no tengo ninguna noción ni sensación de la tan mentada crisis, para mi es sólo la palabra esa que sale mucho en los periódicos online; mi vida en este sentido lleva siendo prácticamente igual desde que acabé la universidad hace casi 12 años, nunca he tenido mucho más o mucho menos dinero y siempre que he buscado trabajo, lo he encontrado en el plazo de un mes, tanto en el 2001 en Bilbao como en el 2010 en Shibuya. Las cosas seguramente habrán empeorado muchísimo allí, que no lo sé, pero yo he tenido la suerte de estar donde no me ha tocado vivir la famosa crisis mundial. Eso que me llevo.

– de repente, me veo rodeado de gente extraordinaria, personas que me inspiran en algún sentido, que me marcan el nivel en diferentes áreas de mi vida: tengo cerca a excepcionales profesores y compañeros de Karate, a excelentes amigos que a la vez son fotógrafos increíbles, a la ilustradora de sueños imaginados, al diseñador tan polémico como innovador… hasta un cocinero asoma por ahí… muchos son solo conocidos, algunos son muy amigos pero todos juntos son magnífica gente de la de calidad que me obliga a no conformarme con nada, a seguir encarándome con cada una de las historias en las que me meto y salir, al menos, exhausto de tratar de escribirlas con mejor ortografía. Mucho respeto, sin duda un total y auténtico gusto, señores.

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Ya véis, a veces a base de hostias y otras degustando cada bocanada del aire que se me viene, pero siempre evolucionando, aprendiendo… viviendo, viviendo y viviendo, en definitiva.

Otro día me pongo con los contras, que también hay, de momento ahí queda eso!

III Clase de cocina: croquetas y moje manchego

Hace un par de domingos ya que se celebró la tercera edición de las clases de cocina para japoneses que el tío Chiqui organiza con la colaboración de un servidor a los mandos de la traducción simultánea manchego-ikebukurense. En esta ocasión contábamos con una profesora de lujo: la tita Mireia se comprometió a enseñar a todo aquel que viniese el secreto de esas espectaculares croquetas que siempre suele traer cuando nos juntamos en casa de alguien. Como de japonés pilota infinitamente más que yo, aproveché ese tiempo libre para sacar fotos y ver como lidian los de aquí con una receta nuestra de toda la vida: las croquetas de jamón.

Estuvo todo bien organizado: la masa de las croquetas hay que dejarla reposar, pero Mireia ya se trajo preparada de casa para cada uno de los equipos y que así se pudiese hacer todo en el mismo rato. Nos hizo mucha gracia el momento en que preparamos espumaderas para todos para que pudiesen freírlas, y a la que nos quisimos dar cuenta ya estaban cocinando con los palillos largos!! pocas bromas aquí, ojo, que estamos donde estamos!!

En el moje manchego del tío Chiqui ya me tocó currar un poco. Empecé con la presentación formal en japonés que llevaba ensayada desde casa, y después la verdad es que todo va fluyendo. Seguramente meteré gambas porque como la cortesía japonesa siempre hace que acaben halagándome, es difícil saber hasta que punto sueno natural. De todas maneras, aquello funciona y la gente sigue lo que les vamos diciendo sin problemas, ya ni nervios hay!

Con pan de Meguro y después del duro trabajo en el que prácticamente nadie paró de reír, degustamos lo que allí se había cocinado hasta que no quedaron ni las migas. Todo regado con un Rioja Siglo y cervezas del lugar.

Una vez más, nos quedamos con un gran sabor de boca…

…concretamente a croquetas y unte mojil.

:cocinicas:

Albacete-Japón Express II

El tito Chiqui, the Mancheguer, el día que se esté quieto lo mismo le sale urticaria, que siempre está al sopejquete de lo que pueda salir. Ahora resulta que anda enfrascado en el segundo intento de conquistar Japón a base de meter albaceteños a cascoporro (con o sin almácigas). En la primera reconquista tuvieron de enemigo a los elementos naturales, pero lejos de achantarse entre terremotos, vuelven con más fuerza que nunca organizando la segunda edición del viaje…

Albacete-Japón Express
:gustico:

Una idea genial, como solo pueden tener los genios medio piraos como es el que nos ocupa. Básicamente la cosa está pensada para que uno no se tenga que preocupar de absolutamente nada más que de estar el día y a la hora en donde sale el autobus con la cámara de fotos vacía. A partir de ahí la cosa va sola: se pasa por Barajas, después Dubai, y se llega a Tokyo donde se recoge a la gente y se la lleva, de la mano si hace falta, al hotel que está en Shinjuku, el lugar de Tokyo con más rascacielos que árboles, o lo mismo no.

Pero tu fíjate: estas en Albacete dando palmas, y el tito Chiqui, que se parece un huevo a Tintín aunque sea irrelevante ahora mismo, te lleva a dormir a un barrio como este en lo que te descuidas:

Antes de que te de tiempo a cerrar el boquino que se te habrá quedado, aparecerás en Nikko, patrimonio de la humanidad enterita que se encuentra en un entorno natural que te quitará el hipo y los gases. Y encima a dormir en un onsen. Yo hacía ya tres párrafos que me había empadronao en Villar de Chinchilla nada más que para poder ir…

No podía faltar Kyoto, claro. A ver, tu me dirás, venir a Japón y no pasarse por Kyoto es como comer alubias sin untar pan!

Y la vuelta a Tokyo, donde podríamos estar tres meses y no haber visto ni la T primera.

Pero, ojo, no relajarse que Kamakura ha de ser conquistado también, por lo menos para hacerle una visitica al tito Daibutsu y la colección de templos que le rodean. Lo mismo si hace bueno hasta se pasa por Enoshima, que está a un tiro de piedra de mechero.

A todo esto súmale un taller de cocina japonesa, una cena en un izakaya con karaoke y gambiterismo para el que quiera y alguna que otra sorpresica más que anda ahí cociéndose. Eh!! y siempre bajo la atenta mirada del tito Chiqui que ya se mueve por aquí como 魚 en el 水… fácil fácil. Me da a mi que el Lorco y yo nos pasaremos a alguna de esas cenas a confraternizar, raro sería que no.

Aquí los datos del pedazo de viaje que de tan pedazo que es, ni el cartel cabe en el blog:

Albacete-Japón Express II
:vainas: :ungusto: :vainas:

Por cierto, si Ikusuki tomase el testigo y nos metemos en fregaos de organizar un viaje Bilbao – Japón Express, ¿os animariais a venir? ¿qué os gustaría hacer o qué os gustaría ver?, que estoy bastante animado!!

The Walking Kitty

Retomemos otras legendarias secciones del ikublog que no sean sólo la del post regulero cascabelero, amigos!!

Vayamos con aquella que nos dio fama mundial, la del gato aboquero, el esperpento que nada más verlo hará que quieras volverte pirómano, el bichaco cantamañanas que contribuye junto a las risas enlatadas y la mortadela con aceitunas a que la tontería del mundo sea cada vez más poderosa, efectivamente, estamos hablando del innombrable y asqueroso engendro minino …

:gatostiable:

En esta sección, a parte de prenderle fuego o partirle la crisma a martillazos, analizamos aquellos productos cuyo valor intrínseco se devalúa hasta el absurdo por incluir semejante icono de la generación picopalable de alguna manera. Continuaremos nuestra gesta hasta denunciar todos y cada uno de los elementos contaminados, pero no es el caso hoy, hoy sólo queremos presentar en sociedad a la Walking Kitty, la única imagen de semejante inmunda concepción con la que hemos sentido algo así como paz interior, una sensación parecida a la felicidad, que se ha hecho justicia, vamos, un gustico del bueno:

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Esto me lo ha hecho llegar QueMeLlevoHoy por twitter, que además creo que es una tarta que se ha currado ella!! gracias maja!! menudo arte!!

Bye Kitty!!!
:gatostiable:

Halloween 2011

Con el asunto de la maratón de febrero, estoy haciendo vida de monje: comidas sanas dentro de lo posible, dormir mínimo 7 horas y nada de alcohol en lo que duran estos cuatro meses de entrenamiento. Seguramente no pasaría absolutamente nada si saliese de vez en cuando, pero me he propuesto ir en la mejor forma posible como reto personal y ya que sólo voy a correr una maratón en mi vida, que sea en condiciones (una y no más, que esto es muy sacrificado, mozos, mucho mucho!!).

Así que me caí del barco de salir disfrazado este año en Halloween por los Tokyos, pero me pasé a sacar fotos a los zombis y echarme unas risas, aunque luego me volviese para casa porque me caía de sueño. Otra cosa no, pero dormir y comer lo estoy haciendo más que nunca por culpa de los entrenamientos, buff.

Salieron muy buenas fotos, mucho mejor de lo que me esperaba y es que el 35mm que me regalaron aquí los zombis es el regalo del año!!!!.

:ikugracias:

Pasemos a revisar la ficha de los Walking Drunks presentes:

Antoñito Milcaras

The Walking Gallego

Xavi CerebroTabeters

Zorder, the original zombie

Carlangas,
the Walking Nanpa

Alain, the manager

Alberto double

Flaperas el blanco

Chiqui «Ponme el ojete rojo»

Silviestra rumcoker

El tercer personaje

No tenía pensado exponer al que nos ocupa a la opinión pública hasta pasados unos días, pero ayer Kirai se curró otra viñeta donde se le menciona, así que me veo en la obligación moral de desclasificarle. Vamos a ello.

Estábamos planeando el regalo de la despedida de nuestra Observer aún a riesgo de saber que quizás estaba leyendo nuestros emails desde algún rincón, y lo que habíamos decidido regalarle no parecía que iba a llegar a tiempo para su fiesta. Alguien propuso entonces comprarle un ramo de flores y entregárselo allí mismo. Todos estuvimos de acuerdo, nos parecía muy buena idea que seguro que le haría ilusión y nos salvaba la situación con un regalo que seguro le iba a gustar. Después de un par de días preocupadísimos, finalmente estábamos entusiasmados

Un momento… ¿todos?
¡¡ No amigos, todos no !!!

Rodrigo tenía su veredicto:

Por cierto, las flores van a ser el mejor regalo ever, súper cómodas para andar con ellas de arriba a abajo, xD

El xD del final no bastó para evitar el proceso memetizante. De un mundo paralelo vino el Rodrigolternate para quedarse…

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Pasemos a la viñeta que hizo Kirai:

Aguafiester featuring Tocaweber




Los memes

Desde hace unos meses, soy fan absoluto de las viñetas de CuantoCabrón. Me hizo especial gracia el meme del Observer, que convirtió al tal Francesc Satorra en el personaje que todo lo ha visto y todo lo ve. ¡¡ Es que es buenísimo !! el tío estaba ahí en medio de la bronca dedil del Mourinho y el otro sin inmutarse, jajaja.

Bueno, total, que al día siguiente de la excursión al pueblo fantasma de Nichitsu, me puse a revisar fotos y apareció nuestra querida Sara en una de ellas así como escondida. Yo le quería sacar la foto al coche en el que fuimos, pero ella estaba allí… me vino a la cabeza inmediatamente el observer y le hice una viñeta que mandé a todos los del grupo:

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Después Héctor la metió en el vídeo de los zombies, y a partir de ahí me dediqué a memetizar a todos los del grupo… Había pensado que estaría chulo contar la historia de cada uno de los personajes que han ido saliendo, aunque es bastante probable que sólo nos haga gracia a nosotros…

De todas maneras, hoy, a parte de nuestra Observer particular, que seguro que sabe todo lo que hacemos desde Nueva York, permitidme ya narrar la historia del segundo meme:

Aunque hay días que apenas hay ningún email, muchas veces pasa que uno empieza un mensaje que manda al resto del grupo, y se empieza a liar la cosa acabando con cuarenta o cincuenta respuestas. Como todos curramos delante de un ordenador, es bastante habitual que vayamos siguiendo el hilo según llegan y añadiendo más y más emails; es una bola que cuesta parar. Pero claro, hay algunos que no siempre pueden o no tienen tiempo de consultar el correo y cuando lo hacen, se encuentran con cadenas de millones de respuestas que llevaría un rato largo descifrar.

Ese día estábamos especialmente sembrados escribiendo chorrada tras chorrada a cada cual peor prácticamente al instante, cuando de repente Pablo mira el correo y contesta:

Y luego os quejáis de que no leo nada, 24 Correos en el tiempo que me tome un café!!

De repente se hizo el silencio y pasamos de recibir/escribir un par de emails por minuto a no recibir o escribir nada. Por alguna razón nos quedamos calladísimos todo cortados aunque su respuesta no fue para nada en plan mal!!

Estaba claro que tenía un superpoder…

Señores, así nació…

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Al béisbol con la fresca

La fresca es la Yoshiko, porque la media de temperatura esa tarde sería de 35 grados a la sombra de la sombra de mi sombra.

Yo no tengo criterio para hablar de béisbol, bueno, en realidad no tengo criterio para hablar de prácticamente nada, pero en fin, pongamos que de béisbol y de fútbol todavía menos. He estado en San Mamés dos o tres veces porque me dejaron un pase, y he de decir que me impresionó mucho el ambiente y me lo pasé muy bien, pero no cambiaría ningún plan por ir, y mucho mucho menos pagando. Bastante tengo yo con mi vida como para preocuparme por una manada de endiosados rascayúes trotadores.

Lo del béisbol en Japón era otra cosa, por lo menos había que vivir la experiencia al menos una vez y nuestra corresponsal de Osaka en Tokyo, Yoshikochan, se ofreció a comprarnos las entradas y hacernos de guía espiritual. Dicen que los de Osaka son más gambiteros que los de Tokyo, que las lían más, bueno, yo creo que es lo mismo que se puede decir de un vasco y de un andaluz, que en general puede que quizás la fama sea válida, pero te digo yo que conozco a un par de andaluces más secos que un carro cal. Esto de las famas hay que cogerlo con pinzas… menos la de los gabachos que todos sabemos que son así por genética y no hay todavía cura descubierta.

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En este caso se cumple el tópico, la Yoshiko es un descojono de mujer de la cabeza a los pies y viendo que la experiencia del maestro hacedor de viandas salió bien, aprovechamos la oportunidad el catalán sombrericos y yo para experimentar de primera mano el asunto. Nada más entrar sentí ese rikitriski de cuando entré en San Mamés por primera vez, coño, que impresiona el asunto!

Los de Osaka a un lado, los de Tokyo al otro. Entre medias de los primeros, cuatro japonesas, un chileno, un catalán y un zalluco bebiendo cervezas ya. A la que nos quisimos dar cuenta, iban ganando los de la Yamanote y ya no dejaron de hacerlo hasta el final. Por lo visto, porque yo lo que veía era a individuos de pijamas blancos o grises parados la mayoría del tiempo que se cambiaban de lugar cada media hora, más o menos, menos o más.

Menudo circo, y la pena es que a las cheerleaders casi no las jipiábamos desde allá arriba…

El público sólo animaba cuando su equipo bateaba, si lo hacía el contrario, no decían ni mú, más callaos que el observer. Allí nadie insultaba, nadie se salía de lo establecido, aunque la gente parecía disfrutar igual cantando cuando tocaba y callando cuando no. Formas de ser, digo yo, en cualquier otro país del mundo sería impensable, quizás. Nosotros por el efecto del extracto de cebada ya llevábamos un rato animando a Julen Guerrero e Iniesta cuando se hizo de noche.

Entendí la mitad de lo que vi, pero vi mucho más de lo que pensaba. Saqué fotos y me reí como siempre que me junto con esta gente, antes, durante y después del partido, mereció la pena haber pagado los 4000 pepinos de la entrada.

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Eso si, esta gaita, este jirijuri yanki, sobrio no lo aguanta na-di-e. Avisaos estáis.

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La clase de gazpacho y tortilla de patatas

Se hizo, se hizo, y he de decir que cada vez nos sale mejor. Ya no hay tantos nervios por hablar en público en japonés, no se tiene todavía el nivel que uno quisiera pero se lidia con el idioma con más o menos destreza y casi casi ya no hay pausas entre lo que dice el chef Chiqui en manchego y la explicación japonesa con acento vasco. Nos vamos especializando, si señor.

Esta vez estuvimos muchos pinches acompañando al gran cocinillas: Guille, Xavi y Silvia no pararon en todo momento de asegurarse que las tortillas tenían el doble de sal de la que le hubiesen echado los japoneses.

Fuimos un poco antes para tener todo preparado porque otra cosa no sé, pero puntuales nuestros alumnos lo son un rato (y bien largo!).

El gazpacho fue lo primero para que reposase bien fresquete en la nevera mientras se hacían las tortillas. Y venga a trocear tomates y pepinos, y venga a echarle aceite, y venga a darle a la batidora!!

Después todo el mundo a pelar patatas y batir huevos como campeones, que eso lo sabemos hacer todos…

…pero eso sí, el noble y nunca bien ponderado arte de darle la vuelta a la tortilla hubo de ser explicado con más detalle…

Vídeo del Xavi sombrerecos

¡Hay que decir que no tuvieron ningún problema y todos le dieron la vuelta a la tortilla sin despeinarse!

Luego apareció por allí no se como todavía una jartá de embutido, pan, cervezas, vino… y bueno, pues ya se sabe la alegría morena que le entra a uno, que eso de las sobremesas typicals también hay que enseñarlo, también.

Llevé la bota pero esta vez no triunfó tanto aunque también tuvo su par de minutos de gloria!

Como la otra vez, una magnífica experiencia que hay que repetir las veces que se pueda!!!!!

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:gustico:
:cocinicas:
(¡¡Y eso que a mi no me gusta el gazpacho!!)
:D


Así lo vivieron el Guille y el Xavi.

Aho Aho Zombies 2

El día que nos fuimos al pueblo abandonado en casa Dios no nos dedicamos solo a sacar fotos, que también salió de ahí un peazo vídeo que cada vez que lo veo me entra la risa floja y ya no puedo parar en todo el día.

Héctor tenía todo en su cabeza, se llevó el material para casa y lo ha montado con muuuucho arte!!! ojo:

:D :D :D

¡¡¡Jodé, que bien me lo pasé ese día!!!

Nichitsu Ghost Town
Foto-zombi family de Kirai

Buen viaje, emperatriz

Te conocí una noche, diría que era otoño porque viendo ahora las fotos, no llevábamos demasiado ropa de abrigo todavía. Digo que te conocí, porque esa noche no te cuenta como la que me conociste tu a mi. Pero insisto en que coincidimos y recuerdo claramente que me hablaste con familiaridad, con mucha cercanía aunque no tenías claro quién era o qué hacía allí en aquel, ya vuestro bar. Tuve esa rara sensación que pocas veces pasa de encontrarme a gusto con alguien recién conocido, con alguien extraño. Aunque también es cierto que pronto dejaste de serlo, en cuanto te alcancé a tequilas.

Te pregunté si eras argentina, todavía me avergüenza acordarme y casi riéndote de mí me dijiste de donde venías, con gesto de enfado fingido arrugando el hocico. Sólo te faltó un «carajo pinche güey» para dejármelo claro. Ignorante de mi, créeme que nunca se me volverá a pasar un acento como el de los tuyos en la vida, que lo llevo aquí bien adentro entre los pulsos.

Creo que yo también olvidé, sin querer, el resto de la noche aunque fíjate si me dejaste buena impresión que tu no te me borraste.

No recuerdo bien la siguiente vez en que nos volvimos a ver, lo cierto es que no tengo ni la más remota idea porque hace bastante tiempo desde entonces, pero me fascina acordarme de tantas otras, de tantos mágicos momentos que fue una delicia vivir contigo alrededor… porque mira que no hemos parado quietos, ¿eh?. Esta misma noche me decías que todos teníamos mucha energía, yo creo que es cuando estamos todos juntos que es que se entrelazan las que llevamos dentro y nos sale la suma con llevadas. ¡Menudo desperdicio no habernos conocido antes!. Y es que cuando uno va andando adrede los días, no se da cuenta que el camino se convierte en años y a veces duele un poco no haber sido capaz de tomar tal o cual desvío, y claro, al llegar al peaje ya no te dejan hacer un cambio de sentido…

Te me vienes a la memoria entre autobuses nocturnos con nuestros chismes chismosos entre onigiris al whisky, infinitos pasos entre senderos y templos sudando la vida por los poros, noches de mentira con el mundo a oscuras sin dejar de temblar, ferris que atravesaban mares y nos llevaban a montañas mágicas de docemil recovecos donde disimularse entre bambúes y budas, pueblos detenidos en vidas pasadas desafiando ser profanados por eso tan nuestro de las isos y las efes…

Yo creo que me quedo con los momentos más íntimos de la familia Tokyota en tu casa, esa que nunca has dudado en hacer de todos siempre que nos hemos sacado de la manga alguna excusa para juntarnos. Esos son los recuerdos grabados a fuego de mezcal que tendré siempre tan frescos como tu cara de reír. La promesa de ayer también me la guardo aquí del esternón para adentro a mano izquierda, será todo un privilegio contar contigo en Japón, en España o en los dos, no dejo de emocionarme pensándolo.

Y ahí te me vas a inaugurar tu nuevo año de vida a otro país, mira que te ha gustado siempre celebrarlo a lo grande, ¿eh?. Pero bueno, que mira, que nos vemos pronto, no tengo ninguna duda, sea en Japón, España, México, Nueva York o en la luna lunera cascabelera, ¿qué mas da?. De mientras, hágame usted el favor de ser feliz, o por lo menos de reírse de todo lo que pueda, que es de lo que se trata esta copla desde el cabo hasta el fin. ¡Y que se mueran los feos!.

Cuídate mucho pendeja que bien sabes de sobra que se te quiere.


Nichitsu ghost town

En verano hago como el triple de cosas que en cualquier otra época del año, y eso que este nos han cancelado un montón de matsuris y hanabis por respeto a las víctimas del tsunami. No sé, es como si viviese al 150%, me faltan horas y días para hacer todo lo que quiero… en cambio en invierno estoy ahí todo tristaco encerrado en casa sin ganas de hacer ná…

:ojetepalinvierno:

Aprovechando mientras podemos, el domingo pasado nos fuimos a un pueblo abandonado en las montañas de Saitama, «Nichitsu town». Antonio preparó el viaje: a tal hora en tal sitio, después alquilamos coche desde allí que ya lo tengo reservao y para allá que tiramos, traed todas las cámaras que tengáis.

El pueblo surgió debido a la explotación minera cercana, que por lo visto sacaban oro allá por el año 1600 y después hierro y zinc. En el año 1937 las minas fueron compradas por la «Nichitsu Corporation» y de ahí el nombre del pueblo, o lo que queda de él porque sobre 1978 los trabajadores y sus familias empezaron a abandonar el lugar debido a que la mina empezó a escasear y ya no se sostenía el tinglado.

Esa información la he encontrao yo por internet, seguro que si buscáis encontráis más en condiciones que esto de escribir posts pensando que se es periodista o algo así me da rollo. Yo contaré que después de casi dos horas por una carretera que enseguida empezó a seguir a un río y a meterse debajo de túneles a cada cual más del año catapún, pasamos por al lado de lo que parecía una mina. No podíamos estar muy lejos, así que tiramos un poco más mirando a ambos lados de aquella carreterucha con atención hasta que después de algunas vueltas y pasarnos el pueblo, nos acabamos parando cerca de una especie de taller.

La verdad es que no impresionaba demasiado…

Menos mal que la cosa mejoró, y no sabéis cuanto, cuando un poco más abajo nos metimos en una especie de ryokan de dos plantas. Tablas que cedían y suelos de un tatami ya blando por años de humedad nos daban la bienvenida. Nosotros nos dedicábamos a inmiscuirnos sin permiso en la vida de los que allí se hospedaban sacando fotos de lo que allí abandonaron. Había tantas cosas que era como si hubiesen huido de algo sin tiempo a recoger… mejor no pensarlo…

Discos de música, tableros de go, televisiones, máquinas de karaoke… incluso futones dentro de los armarios. En algún momento entre la primera y la segunda planta dieron las doce y empezó a sonar una música a todo volumen, una de esas melodías al estilo del Yuyake Koyake de Tokyo. No os podéis hacer a la idea de ese momento, el de estar todos dentro de semejante lugar y que suene una canción infantil de repente… todavía me acuerdo de las caras que pusimos…

Detalles como la cabeza de la muñeca colgando o la hoz clavada en la pared nos hacen saber que algunos graciosillos se han pasado por aquí antes, y eso que la regla esencial a la hora de difundir este tipo de lugares es que no se toque nada, que se deje todo como está. Yo he de confesar que intenté romper un cristal de una patada, no pude aguantarme aunque no lo conseguí…

Pasamos por algunas casas más y dimos con lo que parecía una residencia de estudiantes, con un ambiente algo más personal que el ryokan anterior. No me acaba de cuadrar la razón de este tipo de residencia cuando en el pueblo en teoría solo hay una escuela para los hijos de los mineros, ¿quizás trabajadores temporales de la mina?

Dimos, ya por fin, con la ansiada clínica o casa del médico donde dicen que había incluso un frasco con un cerebro dentro. El susodicho no lo encontramos, pero para mi fue sin duda el lugar más acojonante de todos con radiografías por el suelo, utensilios médicos e incluso una especie de mesa de operaciones que daba mucha mucha grima.

Cerca de ahí estaba el teatro o salón de actos o algo parecido donde haciendo el cabra bajando del escenario cedieron las tablas y me hundí hasta la rodilla. Menos mal que no me clavé ninguna movida, que seguro que allí de desinfectada tendría poca!!

Buscando la escuela, nos encontramos con lo que parecía ser el supermercado y un poco más allá unos baños municipales.

No dimos con la escuela y como empezaba a ponerse oscuro, decidimos coger ya el coche rumbo a Tokyo. Si las fotos pesasen, hubiésemos llevado las cámaras arrastrando, menudo festival.

Gracias a Sara, Héctor, Pablo, Antonio y Carlos me reí mucho ese día, pero creo que ha sido sin duda de las excursiones más acojonantes de mi vida… llega a salir un tío de un armario y llego a Yokohama corriendo!!


Así lo cuenta Carlos, y así lo cuenta Héctor

Velatorio

Por suerte, no me ha tocado asistir a muchos funerales en mi vida. El primero del que tengo recuerdo es el de un amigo de la adolescencia que se nos fué una noche y me costó horrores entender que no iba a volver a estar más mañanas sentado dos pupitres más allá. Ese año dejé de ser el que era, sin duda alguna, creo que la mayoría de aquella clase cambiamos para siempre.

Unos años después, me tocó perder a otra gran amistad que si bien últimamente no estaba tanto a mi lado, odié tener que despedirle, tanto, que fui incapaz de ir al funeral. Todavía hoy me arrepiento de no haber estado allí. Molesta el corazón a veces cuando uno se acuerda de días grises como aquél en que no se supo estar a la altura.

No recuerdo demasiado a los padres de mi madre, pero si a los de mi padre. Adoraba a mis abuelos; me gustaba ir a dormir a su casa y verles pelear a la manera esa de los abuelos, exagerando todo por las mayores tonterías: que si el café quema, que si la tele está muy alta… ahora sé que lo hacían para que me riese todavía más y ver de parte de quién me ponía. Sufrí mucho cuando se fueron y todavía hoy me descubro hablándole de ellos a quien vela mis sueños cuando las noches clarean.

El miércoles pasado se murió el padre de una de las personas más importantes de mi vida y tuve el gran privilegio de asistir a su funeral en un templo de algún lugar al noroeste de Tokyo.

Callando los tiriteos del shock inicial después del obligado pésame, me di cuenta de que no sabía prácticamente nada de la costumbre japonesa al respecto y pedí ayuda, una vez más, a quien sustenta la decisión de seguir aquí un tiempo más. Por razones que no contaré, ella lo tenía bastante claro: camisa blanca, traje, corbata y zapatos negros, un sobre especial con 20.000 yenes y mi nombre y dirección para entregar a la familia. Nada en concreto que decir más allá de lo que dicten los latidos mientras se sepa estar al lado en todo momento. El silencio es igual de bienvenido.

El viernes fue el velatorio en una sala del templo, de siete a nueve y media de la tarde. Me las ingenié para salir antes del trabajo con el traje ya puesto, y llegué sobre las ocho donde ya me estaban esperando desde hacía un rato. Sólo había familiares, unas veinte personas tirando por lo alto, y yo. Se sorprendieron la mayoría y ella les explicó nuestra amistad de tal manera que sólo alguien sin alma pudiese haber desaprobado mi presencia allí, yo contuve las lágrimas porque habría sido descortés que brotasen por mi en lugar de por el difunto.

Era una sala amplia dentro de un edificio adyacente al templo. Muchas mesas alineadas formaban una sola de unos cinco metros de largo repleta de platos de comida muy japonesa: una bandeja de sushi aquí, otra de sashimi allí, tempura y encurtidos entre innumerables pequeños platos para la salsa de soja. Las cantidades eran visiblemente abundantes para el número de personas allí presente. Tampoco faltaban las botellas de cerveza, con y sin alcohol, y de té verde y ulon.

El ataúd, de color blanco, estaba colocado perpendicular a la mesa con los pies hacia la derecha y dos pequeñas pestañas en la parte izquierda que permitían ver la faz del difunto sin necesidad de abrir la tapa. La pared más cercana, que era la del fondo, estaba totalmente cubierta de flores y en la parte superior, a modo de altar, había una foto del hombre presidiendo la estancia. Si bien la calidad de la foto no era buena, era, sin duda, una buena foto, de esas que te arrebatan una pequeña mueca amagando una sonrisa a pesar de las circunstancias.

A la izquierda del ataúd una mesa supletoria sujetaba un cuenco lleno de arroz con dos palillos hincados y un paquete de fideos soba. La mesa principal, con dos velas a cada lado, estaba situada en el centro separando el altar de la hilera de mesas de los invitados. Un gran recipiente con cenizas contenía incienso consumiéndose que iba siendo reemplazado a medida que más personas se acercaban a presentar sus respetos. Cogían una barra, la prendían con una de las velas y después de clavarla en la ceniza, rezaban en silencio juntando las dos manos durante no más de tres o cuatro segundos.

«Ven a ver a mi papá» me dijeron. Me acerqué al ataúd y vi a un hombre muy mayor con los ojos tan cerrados como mi brío en esos momentos. No me extrañó ver que llevaba el gorro de lana con el que se resguardaba del aire acondicionado del hospital y que era ya parte de él por siempre jamás. Dentro del cóctel de sensaciones que le instigan a uno cuando ve a una persona muerta, tengo que decir que sentí algo parecido a paz. Si, inspiraba paz sin duda alguna, más que tristeza.

Tan abrumado estaba que olvidé saludar al resto de familiares conocidos, que sólo eran tres, y así lo hice a mi manera, dando abrazos y besos sin querer acordarme de más protocolos que los que se sinceraban desde mi pecho. Dos de tres lloraron, yo no confesé ni una lágrima.

Por más que quisiese mantenerme serio, el ambiente no lo era. Allí se comía y se bebía mientras conversaciones se turnaban para alzarse unas sobre otras en ambos lados de la mesa. Apuré dos o tres vasos de cerveza entretanto me aferraba a mis escasos conocimientos de keigo tratando de contestar preguntas sobre mi vida tan lejos de los míos. La compostura se mantuvo sola a pesar del alcohol, y sólo se achicó en dos o tres ocasiones en que el sonido de sollozos ajenos se me quiso contagiar.

Entonces la hija del señor de la foto de cara amable habló para todos. Brindamos por él con un 献杯, kenpai, en oposición al kanpai de las celebraciones, y empezó a hablar sobre su padre. Fue un discurso largo del que entendí mucho más de lo esperado. Habló de su infancia, de la manera de ser de aquel hombre que prefería hacer a decir, pero que cuando hablaba se hacía escuchar. Rara vez escuché palabra alguna de su boca, aunque esto tenía más que ver con la fatiga de su edad que con personalidades y maneras. Mi mente viajó por el primer año en que vine a este país con la vida rota y como este señor, de rebote, tuvo tanto que ver en que se me volviese a aliñar de alegría.

Ella, finalmente, repasó sus dos o tres últimos años, sus últimos días y horas y nos agradeció a todos nuestra presencia con una reverencia que secundamos desde nuestros asientos. No perdió su risueña sonrisa en ningún momento, si acaso uno o dos tonos menos de brillo apenas.

Mas por no saber que hacer que por cualquier otro motivo, me quedé hasta el final mientras el resto se iban marchando hasta que nos quedamos los familiares directos y yo. Insisto en que fue todo un honor, y más todavía cuando esa misma noche fui invitado al funeral del día siguiente desde la ceremonia por la mañana hasta el crematorio.

Camino de mis sueños, peregriné entre andenes con una camisa blanca, una corbata negra y un alma a pleno fuelle henchida de sentir.

La clase de Paella

Mientras unos andan recomendando que la peña no venga a Japón que hay radiación hasta en la miso, nosotros aquí seguimos pasando un verano atamagantemente chulo ajenos al proceso de transformación en hombres binárdicos (según algunos, cuatrinárdicos desde hace un mes ya).

Ayer sin ir más lejos estuvimos en el rocódromo donde un tío raro nos sacó fotos porque andan buscando modelos para ropa deportiva, no os digo más en las que estamos metidos. Bueno si, diré que para celebrar que a pocas a pocas nos vamos puliendo todas las rutas rocodrómiles, nos fuimos a ponernos hasta el jarenore de carne al izakaya de siempre. EdanoBeef la llaman ya. The man, the legend.

Total, a lo que iba, que si sigo por aquí no voy por allá. El sábado, como estaba anunciado desde tiempos facebookriales, tuvo lugar el primer seminario gastronómico internacional intercultural interparedes:

¡¡ La paella del tío Txiki !!
:cocinicas:

Pero empecemos por el empiece para que dure más el post antes de que finalice por el final. El viernes por la noche me casqué tres tortillacas de patata como tres soles. Gracias a los callos que me han salido por ir al rocoplace, pelar tantas patatas no supuso ningún reto en absoluto.

El sábado por la mañana salí de casa cargado con cuatro botellas de vino, tres tortillas, un plato lleno de pintxos del libro del Arguiñano y una paellera a la espalda que parecía el duende tortuga en Benidorm. Fiel al espíritu Tosca, al salir del tren se rompió una de las bolsas de papel y la mitad de los pintxos se esparcieron por el suelo montando un cristo del copón, del copín y del copete en la Yamanote que recogí como pude mientras el tío que iba atrás del todo mantenía las puertas abiertas para que no me pillasen porque estaba en el medio…

¡¡ Tío saborío rancio calandrero
que me veías ahí pasándolas chungas con la paellera a la espalda
y no te dignaste a ayudarme ni un poco asín!!!!!
:otiaya:

En Ikebukuro esperaban ya el maese hacedor Txiki y sus tres fieles pinches: la Nere, el Guille y la Gami. Ya estamos todos, ya podéis decir lo que estáis pensando, venga va, desahogaros que sino no se ven las fotos a gusto:

¡¡¡¡ un manchego,
una gaditana,
un lorquiano
y un zalluco !!!!

enseñando a hacer paella valenciana…

¡¡¡¡ tócate los tamangueños !!!!

Bien. Ya pasooo ya pasooo.

Ala, ya estamos frescos. Pasemos a la puerta del lugar donde veremos que, por una vez, parece que la de Shiodome ha hecho algo correcto:

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Una vez dentro, lo primero fue presentar en condiciones los aperitivos pensados para ser deglutidos después de echar el arroz y el agua a las paellas. El Txiki trajo chorizaco e hizo pan del de hacer la trompetilla al panadero de enfrente y el Guille y la Nere se cascaron unas empanadillas de esas de comerse una y no poder parar hasta el mokuyobi que viene:

Después nos aseguramos que cada mesa tenía todos los ingredientes puestos en condiciones, hecho que constató uno de los dos del Nerelorco.com con una instantánea hecha en el momento instantáneo justo:

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Y ya empezamos con el lío arrocero. Txiki-sensei se encargó de explicar lo que íbamos a hacer a partir de entonces, y también contó amenas, entrañables a la par que próximas y cercanas historias suyas como el origen de la paella o los ingredientes que se suelen usar en España (incluyendo conejico para horreur y terreur de los aprendices allí presentes). Yo trataba de traducir como podía ayudándome de una chuleta que me curré dos semanas antes que hicimos un ensayo general enseñándole a Chiaki lo mismo (y menos mal!).

Me puse nervioso… los cinco primeros minutos, después yo creo que todo el mundo se descojonaba sobretodo cuando intentaba decir alguna palabra y como no me salía pues me ponía a explicarla. Por ejemplo, yo decía «la cosa esa blanca que sale cuando lavas el arroz y que vale para enderezar las corbatas» y todos contestaban «el almidón!!!».

Planeado, dicho y hecho el trecho: mientras el arroz se iba cocinando, empezamos a zampar lo que los senseis hispanos habían tenido a bien traer y he de decir que la bota de vino, la misma que llevé al Fuji y al Koyasan, allá donde va, triunfa (a mi ni puto caso, eso sí)

Llegados este punto, sé de buena tinta («de buena tinta» no te lo pierdas!! #cancamusaFlavour), que estáis todos deseosos de ver las tres pedazo de paellas que allí se cocinaron. Pues os vais a quedar con más ganas que ni sé porque entre pitos y flautas, cuando me dio por ponerme a sacar fotos allí no quedaba ná:

La del Txiki fue una inmensa idea, el rato que pasamos fue genial, la gente respondió mejor que bien y encima nos fuimos para casa con la tripa tonta y la risa llena. Txiki decía que se conformaba con que alguno de los que fueron al curso les diese por intentar hacer la paella en casa, ayer me contó que ya sabe de una que compró paellera y les cocinó una a sus padres que quedaron encantados. Si esto no es gustico del bueno, a ver que lo es.

Por mi parte diré que ya estoy esperando a la siguiente. Paella, pintxos, tortilla de patatas… importa bien poco en que pisto nos metamos mientras se haga entre Txikis, Guilles y Neres.

Si señor.

Ah! que aquí lo contó el Guille, y aquí el Txiki-sensei, no olvidarse de mirar, que por allí salgo más!! :D

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:ungusto: