Archivo de la categoría: Actividades

Viernes, primer día

Hacía mucho que no salía de casa de noche, no le apodaron los chinos a éste país como le apodaron en vano porque el sol no se despierta nunca más tarde de las seis y si que nace si, vaya si nace.

Pero a esta hora manda la luna, que es un queso, o una sandía porque me tiene enamorado y se me antoja dulce aunque se convierta en una naranja con los últimos ronquidos del sol. Si dijese todo lo que sabe temblaríamos más de uno, menos mal que se calla las noches que tenemos a medias.

No equivoco la ruta, que en moto tiene más miga, y llego a tiempo para el saludo inicial justo cuando Suzuki sensei empieza a escribir en su cuaderno los nombres de los asistentes. Muchos niños, más que otros años, y dos extranjeros más, los dos que mejor me caen, aunque hablen francés.

– No necesitas la chaqueta, hombre -me dice el chico belga, en japonés, cuando algunos se la ponen por encima del karategi y saco yo la mía.
– ¡Claro que no! -contesto en el mismo idioma prestado, y la vuelvo a dejar en la taquilla, envalentonado, bravucón como parece que soy cuando me achuchan.

No son ni las siete de la mañana y ya llevamos un rato corriendo. Es un ritmo lento, se lleva bien a pesar del frío y vamos siguiendo a Daizo Sensei que se vuelve de vez en cuando y vigila que ningún niño salga demasiado a la carretera. Daizo Kanazawa, que iba para jugador de baloncesto hasta que le dió por seguirle el juego a su padre y hermanos y empezó a sacarse danes el que más tarde de todos. El mismo que no se limita a un breve saludo cortés y siempre me pregunta si estoy bien cuando coincidimos. Creo que le caigo bien, él también a mi y siempre agradezco sus palabras esforzándome por ponerle el «masu» en vez del «ru» a mis verbos por aquello de sonar educado. Me he quedado con ganas de darle un abrazo un par de veces que supo hablarme en horas bajas.

Cuando vamos llegando de nuevo al dojo, los mayores tomamos posiciones y en cuanto Daizo Sensei esprinta, le seguimos a todo lo que dan las piernas. Suelo ganar yo, hoy no ha sido el caso. Mañana el café será doble.

Entramos, nos descalzamos y empieza una clase de Karate de unos cuarenta minutos sin parar. Técnicas básicas: paradas, puñetazos… primero diez despacio luego poniéndole lo que quede dentro…

La clase la da Tanaka Sensei, y el resto de profesores hacen de alumnos esta vez. Todo un privilegio dar patadas a su lado, desde la mayor de las motivaciones dadas las circunstancias. ¿Había madrugado yo hoy? que poco importa en ese momento.

Hacemos todas las katas básicas más una superior, dos veces cada una, despacio y con fuerza, asentando conocimientos y aventando garra, respectivamente o no. Para mi todo está mezclado, más de mí no hay, que yo sepa.

La única fila habitual de las clases hoy se divide en tres. Nos arrodillamos al acabar en posición de seiza, como en la ceremonia del té, como en algunos izakayas, y saludamos gritando las gracias y cerramos los ojos para meditar un rato hasta que el dojo kun en japonés pone el punto y final a la clase, y abre comillas de la historia todavía por pasar del nuevo día.

Gracias a la moto tengo tiempo de sobra, así que estiro mientras los chavales van dejando libre el vestuario. Wakisaka Sempai me dice que el título de segundo dan está preparado, que si voy a venir el domingo. Le digo que no puedo, que sólo puedo los martes hasta que me doy cuenta en el vestuario que en realidad me había dicho domingo y no lunes. Me vuelvo a poner el cinturón, porque entrar al dojo sin él es una falta de respeto, y le digo que me había liado, que si que voy. Por éstas que voy, con un poco de suerte el diploma me lo dará Kanazawa Kancho, aunque de mano de cualquiera de los profesores me honraría igual.

Sólo en el vestuario empiezo a cambiarme pensando ya en seguirle el juego a la vil rutina de oficinas y horarios. Entonces entra Daizo Sensei.

Oskar san, genki?
Genki desu, okagesamade

寒稽古

Kangeiko, el entrenamiento de invierno, es una tradición que todavía se practica en muchos dojos de Japón, e incluso en el extranjero. Se trata de desafiar al vil invierno entrenando durante días consecutivos a primerísima hora del día. Desde antes de la guerra, el kangeiko tradicionalmente incluye ejercicio en la calle con el mismo traje del arte marcial que se practica, despuntándole el rocío a la mañana a base de coraje. Dicen que el entrenamiento es más para la mente que para el cuerpo, yo tengo claro que es así.

Hay quien dice que estoy loco por levantarme viernes, sábado y domingo a las cinco de la mañana para ir a correr con el karategi por la calle junto a unos cuantos como yo. En la oficina algunos compañeros me han mirado con respeto cuando lo he contado a la hora de la comida, aunque han sido los menos. La hipótesis de mi inestabilidad mental ha cobrado más protagonismo que habitualmente cuando el respetable se ha enterado de la gripe A que pillé el año pasado.

¿Y yo? ¿que pienso yo de todo esto? pues yo me veo dentro de una película de artes marciales, rodeado de japoneses codo a codo con los hijos de Kancho Kanazawa inaugurando las calles, devolviendo los saludos de los comerciantes cercanos que se saben la historia que se cuenta allí cada año y se paran para animarnos quizás recordando juventudes pasadas. Obviaré caras de sorpresa de los que descubren al extranjero que lucha contra el frío como uno más entre la marea de trajes blancos y cinturones negros que corre más por lo que se gana en el camino que por llegar a la meta. Volveré a casa con el tiempo justo para ducharme e ir a la oficina, pero ¿sabéis? no veo la hora de que suene mañana el despertador.

Pocos, muy pocos conocerán esa sensación, la de sentir el alma más viva a costa de obligarle a la mente a que siga mandándole no parar al cuerpo sin que ninguno de los dos quiera seguir. La de que respirar sea tan difícil que el pecho arde mientras el cuerpo muere de frío tres veces por aliento. La de acabar tan exhausto que sólo queda ya dormir y aguantar agujetas y sabañones con la nunca más cierta satisfacción de sabernos mucho más vivos.

Ojalá me sigáis llamando loco por muchos años. Eso es que sigo por buen camino.

Karate, segundo dan

Desde que tenía algo así como quince o dieciséis años empecé a hacer Karate, más por ver como era aquello que por tener ningún interés por las artes marciales o Japón. Después la cosa fue por sí sola a más; de no enterarme de la misa a la media, fui poco a poco aprendiéndome la copla y le pillé el truco al asunto de pegarse disfrazado. No es que fuese de los mejores de la clase, ni falta que hacía, pero me gustaba poder ir al menos tres veces por semana a darle patadas al aire con los amigos.

Millones de risas y recuerdos, como las competiciones entre nosotros en el frontón del pueblo, aunque con lo que mejor me lo pasaba yo era preparando exhibiciones con Dani… más que solamente técnicas de Karate, simulábamos peleas revolcándonos por el suelo y rara vez nos volvíamos a casa sin moratones. Bendita juventud, que me siga durando hasta los 80, por Dios.

Las páginas naranjas del suplemento del correo me llevaron a Japón y pude intuir cómo se leía la historia por estos barrios. Me gustó, diría que impresionó, la seriedad con la que se llevaban las clases, me extrañó que se descansara tanto entre técnica y técnica y la ausencia total de combates en los entrenamientos. De repente me vi haciendo katas que sólo había visto en PDFs que conseguíamos Dani y yo por el internet del modem de conectarse después de las seis, y dejé de tirarme la mitad de las clases haciendo flexiones y abdominales lo poco que duró aquello.

Escasos cinco meses, si llegó.

Volví a Zalla y aterricé en el dojo de Santoña donde la cosa cambió completamente, en muchos aspectos para bien: había mucho contacto, había que tener respeto por el que se te ponía delante porque sabías que de no cubrirte, era bastante probable que te fueses a casa con la cara de otra manera porque resulta que aunque entre amigos, las hostias siguen doliendo igual. Clases distintas, sin duda, que echo de menos muchas, quizás demasiadas veces. Más físicas, quizás más reales y efectivas.

Pasé después a vivir en Bilbao y de nuevo me mudé con el pijama y el karategi de equipaje, tenía claro que había que seguir con aquello. Y lo intenté, de verdad que lo hice, pero no acabé de cuadrar en aquel lugar donde el entrenamiento estaba completamente enfocado a que dos o tres compañeros ganasen campeonatos y el resto hacíamos poco más que servir de sparrings. No me importan demasiado las metas de los profesores o del resto siempre y cuando yo siga aprendiendo y llevándome algo con cada clase, pero no fue el caso y acabé dejándolo por un gimnasio de fitness donde las patadas que dábamos eran en chandal al ritmo de Beyoncé.

Divertido, pero triste. Mucho de cada aunque lo segundo dolía al hacer balance, sobretodo en los días de resaca.

Durante dos o tres años me olvidé de katas, técnicas, combates y sudores de interior. El karategi pasó a formar parte de mi vida anterior, los cinturones se perdieron en algún trastero entre Zalla y Bilbao, al lado de los tebeos de Mortadelo y las cintas de música TDK de 90.

Luego fue la vida y mira por donde que quiso no quererme, así que me tuve que alquilar otra en otro lugar. Poco tiene el azar que ver con que fuese Tokyo aunque hubo mucho de suerte en que pudiese mudarme aquí. Hubo mucho que solucionar antes de que pudiese volver a pisar un dojo de nuevo y pasaron algunos meses que me hicieron pensar en que poco sentido tendría presentarme en la casa de la figura viva más representativa del arte de la mano vacía, con mi cinturón que era negro sólo por fuera pero repleto de recuerdos olvidados por dentro.

Empecé de nuevo, casi a la vez que a probarme la nueva vida que me había comprado unos meses atrás, y me vi rodeado de japoneses en el dojo de Kugahara con un pantalón de chandal gris y una camiseta de manga corta tratando de destacar menos del 90%.

A fuerza de hostias, desengaños, sudores y mi orgullo por bandera, decidí examinarme y me dieron el cinturón marrón aunque no tuviese ningún carnet detrás. Mi karate eran las patadas mil veces repetidas con Jose con una mano en la barra, los katas aprendidos de Dani que siempre nos llevaba dos por delante al resto, los combates con Carlos a punto de atravesar el cristal de la puerta de la entrada con la espalda… toda una mezcla de estilos y maneras de entender, o liar, lo mismo. Y puliendo más las entendederas que los músculos, conseguí el cinturón negro. Lo celebré en la soledad de mi habitación desahogándome con lágrimas de rabia y alivio, dos a una hasta mil. Ya me iba tocando a mi ser el que mirase por encima del hombro a las horas.

Hoy con una vida asentada y las cosas más cerca de por donde creo que deberían andar, siento, digo… grito que me siento orgulloso de haber conseguido el segundo dan. De haberlo hecho el día de Navidad, vestido con el karategi que me regalaron los AMIGOS que me acompañan en esta etapa de mi vida.

De que haya sido Suzuki Sensei el que me hiciese seguir órdenes, bajo la atenta mirada de Hirokazu Kanazawa, haciendo lo que venía preparando desde antes de verano, desde muchos veranos antes en realidad: movimientos que el cuerpo recuerda más que la mente de tanto desgastar músculos, gritos de perseverancia y tesón, saltos de querer volar, reverencias de gratitud sin límite, de osada y desafiante humildad.

Al saber el resultado, una niña lloró dando las gracias entre sollozos, otro bajó la cabeza y lo hizo de rabia, hubo uno que no pudo evitar un grito de alegría apenas ahogado entre nuestros aplausos.

Yo callé, y no fue hasta que Kanazawa Kancho me felicitó con un apretón de manos que empecé a creer que me había empezado a ganar estar allí.

Campeonato de Otoño de Ota

Aquí va el primer y único combate… a ver que se entiende aquí…

Pues lo que pasó es que me descalificaron por falta de control, hubo dos patadas que le dí en la cara y reconozco que la segunda fue bastante fuerte aunque no estoy para nada de acuerdo con la primera amonestación. En cualquier caso esto no tiene nada que ver con racismo como han dicho por ahí, eso segurísimo.

Si en la anterior competición parece que faltó un poco más de fuelle, en esta por lo visto me pasé… habrá que intentar dar con un término medio para la siguiente. A pesar de haber perdido tan pronto, hay algo de lo que estoy muy contento: controlé muchísimo los nervios, estuve muy sereno todo el combate. Creo que sigo por el buen camino. ¡Ahora a por el examen de segundo dan, que lo tengo el día 25 de Navidad! Oss!!!

Aquí va otro vídeo del mismo combate grabado desde otro ángulo por Alain, en éste se ve la cosa un poco más clara:

Marcho, que tengo competi

Menuda semana llevo… desde que he empezado en la oficina no estoy en casa nada más que un ratico a las noches, lo justo para meterme al sobre, y es que como salgo un poco tarde, ando cuadrando mi vida para seguir haciendo lo mismo que hacía antes. Por ahora va la cosa bien, no me quejo ni un poco así, que de amargaos está el mundo a rebosar.

Total, que este fin de semana viene pardo: mañana competición de Karate, el campeonato de Otoño de la ciudad de Ota. Ya iba tocando, hace un huevo que no compito y tengo muchas ganas!. Si en la última salí contento porque me veía más ágil quizás por Capoeira, ésta vez ¿se verá algo distinto por el Parkour?, jaja, si veo que el tío se pone farruco echo a correr gradas arriba!

Encima, estreno Karategi, que los colegas de Tokyo pusieron bote y me compraron el más rechulo que había… ganar no se si ganaré algo, pero voy hecho un San Luis!!

Dicen que se vienen a verme, si a alguno más le apetece y no tiene nada que hacer mañana por Tokyo, que sepáis que se llega en un titá desde la estación de Heiwajima, que queda allá por Shinagawa. El sitio es el «Oomori Sport Center», vamos, un polideportivo de los de toda la vida, ahí va un mapica:


Ver mapa en gordo

Yo tengo que estar desde las nueve de la mañana, pero al principio son las categorías infantiles, y antes de las doce no salgo nunca… eso si, para las cinco de la tarde estarán todas las hostias dadas ya.

¡Deseadme suerte!

En otro orden de cosas (jaja, toma ya frase del telediario, Toscano Prats!), este fin de semana es la Nihon Jaia en Bilbao, un evento donde se han liado la manta a la cabeza organizando un huevo de actividades relacionadas con Japan sin pan que tiene una pinta del copón.

cartel_es.jpg

Pues mira por donde que aunque me lo perdí el año pasado, este me las he ingeniado para aparecer de un par de formas. La primera es por videoconferencia mañana desde la 13:30 hasta las 14:30. Si no me han partido la cara en la competición y todavía puedo hablar, allí apareceré encantado!! seguramente estaré en pijama de cintura para abajo para seguir en plan telediario, pero como me han dicho que participa el Capi, me pondré guapetón para la cámara.

Y la otra está relacionada también con este largo señor, que se vino hace ya milenios a los Tokyos y nos estuvo haciendo preguntas para un proyecto llamado «Crónicas desde Cipango«, pues bien, ya está finiquitado, ya se estrenó en Barcelona, y mañana también lo echan en la Nihon Jaia en Bilbao a las 18:30. ¡Ya nos diréis si os ha gustao!

Y el domingo Parkour en Yokohama… ¿ya pararemos quietos?… no se yo…

Un domingo de Parkour

Fresquete, pelete, biruji al mediodía de un domingo gris. Los tres mosqueteros y la reina del lugar, que también se ha animado, esperan en el punto señalado. Se ve a chavalería estirando, ¿nos acercamos?, ¿nos dejarán ir con ellos?, para cuando el Lorco y yo nos lo tenemos ya medio decidido, el Chiqui ya está parlamentando con ellos, no se sabe muy bien si les está engatusando dándoles tabaco o es que han sucumbido a sus dotes sociales amigueras, no es la primera vez del día que le vemos con nuevas amistades hechas esa mañana. Mucho que aprender de Albacete todavía, mucho.

Un profesor con pintas de estar pasándoselo igual que mi nevera de casa toma el timón: estiramientos, un poco de trote para acá y para allá, ejercicios de calentamiento… todo sin reírse ni una sola vez, porque ya lo hizo allá por el 72 cuando le salió aquella llaga y ya no puede quitársela de la cabeza que todavía tiene pesadillas con el Oraldine.

El resto: chavalería del instituto, la mayoría flacos como ellos solos que lo mismo te saltan una barandilla que te dan una voltereta para atrás. Un par de extranjeros más con los que poco tardamos en llevarnos bien por la cosa del envoltorio, y gente medio loca pero sana. Majísima, si quitamos al amargado que hace de profe, ¿quién habrá puesto a este tío aquí?. Ahora que el percal lo calamos pronto: hacemos lo que nos cuenta el caraflautas, y después nos adosamos a uno que sepa y que tenga más gracia y le damos la chapa hasta que nos explique las cosas. El método, que bautizaré como «tenemos el culo pelao de amargaos» funciona, y ya nos ponemos a hacer historias por nuestra cuenta a costa de los que saben y no les sale una úlcera por reírse.

Cambiamos de sitio un par de veces y acabamos en unas barandillas, la peña se sube y anda por encima de ellas, salta de unas a otras, van corriendo contra un muro, lo pisan y dan la voltereta para atrás como quien se rasca el ombligo. Hasta hubo uno que fue capaz de subir una pared de más de dos metros corriendo desde abajo.

¿Nosotros? pues no nos cortamos un pelo tampoco y algo ya hicimos también. ¿Las agujetas?, las peores de mi vida.

Pero ¿y lo bien que nos lo pasamos? ¿eso no cuenta, o qué?, yo no sé mis dos escuderos y la doncella, pero deseando estoy volver!

:gustico:

PD: Que ganas tenía de estar en una oficina normal, con mi horario normal, compañeros no inanimados, vida social… buff, ya os contaré, ya…

Marcho, que tengo Parkour!

Primero, y como objetivo y motivo fundamental de venir aquí, marchaba porque tenía Karate. Después la cosa se complementó yéndome porque había quedao con la profesora de la ceremonia del té, luego seguimos con esto de ocupar el tiempo y nos pusimos con el Yosakoi. Para acabar de liarla parda, empezamos a dar volteretas en Capoeira, y ahora… pues ahora marcho que tengo Parkour.

¿Que qué es Parkour?, pues es esa gente que se lía a pegar saltos por la ciudad subiéndose a todo haciendo mil volteretas y cabriolas para esquivar los «obstáculos urbanos». Después de poner el vídeo de Capoeira, más de uno me sugirió que lo hiciese, me dio por buscar en internet y resulta que hay un grupo en Tokyo que te enseñan por la patilla!!. Así que este domingo me voy a Parkour con el LorcoNinja y el Chiqui que también se han animado. Veremos si volvemos con todos los huesos del derecho.

Un vídeo de estos señores, no veo el momento de empezar:

Ala pues, que tengan ustedes un maravilloso fin de semana, el mío viene chato…

PD: ¡Tengo currelo!, buff, currelo y mucho más… ya os contaré, ya…

Avanzamos, avanzamos

Hace un par de fines de semana fue el evento de Capoeira del año: vinieron compañeros de Okinawa y tuvimos el lujo de contar con profesores muy distintos que nos enseñaron un montón de cosas durante tres días.

Yo fui el fotógrafo oficial y también me dediqué a grabar las clases dejando la cámara en un lugar estratégico todo el rato. Ayer viendo algunos vídeos me di cuenta que salgo dando botes, y me alegro de ver que he mejorado bastante en agilidad, aunque anda que no me queda nada!!!

Lo digo y lo repito: sin haber dejado Karate, me alegro una barbaridad de haber empezado Capoeira… se complementan ambos perfectamente, las técnicas rígidas de uno, con el movimiento y la agilidad del otro…

Aquí va un mini vídeo del menda dando botes, o como me dijeron en el blog de Alain «haciendo el chimpancé», jajaja, lo cierto es que el primer movimiento que se ve se llama «macaco», jaja.

¡¡ Buen fin de semana !!
:gambi: :gambi: :gambi:


El hasta aquí

Es curioso como si rascamos la capa cultural que cada uno llevamos puesta, resulta que somos muy parecidos quienes a cuales. Lo que vengo a querer decir es que yo conozco a personas japonesas y a personas españolas que tienen el mismo fondo a pesar de no compartir formas. Es fácil de ver sobretodo si uno ha coincidido durante largos periodos de tiempo en alguna actividad. En Karate, ahora mismo está el señor calvo rechonchete que, con mayor o menor fortuna, le pone infinitas ganas al entrenamiento, también está el chico americano que se empeña en corregir al resto de estudiantes sin prestar demasiada atención a si mismo y la que ha motivado que me ponga a pensar en todo esto: la señora mayor con ansias de protagonismo.

Es admirable, la cosa sea dicha, que alguien de unos sesenta y muchos años siga practicando Karate un par de veces por semana, ojalá llegué yo allí. Pero mi experiencia con esta señora es más bien negativa, sin que nunca haya llegado a importarme lo más mínimo. Digamos que me dan igual sus tonterías de tan tontas que me parecen. Nada que ver con los gritos del otro artista, que por cierto son muy amigos, y poco que me extraña.

Total, que hay una señora en Karate que ha asumido el papel de llamar la atención todo lo que puede. Da consejos sobre movimientos que ni siquiera sabe hacer, ha cogido confianza con los profesores de esa que se cae por los bordes de tanto que sobra: sobreactuando al reír, multiplicando por cuatro lo amiga que en realidad es de ellos, que anda que no la tienen calada, y si se tercia, menospreciando a otros con tal de triunfar socialmente en esa absurda carrera de popularidad que se empeña en correr mientras los demás, la mayoría, nos limitamos a intentar aprender cada día algo más. Como si eso fuese poco.

Hoy me ha tocado a mí ser el objetivo de su pobre ego, en un movimiento desafortunado le he pisado el pie. Es normal porque al ser día de examen estaba el tatami lleno, y no es raro que haya encontronazos, de hecho ha sido meramente cuestión de un segundo que no me hubiese pisado ella porque ninguno de los dos nos habíamos visto. Pero el caso es que la he pisado yo con el pie descalzo en su pie descalzo, concretamente con la parte de delante de mis dedos en la parte central de su pie, vamos, que es imposible que le hubiese hecho nada de daño. Pues bien, ha empezado el teatro: a lo Fernando Torres ha empezado a gesticular, a poner caras, a hacer gestos, a decir por lo bajo que cuanto le dolía. Yo, que ya me la conozco, le he dicho una sola vez y casi sin mirarle a la cara que lo sentía, pero ella seguía con su retahíla sin dignarse a contestarme. Le ha pillado a Kojima san, pobre con lo pedazo de pan que es, y ahí ha empezado a ponerme a parir: «que si el Oskar este, que si siempre igual, que si no tiene cuidado, que si que dolor, que si me quiero morir», y venga a cojear y a mirarse el pie, como si le fuese a salir la cara de Buda ahí en forma de moratón.

Yo he pasado de ella, como alguna otra vez que me ha venido a comer la oreja poniendo verde a otro pobre, y Kojima ha hecho lo propio, así que se ha ido donde otro a llorarle, y después a otro más… hasta a tres o cuatro personas más le estaba enseñando el tobillo señalándome y encargándose de hacerse la víctima todo lo posible. Que tía más bruja, que manera de querer y no poder, que complejo de princesa caraflautas, que pena de persona, y que tortazo le daba.

Pero como soy un tipo pacífico, lo que me ha dado es por pensar en el hasta aquí, a lo teoría de las mías. Me ha venido de sopetón todo lo que yo he pasado desde que empecé a entrenar en Zalla con dieciséis años hasta este mismo momento en el Dojo principal de la SKIF en Tokyo el que era el único extranjero de unas treinta o cuarenta personas entre compañeros que se han presentado al examen, amigos y familiares que venían a ver, y los que nos quedamos para ayudar. Y he pensado que no es ninguna casualidad que yo esté aquí, porque casi podría contar cada gota de sudor, cada lágrima con la que se ahogó mi vida anterior, cada noche en vela estudiando japonés por mis huevos para tratar de cuadrar un poco en un mundo que es de otros. Casi me ha crujido de nuevo la mandíbula por cada puñetazo encajado acompañando al constante dolor de ampollas y agujetas con el que vivo cada día.

Así que no, señora mía. Este trago no me lo trago, porque si echo la vista atrás, no se imagina usted todo lo que he tenido que pasar para que se tercie ahora la posibilidad de darle un pisotón de cuando en cuando. No me venga con ésas y compórtese, encájelo y no me monte el número. Que extranjero o sin extranjerar, el espejo nos escupe canas a todos y en mi caso ya me gritan por lo bajo que uno tiene ya bastantes como para aguantar circos.

Y el caso es que se lo digo desde el cariño aquí, porque bien sabe Dios que cada vez me cuesta más callarme y a la próxima no creo que llegue usted muy lejos con su comedia porque habrá cuatro cosas que tendré a bien decirle, que tengo las tragaderas ya a rebosar y se me está olvidando como se achicaba.

Soberbia

Teniendo en cuenta que trabajo desde casa, los días de entre semana son calcados unos de otros, lo único que los diferencia es qué traje me tocará ponerme a eso de las siete de la tarde para empezar a pegar saltos y darme cuenta de que para hablar con otras personas no hace falta un teclado de por medio.

Sin embargo, hay un día que es distinto a los demás. Los lunes las clases de Karate son diferentes a como lo son cualquier otro día. Por alguna razón, ésta primera clase de la semana está maldita y somos muy pocos los que asistimos. Los profesores son los mismos, el lugar es el mismo, el horario es el mismo, pero los alumnos no son ni la cuarta parte de los habituales.

No, me trago lo de maldita porque para mi ha resultado ser más bien bendita. Coincidimos un máximo de tres cinturones negros, en el mejor de los casos, junto a otro tanto de cinturones de colores. Así que si normalmente la atención del profesor se reparte entre unas veinte personas, los lunes nos toca a mucho más, y si tenemos en cuenta que hay un momento de la clase en el que sólo contamos los cinturones negros, pues ya ni te cuento.

Supongo que en algún momento ésta clase sería como las demás, pero mi teoría es que coincidieron unas cuantas semanas, por azar, en que vino poca gente y ya cogió esa fama. Y hay gente a la que no le hará gracia eso de tener los ojos del profesor prácticamente encima durante los noventa minutos. Dependiendo además de qué profesor sea, puede pasar que te corrija uno de cada dos movimientos, lo que yo creo que es bueno, pero entiendo que puede ser frustrante.

Estando los pocos que estamos, no es raro que me haya tocado ser el alumno de más nivel bastantes veces. Esto significa que me toca ponerme a la derecha del todo y «ordenar» a los demás que se pongan en fila, después en seiza y saludar al dojo, al profesor y a los compañeros en ese orden. También es habitual que el profesor me saque para explicar alguna técnica, y que al acabar tenga que recitar el dojo kun el primero mientras los demás lo corean. Todo en japonés, por supuesto, es más, en esta clase es raro que haya otro extranjero.

Así que los lunes son distintos porque toca la clase de los cuatro gatos en la que se aprende tres veces más porque los ojos del profesor son tuyos más tiempo.

Pero los lunes también toca la clase en la que me veo las caras con la persona que peor me ha tratado en la vida, que coincide que también viene este día aunque llega siempre tarde, con lo que ya no cuenta para lo de alumno de más nivel en la retahíla del principio y del final. Es una persona arrogante, altiva, cuyos modales son malos para empezar y después ya veremos. Persona a la que yo evito desde que tuve que aguantar con la cabeza gacha, insultos en el japonés rudo más humillante que he soportado nunca. Desde aquél día nos ignoramos mutuamente, y así nos va mejor.

O nos iba, porque algo cambió ayer. Vino en el descanso y me hizo una reverencia que yo le devolví con miedo pensando en que me iba a soltar una charla sobre modales porque todos van a saludarle menos yo cuando entra. Pero no, me empezó a hablar, sin quitarse la arrogancia del todo de encima, de la competición. Me contó que estuvo viendo los combates, me dijo que me muevo muy bien pero que ataco con miedo, me dijo que él es árbitro y que me hubiese marcado la patada en la cara del segundo, pero que para la próxima vez intentase que sonase más el golpe. Me hizo poner en guardia delante de él y me dió un par de golpes en el estómago que sonaron mucho aunque no dolieron nada, a modo de ejemplo. Después me hizo darle yo las patadas, pero en la cara ésta vez, y se las dí que sonaron aunque sin llegar a darle fuerte, por la cuenta que me traía. El resto de personas que saben la historia nos miraban de reojo sin entender muy bien la situación, vamos, como yo que seguía sin saber muy bien si arrastrar o envidar.

Así si, así sí ganas. Tienes que hacerte notar y que tus ataques sigan siendo igual de buenos, pero que se vean mejor, que suenen, que dejen buena impresión, que no parezca que vas con miedo.
Ossss
Y si sigues entrenando como lo haces, estoy seguro que tarde o temprano ganarás algún campeonato, da gusto verte.

Después me dio un par de palmadas en la espalda riéndose como si fuésemos los amigotes de toda la vida que nunca seremos porque no necesito tener cerca a nadie que me perdone la vida tres veces por frase.

Yo creo que a su manera, se estaba sorbiendo un poco la soberbia para darle cera a mi vanidad por los motivos que fuesen. Y yo, qué queréis que os diga… ya estaba empachado de tanto tener que odiarle dos veces por semana.

DSC09964.jpg

Capoeira Summer Kick Off Party

El sábado había un evento organizado en Capoeira, estábamos todos los estudiantes invitados a una Roda y después a un concierto de un señor llamado Silvio Anastacio que iba a tocar música brasileña. El gimnasio de Capoeira mola mucho porque a parte de ser amplio, tiene un bar con su barra, su dispensador de cerveza y todo, así que no es raro que nos quedemos allí los que vivimos cerca hasta las tantas tomando zumicos y bebidas isotónicas después de entrenar los viernes.

El plan prometía mucho: Sucuri, el profesor, iba a poner una serie de vídeos de Capoeira explicando algunos conceptos básicos, y después de verlos todo el mundo se cambió de ropa y pasamos a hacer una Roda, la pelea en el círculo, que duró una hora con gente entrando y saliendo cada medio minuto. Yo sólo salí una vez porque todavía no tengo nivel suficiente y la verdad es que acabo haciendo Karate siempre, pero estuvo genial y daba gusto ver a los niños haciendo con los mayores sin ningún miedo. La grabé prácticamente entera, ahí van algunos cachos, a ver si me pispiáis lo poquico que salgo:

Lo siguiente fue preparar un poco el escenario y Silvio Anastacio estuvo tocando música en directo mientras el resto nos sacrificábamos porque resulta que había excedente de zumo de cebada y Caipirinhas y no era plan de que se estropease.

Una de las cosas que más me gusta de este lugar es la cercanía, la camaradería que existe entre la gente. Todo el mundo se conoce y aunque yo no llevo casi nada comparado con ellos, lo cierto es que me siento uno más. Para mi, Capoeira aparte, el lugar se ha convertido en una especie de txoko donde siempre te encuentras a alguien con quien echar un rato aunque no haya clases y el poder hablar en castellano con el profesor es impagable.

Takeshi y Sucuri, los dos profesores, lo mismo servían cervezas que tocaban y cantaban con Silvio, y hasta William, un compañero de padre japonés y madre brasileña, se plantó con su guitarra y estuvo también tocando con ellos…

Además el lugar es perfecto para los chavales porque tienen todo el espacio del mundo para jugar y hacer el cabra…

El resto, pues nos dedicamos a gambitear todo lo que pudimos… y aunque no hubo manera de quitarme de encima la charla sobre el papel que va a hacer España en el mundial, que me interesa lo mismo que la reposición de Jara y Sedal, lo cierto es que me lo pasé genial!!

Competición de Oota, el tercer combate

Por el montón de comentarios del vídeo de ayer veo que la gran mayoría estáis como yo: fue un combate raro porque no marcaron ni un punto. Hubo muchos encontronazos y golpes quizás no demasiado claros, pero también hubo otros que se ven muy bien por ambas partes y allí nadie marcó nada. Al final nos dan otro minuto más en el que el primero que marcase ganaba, pero tampoco, y ya al final me dan a mi la victoria por haber dado una mejor impresión.

Aunque en el vídeo no lo parezca, que estoy bastante sorprendido, físicamente me encontraba totalmente muerto, no podía casi ni respirar y me pesaba todo. La única explicación que le veo es que llevaba desde las nueve de la mañana sin comer nada, y los combates empezaron a eso de las dos y media. Yo tengo mucho mejor fondo y aunque está claro que los nervios y la tensión hacen que baje el rendimiento, lo que me pasó no es normal… ¡no podía con mi alma!. De todo se aprende, para la próxima me llevo unos onigiris o unas barritas energéticas… no veo otra razón por la que me dio tal bajonazo de energía.

A pesar de todo, veo que me muevo bastante más rápido que otras veces, que casi todos los golpes del contrario los veía venir así que ando mejor de reflejos y estaba mucho mucho más seguro de mi mismo. Mejorías sin duda que me indican que voy por el buen camino.

Pasemos ahora al siguiente combate, éste no dura ni la mitad del otro:

Por el cansancio, me sentía impotente, exhausto y sin ideas. En el segundo 28 y en el minuto 1:23 del vídeo se ve cómo le marco dos patadas en la cara que normalmente valdrían dos puntos, pero no me los dan, y luego ya sólo acerté a esquivar los envites del otro hasta que me salgo tres veces del tatami y pierdo. En otras circunstancias, estoy seguro que podría haber hecho un mejor papel esquivándole y contraatacando, o manteniéndole a raya con la pierna, pero de verdad que no podía con mi alma.

Rabia por la pájara rara que me entró, contento porque la mejoría es más que evidente, y orgullo porque ayer me felicitaron en la clase. Todavía mucho que mejorar y mucho que aprender y si de algo sirven las competiciones, más que ganar o perder, es a multiplicar por diez la motivación. ¡Mecagüen la madre que parió a Peneke!

¡¡ Gracias Jordi por venirte a grabar !!

Competición el domingo

Pues eso, la tercera edición de la competición de la zona de Oota a la que me presento. La primera vez gané tres combates y perdí el cuarto, la segunda vez perdí en el primero ganándome un mandoble en la mandíbula que me dejó tiritando. Como decía, ésta tercera vez voy con mucha más confianza en mí mismo, no es que antes no la tuviese, pero creo que he ganado mucho en agilidad y rapidez gracias a Capoeira. Hay que tener en cuenta que a los tres entrenamientos semanales de técnica pura de Karate ahora se le han sumado otros tres de movimiento sin parar incluyendo muchas patadas, giros, volteretas…

¡Lo que no quita para que luego pierda nada más salir, pero yo voy muy contento y en la mejor forma de toda mi vida!

Molaría que se viniese alguien a grabarme, que no queda muy lejos y así me quedo con el recuerdo de los vídeos de los combates de cuando me pegaba por los Tokyos!

Es en el estadio de deportes de Oomori (大森スポーツセンター) y la estación más cercana es la de Heiwajima de la línea Keikyu, por ejemplo desde Shibuya hay que ir en la Yamanote hasta Shinagawa y cambiar allí. Por supuesto la entrada es gratis, y aunque la competición es de nueve de la mañana a cinco de la tarde, por otros años yo calculo que saldré sobre las doce más o menos porque al principio son todo katas y categorías infantiles.

Aquí está el mapa, es bastante fácil:


Ver mapa en gordo

¡¡Si venís dejadme un comentario aquí y así andaré al loro para pasaros alguna cámara o algo!!!
¡¡ Deseadme suerte !!

¡¡ Buen fin de semana !!
:gustico:

El campamento militar, día 2

¡Yo no escarmiento, y mira que me ha pasado veces ya!. Es imposible que yo pueda dormir si hay algún sujeto roncador dentro de la misma habitación, es que no hay manera por mucho que lo intente… empiezo a dar vueltas hasta que me acabo levantando y pirando a dormir por ahí a otro lado. En el campamento de Karate me colé en otra habitación del Ryokan y puse la alarma a una hora prudencial para que nadie lo supiese… Pues aquí lo mismo, resulta que el inglés roncaba como la mother que lo parió, así que cargué el saco de dormir que me había dejado el Zordor (otro roncador de pro) y me recorrí medio bosque por la noche hasta que llegué a la cabaña de los equipajes, me metí dentro, aparté todas las mochilas para un lado y allí que me quedé sobao más bien que todas las cosas.

Tampoco mucho rato, porque aquí se hace de día a las cinco de la mañana y con toda la claridad ya no hubo manera. Total, que allí nos juntamos todos con la legaña puesta dispuestos a matar el tiempo hasta la hora del desayuno. Yo me subía a los árboles, que hacía mucho que no hacía yo esto, otros vegetaban en las hamacas y los chavales ya hacía un rato que andaban corriendo unos detrás de otros.

Lo que más triunfó entre los mayores fue la cuerda esa que te engachabas un pie y te tirabas a lo loco llegando a una altura que impresionaba y daba gustico todo junto:

Y después de un desayuno cañero, a los pequeños se los llevaron de ruta por el monte por entre campos de arroz y hasta recogieron takenokos, los brotes de bambú que se pueden comer y que están bajo tierra. A los mayores nos tocaba la segunda parte del curso: formaciones de ataque, señales entre formaciones y desarme de pistoleros. Sucuri nos estuvo enseñando los diferentes gestos que se hacen los militares para indicar que el área está despejada, o que todo el mundo al suelo… hay un montón diferentes y la verdad es que nos partíamos de risa ahí a lo Bauer.

Después pasamos a ciertas técnicas de lucha cuerpo a cuerpo. Algunas se parecían mucho a técnicas de Karate o Aikido que yo ya me sabía, pero aquí la cosa va mucho más a lo bestia, a lo efectivo, si en Karate damos una patada en el estómago, aquí es en los huevos y después codazo en la nariz… cosas así, vamos, que no nos andábamos con remilgos. Y ya lo siguiente fue qué hacer en el caso en que nos apuntaran con un arma desde cerca, aprendimos a quitarle la pistola al tipo y pegarle una somanta palos para acabar apuntándole a él con su misma arma. Esto, claro, son supuestos porque en la vida real habría que tener muchos tamagos para atrever a mover ni un pelo delante de una pistola, pero bueno, ahí está la experiencia aprendida que moló muchísimo.

También teníamos una sorpresa encantadora esperándonos, resulta que los chavales nos estaban preparando pizzas!!. Pues si, los señores del campamento les estaban enseñando a hacer la masa e iban poniendo queso, tomate, orégano… para al final acabar en unos hornos improvisados con bidones de donde salían unas pizzas hechas con más cariño que maña, pero riquísimas de todas todas.

Y ya tocó recoger y volver para casa molidos estando atentos a que ninguno de los chavales se quedase dormido a la hora de cambiar de tren. Bueno, chavales y lo que no son chavales, que allí dió cabezadas hasta el más pintao!

Como decía al principio, éstas experiencias le cambian a uno. Llevaba un par de días leyendo algunos blogs de otras personas que viven en Japón y que están amargadas, o parecen amargadas contando un montón de malas vivencias que les han pasado. La conclusión de éstas personas es que los japoneses son fríos, falsos y racistas. De alguna manera me había afectado, llevaba unos días a la defensiva buscándole tres pies al gato al comportamiento, a los gestos de los que me tratan en la vida diaria: mis compañeros de Capoeira, de Karate, los del supermercado, los del combini…

Cuando llegamos del campamento y estaban los padres de los niños esperándonos, insisto en que éramos 7 extranjeros y 2 japoneses adultos los que nos encargamos de ellos, nos acogieron con una calidez y una gratitud que me quitaron de un plumazo las tonterías. 23 niños a cargo de extranjeros y nos lo pasamos de cine sin medio problema. Mil veces me tienen que llamar gaijin de malas maneras para compensar esto.

Y ni así, porque cada vez creo más que estar amargado no es un estado, sino una condición; no se está amargao, sino que se es y se seguirá siendo en Tokyo, en Bilbao y en Sebastopol. ¡¡Pa cuatro días que estamos aquí y vamos a andar con chorradas de siesos pejigueros!!

:gustico:

El primer fin de semana de Junio hay un curso en la academia de Okinawa pero me coincide con un campeonato de Karate… Capoeira en las playas de Okinawa… me habría encantado ir!!!! ¡¡mecagüen!!

¡Buen fin de semana!
:gambi: 8) :gambi:

El campamento militar, día 1

Estoy convencido de que ciertas experiencias le cambian a uno. Lo cierto es que estamos siempre cambiando de alguna manera, pero yo sé que no soy el mismo después de haber vivido lo de este campamento, como tampoco lo era después de aquél de Karate, como tampoco lo seré cuando vuelva a Bilbao.

La idea de Sucuri, nuestro profesor de Capoeira, era juntar a los mayores para ir a Chiba a aprender técnicas que él sabe de lucha cuerpo a cuerpo y con cuchillos, a disparar con pistolas de bolas y poner todo eso en práctica en medio de un bosque perdido. Pero lo curioso es que se empezaron a apuntar niños también, y al final resulta que fueron mayoría con lo que nos juntamos 9 adultos y 23 niños de edades comprendidas entre los 5 y los 12. Así que la cosa cambió radicalmente, y nos convertimos en monitores de unos chavales encantadores que nos tuvieron a prueba durante dos días.

Yo admiro mucho a Sucuri, un señor que resultó ser americano al final y que montó dos dojos de Capoeira en medio de Tokyo hace un montón de años. Me gusta la idea de que un montón de niños japoneses vayan dos o tres veces a la semana a que un extranjero les enseñe algo de extranjeros sin que haya ni medio problema, porque todos juntos nos reímos del racismo que dicen que hay en este país, que seguro que lo habrá pero a mi me tienen sin cuidado esa minoría de necios.

Así que un grupo de nueve adultos, siete extranjeros y dos japoneses, fuimos monitores de veintitrés niños; nos encargamos de sacarles billete, de salir los últimos de los trenes asegurándonos que ninguna mochila se quedaba huérfana, de entretenerles las dos horas y pico que duró el viaje, y de verdad que yo disfruté como nunca con las risas y el cariño que ya nos estaban regalando al de una hora de conocernos. Y luego los japoneses son fríos y los niños son como robots, manda huevos lo que tengo que aguantar.

Total que para cuando llegamos al lugar, yo ya era amigo de la mitad de los chavales que no me dejaban parar entre que les dió por tocarme la nariz y las barbacas y decir mi nombre a coro: OSUKARU OSUKARU.

Una vez allí, bus de por medio, dejamos las mochilas en una cabaña de un árbol y nos fuimos de exploración, el sitio prometía: cabañas en los árboles, cuerdas y columpios montados, alguna que otra serpiente a la que no saqué foto porque salí corriendo… Y lo tenían montado de manera que todo funcionaba con paneles solares, ¡hasta un ofuro había!

Y empezamos el lío: nos fuimos con las pistolas y un par de escopetas de bolas al bosque y Sucuri nos estuvo enseñando a manejarlas, a movernos por entre los árboles, a patrullar en grupo, y allí nos dedicamos a practicar con unas latas. Después nos emparejamos y ya nos empezamos a pegar tiros unos a otros, que parece que no pero anda que no escuecen las bolitas esas!!! Yo en el segundo turno me subí a un árbol y gané al otro grupo, pero después me costó un huevo bajar, lo mismo estuve ahí subido diez minutos !!

La gente del campamento, de mientras, no quitaban ojo a los niños que tenían mucha libertad para hacer lo que quisieran por allí siempre y cuando no se metiesen por el bosque, y les estuvieron haciendo arcos de bambú y flechas para entretenerles. Ellos encantados entre las hamacas, los columbios y todo el campo que tenían por delante para correr y chillar hasta hartarse.

Así que entre pistolas, arcos, flechas y no parar en toda la tarde, nos acabó entrando un hambre del copón a todos. Había que preparar comida para unas cuarenta personas y se pusieron a cocinar arroz con curry… me hizo gracia que aquello era como un rice cooker a lo bestia, cuarenta vasos de arroz que lavar en un cancarro enorme!!

Con la chaqueta puesta, porque hacía biruji, nos reunimos alrededor del fuego y después de cenar y asegurarnos que los chavales estaban bien en su cabaña, alargamos la velada hasta que nos quedamos sin cervezas, y después un poco más hasta que nos quedamos sin nihonshu, y después un poco más hasta que nos quedamos sin canciones, y después un poco más hasta que nos quedamos sin borrachera, y después un poco más hasta que nos quedamos sin estrellas…

Una de ego

Hace tiempo que me venía rondando la idea por la cabeza, la de que sería bonito ir a Honmonji y sacar unas fotos allí con el traje de Karate aprovechando el maravilloso escenario que es ese magnífico lugar. Anda que me costó mucho convencer a Flapy cuando se vino a Tokyo el otro fin de semana, éste hombre se apunta hasta a tirarle a las latas con chimbera.

Aquí va una ración de ego, de orgullo, de autotaiko, porque éstas fotos algún día me recordarán la época aquella en la que viví una segunda adolescencia a mis treinta y tantos tratando de que los tantos no se me notasen tanto, las semanas en las que tres días eran de obligado peregrinaje a aquél lugar donde señores que salen en los libros de Karate eran mis profesores y me enseñaban a vivir horas y medias de poner tendones al rojo vivo manteniendo las neuronas frías, desmenuzando hasta el más pequeño detalle de movimientos repetidos desde hace ya más de década y media pero nunca aprendidos del todo.

Época en la que le eché coraje empezando desde cero, desde números rojos según qué se mire, y sin llegar nunca a ser realmente bueno en nada, me gané el derecho a ser tratado de igual a igual, a recibir broncas y alabanzas en el idioma que corresponde, con a una proporción de diez a una, como debe ser, sin condescendencias ni falsos halagos. Y a mucha honra, que el autoestima es intocable si se tienen las cosas claras.

Porque iba yo con mis ampollas antes que seguir sentado viéndolas venir. Porque me desayunaba la pereza, cuenco de arroz y sopa miso de por medio, y le echaba huevos a los atardeceres para apagar el despertador con agujetas y poder seguir sintiéndome vivo a rabiar sin creerme ni un ápice de eso que llaman suerte.

Porque son fotos de cuando era más joven a los treinta y tres que a los veinte.

Gracias David

Bid Kids Camp

Toma ya, entre el título y la foto que le ha puesto mi profe de Capoeira al evento, esto promete!

n369646119861_5579.jpg

Esto no tiene desperdicio, hombre, se trata de una especie de campamento militar al que nos vamos a ir este fin de semana en Chiba. Yo no me pierdo ni una gaita de éstas, que me lo paso como el enano que soy, además que seguro que hace más calor que en el entrenamiento del frío aquél.

La cosa va de dormir en una cabaña en un árbol y actividades en un bosque que incluye:

– Camuflaje
– Formaciones de ataque
– Métodos de transporte
– Cómo descansar
– Cómo cruzar áreas peligrosas
– Reacción a emboscadas
– Crear emboscadas
– Métodos de ocultación en la jungla – bosque
– Lucha con cuchillos
– Lucha con las manos vacías
– Neutralizar vigilantes

Espero que sea un poco más suave que lo de la peli aquella!!

Hombre, a mi todo esto de la guerra como que me da igual, pero todo lo que sea echarme unas risas haciendo ejercicio, bienvenido que es, y si además aprendo algo, mejor que mejor!!! El que se aburre es porque quiere!

Una siesta echaban mi mamá y mi papaaaa
mamá se dio la vuelta y le dijo a papaaaaaaa….

DSC09623-1.jpg

¡Buen fin de semana, chavales!
:gustico: :nunchakero: :gustico:

Lo mío y de nadie más

Hay momentos de ésos que están señalados en el calendario de la ilusión, que se repiten de vez en cuando y que uno espera que lleguen con ganas, casi fantaseando con revivirlos. Si miramos para dentro, seguro que cada uno de nosotros sabe en qué latidos está echando más leña el corazón haciéndonos vivir de más equilibrando esas otras veces en que se vive de pasada.

Aquí va otra de mis teorías de filósofo de prestado, la de la importancia de lo mío y de nadie más.

Pasa mucho tiempo entremedias dejamos que la almohada descanse. Días enteros con los que pelearse antes de volver a cerrar los ojos entre sábanas. El destino, o el atino al tomar decisiones, nos habrá colocado donde estamos ahora y, elegidas o no, habrá una serie de personas que forman parte de nuestras vidas. Estará la familia, nuestra pareja, nuestros amigos… y los secundarios, como la chica de la tienda de la esquina o el jefe de estación de cuya voz de pito no logramos olvidarnos. La gran mayoría del tiempo haremos lo que se supone que tenemos que hacer en cada caso y cogeremos el coche, o montaremos en un tren que nos llevará hasta la oficina donde los de siempre nos esperarán donde siempre para hacer más o menos lo de siempre.

Claro que habrá novedades, menuda vida sería si de vez en cuando no hubiese algo distinto. Se cambia de trabajo, de casa, de pareja… la situación, la vida cambia pero siempre se vuelve a estabilizar, a enrutinar. Yo diría que al final, muchos momentos del día, si no son la mayoría, nos son robados de alguna manera. Hacemos lo que tenemos que hacer, haya o no ilusión de por medio. Las horas de oficina, por ser mayoría, están arriba del todo en la lista y eso que a mi me encanta mi trabajo.

Después hay otro tipo de momentos, están esos en los que realmente hacemos lo que queremos, o lo que nos dejan, pero con la gran diferencia de que elegimos nosotros. Al día no suele haber muchos de éstos debido a que no queda tiempo libre, aunque yo siempre he sabido encontrarlos. Ahora mismo no me cuadraría un día en el que sólo hubiese trabajado, por ejemplo, e insisto en que me gusta mi trabajo (insisto, y no porque me lea mi jefe, que el hombre no sabe castellano). Y muchos momentos de este tiempo de descuento, serán compartidos con la familia, con la pareja o con los amigos. Una película, un paseo, unas cervezas con sabor a libertad que en compañía son mejores…

Dependiendo de lo afortunados que seamos, llegará un día en que compartiremos vida con otra persona y quizás hasta tengamos hijos. Nuestra rutina ya no será sólo nuestra, sino que será compartida con todos los demás: habrá momentos de felicidad que serán más felices por ser entre más de uno, habrá problemas y habrá muchos momentos sin demasiada relevancia.

Pues aquí va mi teoría: todos necesitamos algo que sea sólo nuestro y de nadie más. Algo que nos guste, que nos llene, que nos rete a nosotros mismos para que peleemos, en solitario, por superarnos de cuando en cuando, algo que nos identifique y que nos haga sentirnos más vivos, más nosotros. Porque creo firmemente que de otra manera la balanza no estará equilibrada y acabará cayendo del lado que no se suponía que debía caer, por muy bien que parezca que estaban las cosas.

O eso me parece a mí.

Y últimamente me lo parece más después de saber que mi ex-jefe ha vuelto a tocar el piano ahora que ha cerrado la empresa, o que una amiga ha vuelto a escribir cuentos para niños ahora que le han echado del trabajo después de diez años. Los dos ya han buscado un nuevo trabajo, pero también se han reencontrado con lo que la rutina les quitó y que ahora ha vuelto a ser suyo e, importante, de nadie más. Aunque en estos dos casos se haya tenido que desmoronar mucho de lo demás para provocar que mirasen a los ojos del que sale en sus espejos a ver que faltaba, o quizás había faltado siempre en realidad.

Pues sí, lo nuestro que es nuestro y debe ser sólo nuestro. Porque luego, a parte, está todo lo demás que puede ser felizmente maravilloso o un completo desastre, pero por si acaso ahí está esa constante de felicidad que hará de múltiplo de lo bueno y de divisor de lo malo en la ecuación del paso de los años en los que la otra constante siempre es la del tiempo, y a esa no hay manera de contrarestarla.

O no, véte a saber… pero mira, el caso es que a mi me viene funcionando desde no sé cuando y me acabo de dar cuenta ahora que no podría tolerar que nada ni nadie me lo quitase porque me convertiría en una versión de mí mismo partida por la mitad. Y lo sé porque ya ha pasado.

DSC_0079-2-1.jpg

Alter ego

Dice el blog del Jordi Hurtado que álter ego es:

Persona real o ficticia en quien se reconoce, identifica o ve un trasunto de otra

Si tenemos en cuenta que trasunto por lo visto significa algo así como imitar, más o menos se ajusta a lo que yo creía… vamos a ver si soy capaz de explicarme.

Cuando yo andaba por segundo de BUP decidí apuntarme a Karate más que nada porque no había muchas actividades más que se podían hacer en mi pueblo. Pasó un poco lo mismo que me estaba pasando en Capoeira: de no tener ni idea, de ser más torpe que Mr. Bean con zapatos de tacón, alcancé mi primer punto de inflexión a base de tesón y a partir de ahí llegaron todos los demás. Hay cosas que nunca llegué a poder hacer, y otras que dominé sin problema, pero siempre tengo presente que el primer año fui un patán como lo es absolutamente todo el mundo que empieza algo.

Había dos clases; a partir de las ocho de la tarde se juntaban los mayores, pero una hora antes estábamos nosotros que no éramos críos pero tampoco grandes del todo. El caso es que con el paso de los años hicimos un grupo con los habituales e incluso quedábamos los sábados por la mañana para entrenar por nuestra cuenta, aunque lo cierto es que siempre acabábamos haciendo el tonto pegándonos entre nosotros. Yo aguanté en esa clase muchos años, me resistí mucho a pasarme a la de los mayores pero no era porque éstos me diesen miedo, sino porque en la de las siete había encontrado a mi álter ego: Dani, el que es uno de mis mejores amigos, era un compañero-rival, alguien que aún teniendo los dos más o menos el mismo nivel, siempre me ganaba en las competiciones o siempre se sabía un kata más. Era el que me obligaba a esforzarme, a espabilar, a superarme con ganas para que no me superase él a mí. Con los años acabamos pasándonos los dos a la clase de los mayores y la cosa continuó: compañeros de Karate, rivales en el tatami, amigos siempre.

DSC_0213 copy.JPG

Bien, pues resulta que aquí ya me he buscado inconscientemente mis álter ego en Capoeira y Karate. Sin quererlo, ya he fichado a las personas que creo que tienen el mismo nivel que yo y con las que compito cada minuto de las clases que coincidimos por hacerlo mejor que ellas. En Capoeira está el chico negro que hace mejor que yo las volteretas, pero que no es capaz de pegar patadas en condiciones, pues ahí estoy yo haciendo siempre una voltereta más que él hasta ponerme a su nivel. En Karate está el chico japonés que no tiene apenas fondo, pero que se sabe todas y cada una de las técnicas de kumite que yo me estoy intentando aprender desde hace tiempo. Ayer coincidió que en la clase hicimos esas mismas técnicas, y yo seguía sin sabérmelas mientras que él las hizo perfectas, pero también hicimos combate y yo le gané porque él no podía con su alma. Se podía notar en el ambiente el coraje que uno u otro ponía en según que situación por alcanzar el nivel del contrario.

Así que mi teoría del álter ego es que es imprescindible saber elegir a la persona con la que medirse en lo que hacemos, para saber si lo estamos haciendo bien, para evolucionar al ritmo que marcamos los dos gracias a esa sana rivalidad nunca confesada, para que cada gota de sudor brote con un objetivo concreto cada vez y seguir aprendiendo con rabia el uno por culpa del otro.

DSC_0108-1.JPG

El punto de inflexión

De las cosas que más presentes tengo últimamente es que el tiempo pasa burlón al doble de velocidad de lo que pensamos. Supongo que el hecho de que el visado me caduque el año que viene y éste sea un punto que no tengo resuelto todavía, tendrá mucho que ver. Y el caso es que darme cuenta de ésto hace que intente exprimir los días al máximo, pero claro, sin faltar a mis responsabilidades. Vamos, que trabajo desde casa, y me sigue sin gustar, pero aprovecho la situación para combinar mejor los horarios de Karate y Capoeira y ésta semana, por primera vez, he podido ir a tres clases de cada uno. Una distinta cada día y las dos el viernes.

Ayer por la mañana cogí la bici y enfilé la cuesta que me separa del Dojo de Capoeira. Hacía mucho frío y confieso que me costó mucho salir de casa, pero ésta semana me la había planteado así y no quedaban más huevos, ya descansaré en el cementerio. Llegué con la nariz congelada, y cuando me estaba quitando los zapatos, Takeshi me recibió con gesto extraño pero amable:

– Ala, pues si que es raro que vengas por la mañana!! ¿hoy descansas del trabajo?
– No, es que como trabajo desde casa, me venía mejor venir a esta hora, ya me quedaré después hasta las tantas de la noche

Takeshi es otro de mis profesores de Capoeira, un chico de mi misma estatura que vivió en Nueva York unos años por lo que habla inglés, seguro que más y mejor de lo que pretende hacernos creer. Suele llevar una gorra que le da cierto estilo sesentero, y, que me perdonen los demás, en la roda se mueve como nadie.

La clase del martes fue un desastre, no fuí capaz de hacer nada a derechas. Pero en la de ayer alcancé lo que según mis teorías he bautizado como el punto de inflexión. Es el punto a partir del cual todo empieza a salir, así sin ninguna explicación, sin más, de repente sabes hacerlo y ni siquiera piensas en que una semana antes era imposible. Pues ayer sucedió, no fué brillante, no fué espectacular, simplemente supe realizar los movimientos que me habían explicado mil veces y que mi cuerpo se negaba a aceptar. Alcancé el punto de inflexión.

Una vez leí en algún sitio que todo está en nuestro cerebro, que cuando se empieza una actividad nueva, inmediatamente las neuronas empiezan a establecer conexiones aquí y allá, que no es más que el proceso de aprendizaje. A unas personas les cuesta más, a otros menos, pero el proceso está ahí y lleva su tiempo. Y si uno insiste, si no nos rendimos, llegará un momento en que, sin pensar, sabremos hacer lo que llevamos meses intentando.

Por supuesto, está el factor físico, y más en el caso de Capoeira o de Karate: el cuerpo necesita su entrenamiento, los músculos necesitan acostumbrarse a los nuevos movimientos, coger fuerza, elasticidad, fondo. Pero es que ésto mismo pasó en la ceremonia del té donde el físico importa más bien poco: un día todo sale del revés y de repente, al día siguiente, era capaz de seguir los pasos sin ningún problema, de recordarlos, o dicho de otra manera: las conexiones entre mis neuronas por fin llegaron a un estado que me permitían realizar la ceremonia con un nivel aceptable.

Pues ayer, después de medio año, por fin fuí capaz de no ser estático, de no ser Karateka, aprendí a olvidarme de lo mío, y supe hacer lo que Takeshi me enseñó como debería hacerse. No fué que de repente lo hiciese genial, no lo hice perfecto y seguro que muy lejos de estar bien, pero yo supe que había alcanzado el primer punto de inflexión de todos los que vendrán a partir de ahora. Se sabe que se ha llegado ahí porque algo cambia, el cuerpo ya sabe por donde tiene que tirar y se deja de pensar para simplemente hacer, y se siente un llenazo por dentro, se empieza a disfrutar de lo que se hace. Dos días antes fue imposible. Dos días después las neuronas se sincronizaron con los músculos y todo funcionó de sopetón, como si entre sueño y sueño siguiesen ahí a lo suyo hasta que se acabó de entender el asunto por si sólo.

Y esta, señores, ha sido mi teoría sobre el punto de inflexión, que no viene a decir más que «el que la sigue, la consigue» a lo Toscano. Cada vez me creo más que que se consiga o no es cuestión de dejarle tiempo al coco para que haga sus trapicheos aquí y allá. O no rendirse a la mínima, vaya.

DSC09491.JPG

El KarAtillo

En Karate sólo hay dos duchas para un montón de gente que vamos a las clases, así que lo que solemos hacer es irnos sin ducharnos y luego darnos un baño tan típico de los japoneses en casa antes de dormir. Yo confieso que este invierno en el dojo me he duchado cuatro veces, porque me congelo de frío y mi casa pilla bastante cerca.

Hay muchos, además, que viven en el mismo barrio, así que bajan de casa con el traje ya puesto y una chaqueta por encima para disimular. Otros lo traen en la primera bolsa que se encuentran y hoy ha habido uno que lo ha traído ahí en plan hatillo:

DSC09218-1.jpg

Pues se lo ha echao al hombro y para casa que ha tirao, me ha parecido genial!