Alcohol, sushi y besos por docenas

Era de Osaka la princesa que atinó a birlarme la voluntad sobornándome con besos que de tanto que duraban, hasta me llegué a creer uno o dos de cada doce. Así era la letra pequeña del contrato: si le daba la gana de venir a darlos, lo hacía por docenas.

– Y tu no me llamas, y bajo ningún concepto se te ocurra tener «un crush on me» que no estoy para dramas, que ya sabes que yo aquí voy a durar poco.

Que no me enamorase decía, pídeme que no respire tampoco si ves que así se te sigue sintiendo íntegra la integridad esa tuya que se te tambalea desde lejos. Ahora que las cosas las tenía claras, y nada mejor que achuchar al corazón asumiendo el desengaño desde el principio para que vaya doliendo desde ya mismo y así, cuando acabe, solo haya de escocer.

Dos veces la fuí a buscar a la estación, a partir de la tercera ya se presentaba en casa ella solita y a la que me descuidaba, ya tenía una de mis camisetas por pijama y mi alma a su merced a la que no miraba. Si algo había de respetar, eran mis clases de Karate, después cualquier momento era bueno para aparecerse sin avisar.

Y yo encantado.

La mayoría de las veces traía botellas de alcohol de colores y países que ni sabía que existían; eso sí, rara vez hacíamos prisioneros entre los frutos secos y el sushi de oferta de última hora del súpermercado desde ésta, nuestra trinchera.

No dejaba de hacer preguntas, apenas acababa de responder una cuando ya tenía dos más preparadas que disparaba a bocajarro mezclando inglés y japonés en una proporción directamente proporcional a la distancia que quedase entre la superficie del líquido y el fondo de la botella. Tenía curiosidad por todo lo mío, por mi país, mis costumbres, mi idioma, mi vida… quizás, ahora lo veo un poco más claro, para que no tuviese tiempo yo de hacer pregunta alguna. Cuando ya no nos entendíamos, o las palabras no se querían hacer entender más, pasábamos a los hechos, que según disponía su señoría, solían durar hasta justo justo el inicio de las resacas.

Después desaparecía porque tenía que trabajar, o arreglar la bici, o comprar maquillaje o cualquier carajo que fuese lo que se le ocurriese para evitar enfrentarse con cualquier indicio de que al que se quedaba durmiendo le diese por decir chorradas de esas de amores y quereres.

Huía. Literalmente.

Un día antes de volver a Osaka, si es que de verdad era de allí, me mandó un mensaje de línea y media diciéndome que se iba, que me cuidase mucho y que si alguna vez volvía a Tokyo, me llamaría. Yo le dije que no lo hiciese, alegrándome y entristeciéndome a la vez, con una especie de escozor en el corazón.

やっぱり

Tardé más de un mes en dejar de escuchar entre sueños el timbre de la puerta, ése que anunciaba alcohol, sushi y docenas de docenas de besos.

El sonido de sus zapatos de tacón subiendo las escaleras lo sigo escuchando a veces, aunque ya cada vez menos siento el escalofrío aquél que se me enzarzaba entre las vértebras desde la segunda vez que se presentó sin avisar.

32 comentarios en “Alcohol, sushi y besos por docenas

  1. No te quejes de que AUN, no haya comentarios hombre, si es que en éste «blogozapping» tan personal tuyo, tan pronto nos cuentas una excursión, como retas a Zordor a un rascatecleo ultrasónico y de repente sorprendes con entradas como ésta, destinadas a dejarnos moqueando :malico: . :ungusto: :() :kiss:

    1. ¿y es malo lo de que sea blogzapping? no pillo lo que dices!! es en plan «no te quejes de que no comentamos porque esto es un cirio así de gordo??»

      1. ¡Que no, que no, que de malo nada!, que cuanta más variedad mejor, si no lo decía en plan mala crítica, sino todo lo contrario. :ungusto: :kiss:

        1. Es que como pones lo de «no te quejes que no se haya comentado», parece que lo siguiente es malo!!!

          que no nos entendemos, Sol!!!
          xD
          :ikugracias:

  2. Esa historia me recuerda a una cancion de Sabina, la de Peor para el sol.

    Volvi al bar, a la noche siguiente
    a brindar, con su silla vacia
    me pedi una cerveza bien fria
    y entonces no se, si soñe
    o era suya la ardiente
    voz que me iba diciendo al oido
    «Me moria de ganas, querido,
    de verte otra vez»

  3. Las relaciones entre humanos a veces son raras y difíciles, y esta historia no logro entenderla, o quizás la entiendo pero no termina de gustarme.

    Como siempre, un placer leerte.

    Besos.

  4. Waw waw waw, vaya historia más bien contada sí señor. Los hechos pueden resultar hasta previsibles, pero esa narrativa merece un enhorabuena!
    Ah y ojalá llegue pronto otra princesa más centradita que te de achuchones sin salir despavorida XD

  5. En cierto modo ya venía avisando de «la caducidad del contrato» para que luego los efectos secundarios y sus daños colaterales fueran menores, que no es gran cosa, pero se agradece…

    Y recordarlo como lo que fue y que no duela. Si es así, perfecto.

    Un brazo!

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