Un día de oficina

Aparco la moto con los dedos congelados a pesar de usar dos guantes en cada mano, y entro en el edificio cuya octava planta alberga el hueco de Tokyo donde me acogieron como empleado unos tres meses atrás. La mayor parte del edificio está alquilado por Fujifilm, así que el logotipo está por todos los lados. ¿Seguirán haciendo carretes? lo mismo un día entro y se lo pregunto y de paso que me expliquen por qué a veces entraban 25 fotografías en un carrete de 24. Ya si eso cuando haga un poco más de calor, que ahora con la fresca da pereza.

Unas tres o cuatro personas esperan ya a que baje uno de los ascensores. No me he fijado, pero supongo que todos japoneses dada la proporción de extranjeros que trabajamos en este edificio… rara vez me cruzo con otro del estilo de mi cara, ésa de la napia con rebaba y los ojos de ratio más cercano a Pi.

Marco mi número «secreto» y pongo la mano en el chisme de detectar manos, parece que cuadra y la puerta se abre, raro día éste que no haya tenido que probar un par de veces más.

Doy los buenos días y algunos me contestan, aunque poca gente hay hoy, ni adrede consigo llegar más tarde, sigo sin acostumbrarme a llegar a la oficina a las diez de la mañana y ni queriendo me levanto ya más tarde de las ocho. Lo de que contesten o no creo que tiene más que ver con el sueño que con la educación, aunque no me vencerán y seguirán teniendo que pasar por ese trago todas las mañanas. Que para eso fuí a una universidad de pago.

La oficina es como todas las oficinas en las que he estado, bueno menos la de Bilbao que era un disparate (sus dueños también): cada uno tiene su mesa con su ordenador y un par de pantallas, un teléfono, cuadernos, bolis y algún toque personal del estilo de la taza que compré nada más llegar a Japón en el súper de mi barrio. Luego hay una impresora aquí y otra allá, un par de faxes, un chisme de esos de meter un folio y sacar confetti… nada de robots, ni pantallas que floten en el aire a lo Minority Report. Esto es más normal que el copón.

Mi equipo ya ha llegado y en corro, taza de café o té en mano, están compartiendo sus fines de semanas. Hay risas, gritos, a veces se habla a la vez, a veces no… insisto: gente normal en una oficina normal hablando de cosas normales, de no ser por el idioma, esto sería igual que cualquiera de las mañanas en el parque de Zamudio hasta que Natalia gritaba «dispersión» cuando venía la jefa y nos íbamos cada uno a nuestro ordenata.

La mañana pasa rápido cuando hay cosas que hacer. Todo va por emails, a veces con mucha gente en copia, a veces no. Estamos todos en red, hay servidores de ficheros para dejarnos cosas entre nosotros, hay servidores web internos, externos y de producción. Somos administradores en nuestro propio ordenador, así que podemos instalar lo que queramos, aunque el antivirus estaba ya, y por lo que yo sé, no se espía lo que uno mira por internet, aunque ya no me fío ni de mi sombra.

A la hora de comer algunos calientan el taper en el microondas, otros salen fuera al típico menú del día de menos de 1000 yenes. El otro día descubrí que trabajo al lado del restaurante ese de Kill Bill porque fuimos a comer allí a mediodía, que también abren, es barato y no hay nadie. Esto es Tokyo, al fin y al cabo, y la oferta gastronómica supera a la de Bilbao, un poquitín sólo, ojo.

La secretaria se encarga de que haya siempre café recién hecho para después de la hora de la comida. Mira, esto no lo teníamos en Zamudio, aunque ni falta que hace, que no me gusta que me hagan las cosas, apañadito que es uno.

Toca reunión, el Outlook avisa (que feo es Windows XP, por cierto, es como Mac OSX pero en tuerto y bostezando), y con el cuaderno me voy a la sala de reuniones. Una mesa grande con un proyector y un montón de sillas, de nuevo ningún alarde más allá de la pizarra blanca de rotuladores de esos de borrar con el dedo. El teléfono en modo manos libres nos permite hablar con los Koreanos cuya web estamos preparando, y ahí nos tiramos una hora perdiendo el tiempo y cinco minutos de productividad. Mira tú, otra coincidencia más con el mundo conocido.

Llega la hora de salir, alguno se queda, aunque la mayoría nos ponemos las chaquetas y vamos juntos al ascensor y, hasta hace poco, hasta la estación de Shibuya. La moto me ha hecho ganar mucho tiempo, pero ese cacho de risas hasta el tren con los compañeros molaba mucho, porque si ponemos que en mi mente mi jefe habla igual que Sheldon Cooper (aguantale sobrio) y que uno de los filipinos es igual que el indio, ya tenía el circo montao.

En la oficina nadie se queda por gusto, no hay nada que aparentar, no hay más presión que la que se pone uno solo. Aunque sé, por personas muy cercanas, que no es precisamente lo normal aquí. Este tópico lo dejaré como está, porque parece ser real, como la suerte que tengo yo de que no se cumpla, supongo (y ya van dos empresas aquí).

Después toca Karate, o Capoeira, y llegar a casa a ver alguna serie bajada de internet mientras ceno hasta que los párpados ya no pueden más. El día siguiente empieza de la misma manera, y así hasta el fin de semana donde ya la cosa cambia y uno manda un poco más en su vida que antes.

Si se tienen ganas, se cocina algo para recalentar mañana dentro de un taper.

Hoy no es el caso.

Oyasumi nasai.

18 comentarios en “Un día de oficina

  1. Cada vez creo menos en eso de «la productividad japonesa», será que como dices es un tópico… Nuestros clientes japoneses vienen por una semana, se duermen el las reuniones, pero cuando les llevan a pasar el día a una bodeja de La Rioja están al 150%… :gambiters:

    Un abrazo!!!

  2. Bueno, un curioso entorno laboral, mi trabajo distaba mucho del tuyo porque la verdad no tiene nada que ver, pero asi se como son otros curros.

    Me ha molado lo de dispersion XDDDDD, en mi caso un poco antes de acabar la hora de la comida se acercaba por alli el encargado a meter un poco de presion y soltaba «Venga que esto no es una boda»

    Adios

  3. Casi siempre, en este campo, la vida laboral, es una rutina constante, salvo excepciones.. Y de uno mismo depende darle color a los días.. A veces se consigue, otras no te dejan más que pintar en gris, pero tal y como está la vida, lo grande es pintar algo.. aunque sea en negativo.. ;)

    Un besote fuerte, :ungusto:

  4. Me suena a mi lo de los buenos días… De hecho hay gente a la que saludo solo por fastidiar, para que por lo menos les cueste el tener que ignorarme…

  5. Yo también soy de saludo, :ungusto: y según me pille el día, insisto si no me contesta el vecino o el funcionario de turno :copon:.
    Tomo nota de que trabajas cerca del Gonpachi, leí que es un izakaya pero cuando estuve por allí, no pude verlo (ya sabes demasiadas cosas que ver y pocos días para ello). Si te apetece (que pá eso es tu blog), me gustaría que nos contases cómo es.

  6. Hey Iku, acabo de descubrir tu blog, bookmarked.

    Te quería preguntar, se necesita hacer alguna movida extraña para ‘validar’ el carnet de moto? Yo aunque ahora vivo en UK todavía tengo el de España con lo que no sé si habría que hacer alguna cosa desde por aquí para que luego allí no pongan problemas…

    Cualquier información o link que tengas me vendría bien, que estoy empezando a mirar.

    Thanks!

  7. Lo de los buenos días por qué costara tanto decirlo?
    Yo tenia un jefe que si llegabas y dabas los buenos días te miraba con una cara de mala leche :jumjum: y seguidamente decía: » hoy voy a joder el día a alguien» :otiaya: y lamentablemente lo conseguía.
    En nosotros esta el que cada día nos levantemos y hagamos de la rutina un día diferente, todos los días.

  8. :ungusto: Acabo de descubrir tu blog, muy interesante, así que lo meto en mis marcadores y lo seguiré porque está interesante. ¡Qué me vas a contar de la vida en una oficina! Me tiré dos años haciendo ese tipo de trabajo y me siento muy identificado con lo que cuentas, hasta con esos compañeros que no te devuelven el buenos días y luego van a amargar el día al que pillan. Pero bueno, hay que darle color al día a día como podamos para que no sea muy gris…

  9. Me ha encantado el relato. :gustico:
    Lo de que no te conteste ni «El Tato» cuando saludas al entrar me pasa a mi casi cada dia… Por cierto no ha habido presentación en sociedad de la moto?? Muy mal…
    Vaya chasco, no hay pantallas tactiles por todos los lados ni nada por el estilo (aunque lo del scanner de la mano para acceder mola)?
    Reflexión: Si tu jefe es como Sheldon Cooper, y el filipino es como Raj (el indio); tu quien eres, Howard o Leonard??

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