Archivo por meses: abril 2015

Currando 2.0

Estoy pensando en como ha cambiado mi manera de trabajar de aquí a hace dos o tres años, más o menos desde las dos últimas empresas en las que he estado. Para bien o para mal he cambiado muchas veces de trabajo tanto en España como aquí en Tokio, por lo que tengo con qué comparar. Se podría resumir en que poco a poco se va optimizando el tiempo de trabajo minimizando el que se dedica a pura burocracia, aunque creo que se podrían hacer todavía mejor las cosas.

Permitidme, pues, que cuente como es un día cualquiera en la empresa japonesa donde trabajo desde hace casi un año como único extranjero carapapa. Empecemos por el principio:

Como ya he contado alguna vez, tengo horario flexible, esto es algo que últimamente se ha vuelto básico. Hay un rango de horas en las que puedes entrar y un rango de horas para salir, no puedes hacer la locura de entrar a las seis de la mañana e irte a casa a las tres de la tarde, por ejemplo. En mi caso se puede salir de trabajar lo más pronto a las cinco de la tarde, cosa que podrías hacer si entras a las ocho de la mañana (hay una hora para comer). Tengo llave de la oficina, esto también pasaba en la anterior empresa. No es raro que esté un rato largo por la mañana yo solo aquí metido viendolas coming.

No usamos mail, creo que esto ya lo he contado alguna vez. Salvo para alguna cosa raruna viejuna, el email no se usa para nada: hacemos todo por chat. Usamos un servicio llamado Slack donde tenemos un montón de salas de chat creadas (general, diseño, programadores, smartphone…) y nos manejamos por ahí. También hay salas integradas con distintos servicios de manera que por ejemplo cuando alguien cambia algo en la rama de master, falla un test o se hace un deploy a producción, ahí se postea un mensaje automáticamente con lo que ha cambiado y un enlace para ver los archivos o lo que sea que cuadre. Incluso los contactos que llegan por la web salen ahí en un chat en vez de llegar un email.

Bueno, que me enrollo: el caso es que llego a la oficina, abro el Slack y me voy a un canal llamado «greetings». Ahí escribo «おはようございます», «buenos días», y un bot me contesta que buenos días, esa es la manera de fichar, la hora de ese saludo queda registrada, ni excel ni hostias en vinagre. De igual manera escribiendo un «お疲れ様です», «gracias por vuestro trabajo», se fija la de salida. Es curioso porque el chisme es flexible y entiende un montón de variantes como el equivalente en japonés de «yepa» para entrar o «me piro» para salir, así que es graciosísimo leer el ingenio matutino de mis compañeros poniendo chorradas hasta que al final el tal Kyle (nombre del bot, que además es un delfín vete a saber la razón) responde. Por ejemplo hoy al llegar, el jefe ha puesto el ohayo pero no le ha contestado, así que ha empezado un monólogo del estilo de «eh? Kyle? tu también? no solo me ignora mi mujer sino tu también??? despedido!! pero a mi mujer no la puedo despedir, pobre de mi…», y a partir de ahí todos contestando chorradas en plan «jodé como te entiendo, la mía no me habla desde navidades», jajaja.

Pero sobretodo es práctico y fácil, tu nómina se basa en esas horas, podrías hacer trampas entrando desde casa o incluso usando la aplicación del iPhone, pero no creo que lo haga nadie aquí. En la empresa anterior se fichaba con la tarjeta Suica del tren pasándola por un lector IC que había ahí conectado a un ordenador en la entrada, pero aquello fallaba un huevo y además tenías que elegir que era lo que estabas fichando entre entrada, salida, ir o volver de comer… por cierto, no ficho en la hora de comer, se fían (cosa que celebro porque como voy al gimnasio siempre tardo un poco más…).

Otra historia: apenas hay reuniones, esto me gusta mucho, siempre he pensado que se pierde mucho el tiempo aunque depende de las personas, claro, pero por regla general yo me suelo aburrir un huevo porque siempre hay algún vendehumos, parlapuñaos y/u/o pierdetiempos que no calla con chorradas. Aquí tenemos una lista de tareas y un par del equipo que las ponen y el resto las hacemos en el orden marcado. Normalmente están bien explicadas con capturas de pantalla y así, si algo no se entiende, el que la ha escrito está aquí al lado así que se le pregunta y fuera. Cuando acabas una tarea, haces un deploy a staging y le dices a la persona que lo pruebe, si está bien, se sube a producción de la misma. El servicio de tareas se llama «Asana» y tiene aplicación para el iPhone también. Es muy fácil de usar y muy efectiva, normalmente no te ponen fecha límite ni hay estimaciones ni se incurren horas ni gilipolleces por el estilo. Hay que hacer esto en este orden, vete haciendo y vete avisando según vas acabando. A no ser que tardes la vida en hacer algo o metas una gamba muy gorda, no te piden cuentas ni te meten presión por nada. Además hay flexibilidad: yo suelo hacer dos versiones de lo que me piden, la normal y la toscaner con animaciones e historias que se me ocurren. Ahora mismo diría que la mitad de las toscaners están ya en producción, jejeje.

No hay ni un solo servidor en la oficina: todo el código está en Github en repositorios privados. Los servidores son dedicados y están en la nube, tanto los de bases de datos como los web, todos tenemos acceso ssh para poder cacharrear si es necesario, podríamos hacer nuestro trabajo desde cualquier lugar del mundo con tal de que haya internet. Yo tengo mala experiencia con esto del teletrabajo, que me volví un ser todavía más asocial de lo que soy (que ya es decir, no le cojo el teléfono ni al papa) pero a una mala no habría problema si me quedase en casa rascatecleando, de hecho me llevo el ordenador del curro a casa. Explico esto: una de las condiciones del trabajo es que me daban 300.000 yenes para comprar mi equipo, así que encargué el MacBook más caro que había y un pantallón panorámico. El ordenador es otro mundo comparado con el que tengo en casa que se ha quedado viejer, así que he decidido llevármelo y usarlo para mis movidas, no he pedido ni permiso, simplemente lo meto en la mochila y pa casa que va.

Usamos todo tipo de servicios online: a Github, Slack y Asana que he dicho antes, le sumamos Qiita, Sentry, Rollbar, CircleCI o Chatwork, aparte de Google Calendar y Gmail para los cuatro mails chorras que llegan al mes. Hoy en día no hace falta prácticamente dinero para montar toda la infraestructura necesaria para una empresa de IT: hacer una web y ponerla en producción es gratis, únicamente hay que tener una ideaca y tener al tío que la diseña y la programa, esto hace que haya un montón (UN MONTON) de startups ahora mismo moviéndose en Tokyo. Por ejemplo está la web para comprar gafas por internet que te mandan unas cuantas a casa gratis para que te las pruebes y te quedes con la que quieras o las devuelvas todas sin compromiso, otra super popular que ofrece servicios para que triunfes en las redes sociales desde crearte una portada chula para tu facebook hasta logotipos o avatares con la caricatura de tu cara o les mandas fotos y se encargan de ir posteándolas a las horas que les digas, otra que les dices lo que quieres comprar de Ikea y van los tíos a la tienda, lo compran y te lo mandan a casa (Ikea no deja comprar por internet, hay que ir por webos a la tienda), los que te lavan el coche a domicilio, los que te mandan una estilista que te prepara si tienes una boda en tu misma casa… de todo, es la hostia!!

Y sobretodo mola el evento «Beer & Burst» que hacen en mi empresa una vez al mes. Durante una hora los jefes de equipos cuentan lo que se ha hecho el último mes, los fallos que ha habido, lo que se quiere hacer a partir de ahora y tal. La semana del evento, nominamos (como no, por chat privado) a los de nuestro equipo que creemos que se merecen un premio y de ahí salen los tres más votados que sacan una bola de una máquina de esas de bolas que hay por aquí pero en miniatura. Dentro de la bola hay un premio que va desde una cena gratis en un restaurante de la zona, tickets para algún concierto o lo que se le ocurra a mi jefe que está bastante pirao y mola, como cuando se llevó a uno al restaurante ese que parece una iglesia de Shibuya. Después hay tarta y soplan velas los que hayan hecho años ese mes, si hubiera alguno, por cierto que el jefe también les da un sobre con un regalo que nunca abren y que siempre me ha quedado la duda de que es, ¿será dinero?, ¡a ver cuando me toca!. Y ya para acabar se llena la mesa de reuniones de repente de alcohol a cascoporrer y pizzas o sushi o lo que toque ese mes, y ahí nos tiramos un rato socializando entre nosotros. Yo como últimamente no bebo ná y tengo a Kota esperando para el ofuro me suelo pirar pronto, pero mola mucho la cosa!!

Total que no sé si me lo parece a mi o qué pero las empresas están cambiando mucho: del coñazo de papeleos interminables, burocracia, hojas excels con horas, reuniones infumables y tal se ha pasado a currelar que es lo que al final importa, en un ambiente de todo menos frío e intentando aprovecharse de las últimas tecnologías el máximo posible buscando, sobretodo, la practicidad. Sobretodo en startups y empresas de reciente creación donde los jefes suelen ser bastante jóvenes sin tantos métodos e ideas caducas heredadas. Jodé, me acuerdo de mi época de Accenture donde nos hacían meter horas a tareas de las que no habíamos ni oído hablar con tal de cuadrar la cantidad de dinero que se fijaban sangrarle al cliente sin importar demasiado si el curro se hacía en condiciones o no. Menuda farsa era aquello. ¡Juas! ¡incurre aquí que no te vean!

:flipanderer: :rascatecler: :flipanderer:

Bambino y la danza de la caza

Últimamente veo mucho más la tele japonesa. Bueno mucho más… digamos que antes de vivir con Chiaki ni la encendía y ahora está puesta bastante tiempo, como es normal, no iba la chiquilla a dejar de ver la tele de su país por haberse casado con el rascayú narizón que les escribe. El caso es que hay muchos programas que no valen absolutamente para nada como esos en los que aparecen las y los ídolos de siempre comiendo a cualquier hora del día delante de las cámaras exagerando lo bueno que está eso gritando oishiiiii. Es totalmente absurdo ver a gente comiendo en la tele, me parece una gilipollez suprema sin interés alguno, sin embargo aquí es lo que sale el 90% de las veces. Jodé es que si por lo menos cocinaran o enseñaran a cocinar, pero es que salen yendo a restaurantes y zampando solo!!

Pero he descubierto también que hay humoristas acojonantes japoneses, hay algunos que no me hacen ninguna gracia, pero con otros me descojono a puñaos hasta llorar de risa a veces. Aquí hay mucho talento, no os creáis, sobretodo cuando les da por darse de hostias o tirarse colina abajo montados en triciclos y chorradas así.

Total, que he decidido empezar una nueva sección en el blog recopilando los sketches de moda. Intentaré traducir los que estén en japonés de alguna manera para que nos cosquemos todos y de paso molaría que me dijeseis si os hacen o no gracia, porque igual es que me estoy volviendo yo ya medio osakense y no me he enterao, que todo puede ser porque hago reverencias hasta debajo de la ducha.

Ahí va el primero, que además no necesita traducción. Se trata de una pareja de humoristas llamada «Bambino» que se han hecho famosos por el sketch de la danza de la caza. Lo que cantan no es japonés, es idioma «nativo» inventado. Por alguna razón me recuerdan a nuestros Tricicle:

Casi

En pleno dolor de oídos, mientras se abrían las puertas de aquel ascensor, yo estaba ya totalmente convencido de que había conseguido el trabajo. Bajaba de la cuarta y última entrevista de la planta treinta y siete de uno de los nuevos rascacielos más emblemáticos de Tokio, justo justo treinta y seis pisos por encima de donde celebré mi boda con Chiaki, dato que no viene al caso, pero que yo no dejaba de creer que tenía algo que ver con destinos, karmas y cuentos del estilo.

Bromeé para mis adentros con la idea de que saludaría al guardia de seguridad todos los días al entrar y que quizás le preguntaría por los exámenes de la universidad de su hijo o algo así, rollo película americana. Vamos, que me veía ya en faena y me estaba gustando la idea de acostumbrarme a aquello, sobretodo si aceptaban el sueldo que les pedí… todo iba a cambiar. Todo iba a cambiar pero mucho: el dinero no da la felicidad, me considero un ejemplo andante de ello, pero no te creas que no iba a mejorar la cosa ni nada con casi el doble del sueldo. La de pieles que tenía ya apalabradas y todavía no le había visto al oso el flequillo ni de pasada.

Eché el curriculum por echar. Mirando atrás, la gran mayoría de cambios drásticos de mi vida empezaron así: por probar, como por probar empecé a hacer Karate o me cogieron para venir a Tokio después de aquella entrevista en Vitoria a la que fui más por darme un paseo con mi amigo Dani con el coche de mis padres que otro poco.

Y me llamaron y allí me planté sin esperanza alguna. Fui por ir, siguiendo con el concepto. Tampoco llevé traje. Me niego a llevar traje a las entrevistas ya, me parece absurdo. Tampoco voy hecho un Adán, que me meto la camisa por dentro y hasta llevo zapatos, pero de farsas está uno sobreactuado desde hace muchas escenas. Bastante con que finjo saber mucho más japonés del que sé. Aunque doy el pego porque ya les tengo calados y sé interpretar la farándula como nadie: ni sé los «hais» que llegaré a decir sin tener ni idea de a qué estoy asistiendo, la clave está en no sobreexplicarse demasiado porque el asunto en idioma ajeno se lía y no se sale de ahí ni con calzador. Ser conciso, contar bien lo que se sabe bien y negar directamente lo que no sin excusas. Si la frase acaba en ne y no es una pregunta, asiente. Si es una pregunta y no la entiendes, dilo y te la repetirán sin tanto gozaimasu de por medio.

El caso es que fue bien. Por alguna razón y salvo dos excepciones que no olvido, suelo caer bien en las entrevistas aquí consiga o no el trabajo. Mi curriculum es original, tiene un diseño cuanto menos curioso, cuento cosas de manera desenfadada al más puro estilo Toscano: trato de ser diferente para bien o para mal y al final siempre suele haber un rato para hablar de mi hijo Kota, del libro aquel que escribí o de Karate. Si una empresa desecha mi curriculum por el tono o por la forma, entonces es que no me interesa a mi tampoco estar ahí.

Quizás estoy totalmente engañado conmigo mismo, pero a aquellos dos chavales les debí caer bien porque me llamaron para una segunda entrevista en el mismo piso 37 del mismo rascacielos.

Ahí es cuando vi que igual es que si que había alguna oportunidad: lo que yo hago ahora es justo lo que pedían ellos y quitando algún punto del que no había ni oído hablar, estoy convencido de que sabría hacer el trabajo en condiciones en poco tiempo y que sabría convencerles a ellos. Me ilusioné. Me ilusioné y decidí coger su página web y hacer una versión propia: le añadí movimiento aquí y allá, adapté el diseño y con una url apuntada en los márgenes de la primera hoja de la copia del curriculum que llevo siempre a las entrevistas, me presenté a aquella segunda pantomima.

Hablamos más o menos de lo mismo, me contaron algo más de la estructura de su equipo y yo les conté un poco más de un par de proyectos que les interesaban por este o aquel motivo. En el momento oportuno apoyé mi idea de que hoy en día a ciertos niveles es más decisivo el interface de una web que como esté hecha por detrás, que el mundo del diseño gráfico, de las interfaces de usuario va al triple de velocidad que el de los lenguajes de servidor, que aparecen tres frameworks javascript por cada nueva versión de Java o Rails, por ejemplo. Decía que apoyé mi idea con la web que les hice y parece que les gustó, incluso llamaron a dos de su equipo para que lo viesen. Dejé que la toqueteasen hasta que descubrieron todos los pequeños detalles que decidí poner en práctica dos horas al día durante la semana que tuve de tiempo entre entrevistas sacrificando los libros de japonés en el Doutor de enfrente.

El dolor de oídos era una constante siempre al salir de aquel endiabladamente rápido ascensor, aunque ese día el guardia era otro… me aprendería encantado los nombres de sus hijos también.

Me mandaron un mensaje al día siguiente donde me decían que fuese ese mismo día, que como «Diaz-san es el tipo de persona que hace todo rápido y con iniciativa, habríamos pensado que quizás podría venir hoy mismo». Ya me veía en el Uniqlo de al lado de mi trabajo comprándome un pantalón y una camisa, cambiándome en el baño y tirando para allá como ya hice otra vez antes, pero resultó que tenía otro compromiso que no pude cancelar y quedé al día siguiente. Aquel mensaje tenía una pinta increíble, el sueño se acabó de desatar, a no ser que me sacase tres mocos delante del entrevistador o me diese por guiñar el ojo moviendo la cabeza a los lados impulsivamente, aquello parecía estar hecho. La empresa además era una de tantas startups que habían tenido mucho éxito y que estaba creciendo a más ritmo del que personas conseguían reclutar. Todavía no estaba tan asentada como para tener un estúpido y tedioso proceso de selección basado en tests online y absurdas preguntas totalmente irrelevantes para el trabajo como algoritmos de búsqueda, complejidades O(n) y árboles binarios.

En aquella tercera ocasión llevé una lista de puntos que mejoraría de su aplicación de iOS y como el entrevistador era distinto, también hubo un rato para hablar de la versión de su web que hice la semana anterior. Resultó ser el jefe de la empresa que interpretó a la perfección su papel con un tono serio y poco margen del que salirse del guión, pero no me dejó salir sin que hablásemos ya de dinero y de cuando podría empezar a tener dolor de oídos un par de veces al día.

La última entrevista fue con el jefe de equipo: un tipo afable que me trataba como si ya estuviese dentro contándome cosas como que tenía parking para la bici, que podría elegir si quería sentarme en una bola de pilates de esas en vez de una silla y que el café era gratis, pero que si no me gustaba, había una máquina de bebidas que funcionaba sin dinero al final del pasillo. Recuerdo que mencionó algo de que aprendería castellano y todo.

Aquello estaba más hecho que nunca. Vamos, no me jodas.

Por eso me quedé sin habla cuando recibí el email, sin ninguna explicación, de que gracias por intentarlo pero no. El email decía en dos frases en keigo que me pinchaban el globo, que me rompían la guitarra, que aquello no iba a más, que ahí te las compongas con tus ilusiones y sueños.

Juro que pensaba que estaba ya dentro, que tenía ya muchos planes pensados demasiado al milímetro, que estaba ya sintiendo como mi vida daba un vuelco de nuevo, que me veía ya en mi último día antes de jubilarme llevándome la caja de cartón con las fotos de Chiaki, Kota y sus dos o tres hermanos de aquel piso treinta y siete desde el que se veía, como el que no quiere la cosa, la Tokyo Tower desde arriba, el monte Fuji y la Sky Tree en el otro lado del mismo inmenso ventanal.

Dos semanas después, totalmente resignado, les volví a escribir porque me podía la curiosidad: necesitaba saber la razón. «Pides mucho dinero», me dijeron. Sabía que era mucho pero aún así seguía siendo bastante menos del máximo que ponían en su oferta y pensé que siempre habría tiempo para negociar. Pero fue decisivo y no pareció gustarles, no supe valorar la importancia que aquella cifra dicha prácticamente al azar iba a tener a la hora de inclinar la balanza que no dejó de asomarse a mi vera en todo momento.

Quemé mi último cartucho escribiéndoles que siempre podríamos llegar a un acuerdo, que si ellos estaban interesados en mi, podríamos hablar del asunto porque a mi me interesaba mucho su empresa y cuatro o cinco puntos más con el mismo aire, tufo diría ahora, a desesperación.

«El puesto está ya cubierto» me contestaron. Comprobé que era mentira, desinstalé su aplicación del iPhone, abrí la web de empleo y eché siete curriculums más en siete empresas distintas.

Así a lo despecho.

Mecagüen la puta, qué cerca estuve.