Archivo por meses: mayo 2011

Asfalto de por medio, parte 1

Seguía con los ojos entrecerrados cuando empecé con el nudo de la corbata, abrirlos del todo era como si me patearan todavía más las sienes, aunque lo peor había sido lidiar con la camisa del traje cuando con cada mínimo movimiento las costillas me ajaban la piel por dentro. Casi era mejor que estuviesen rotas, así por lo menos alguien me obligaría a estarme quieto «oficialmente» y no me vería en estos berenjenales.

No era, ni de lejos, mi mejor día para una entrevista de trabajo. Súmale una resaca de cojones al dolor del costado y te saldrá que no habría sido un buen día ni para salir a coger billetes de 500 euros ni metiendo a Angelina Jolie en la ecuación.

Por primera vez en mucho tiempo caminé con gafas de sol. No las uso en Tokyo desde que aquella, digamos, secretaria de día, me dijo que eran de gaijin, por muy a halago que ella quisiese que sonase. Tremenda mujer, por cierto, si se pudiesen rebobinar los reflejos de esas gafas ella tendría dos o tres secretos de los que sonrojarse y yo un ego que deshinchar. ¿Habría vuelto por fin a Nagoya? ¿seguiría en Tokyo?… mejor no preguntar que las cosas están muy bien sin que se planteen dejar de estar como están.

Decidí que sería mejor para mi dolor de cabeza quitar la música, aunque sería después de aquella canción que merecía ser escuchada hasta el final. Por alguna razón, un amigo de los que no se tienen tres en esta vida, me viene a la memoria cuando el iPhone decide que ya va tocando volverla a poner. «Escucha bien, mi viejo amigo, si algún día nos volvemos a ver, solo espero que todo sea como ayer… en el límite del bien, en el límite del mal. Te esperaré en el límite del bien y del mal«.

Nos veremos dentro de poco, seguro, por mi parte todo igual, te tocará mover a ti.

La entrevista de trabajo era cerca de Shinjuku, el barrio al que otrora me acercaba cuando no sabía muy bien que hacer con algún que otro domingo de esos que salen mustios y subía al rascacielos del ayuntamiento a buscar un Fuji agazapado entre brumas. El mismo barrio donde estúpidos adolescentes juegan a ser adultos bravucones al abrigo de mafias que nadie ve, como las meigas. De perder el último tren, mejor apagar cámaras que en ciertos lugares nunca se ha de reconocer haber estado. Cualquier testigo es un enemigo y en la noche no se hacen prisioneros.

Quizás me tocase trabajar por allí cerca a partir de entonces. Por lo menos, en ello estábamos.

Cogí aire mientras el ascensor bajaba. De esto que respiras todo el que te entra y lo dejas ahí un rato como si cada segundo que aguantas parase el mundo otro tanto. No más de tres o cuatro esta vez porque el súbito traqueteo del teléfono hizo que pusiese al mundo en marcha de nuevo de un soplido. Teléfono que, para variar, no cogí. Los que me conocen ya saben que rara vez lo hago y aún así siguen cerca, no me merezco a ninguno y temo el día en que se den cuenta porque me quedaré solo. Esta vez y sin que sirva de precedente, tenía excusa. O eso decía mi conciencia para cubrirse las espaldas mientras entraba en aquel cuchitril de mala muerte disimulando no estar muriéndome de dolor.

[continuará]

Conversación de menú del día

Volver después de dos años a Zalla con todo lo que ha pasado últimamente, ha sido casi como soñar durante una semana con vivir mi vida anterior. Ahora, ya despierto de nuevo, casi me parece mentira que hace nada estaba paseando por el pueblo que más moretones me causó a fuerza de no parar de correr y saltar por sus calles. Más de una acera se conoce mis rodillas de memoria.

Fueron días emocionantes, sin excepción.

Me gustó mucho enseñarle a la que me acompañaba mi mundo de siempre y que fuese yo, por una vez, el que tradujese menús y recomendase platos. Camino a Gaztelugatxe, paramos en Bakio donde la camarera nos atendió con encantadora hospitalidad:

A ver pareja, ¿que os pongo aquí?. Huy, ¿tu me entiendes cuando te hablo? anda, a ver como hacemos esto porque yo chino no sé y tampoco inglés, bueno, a veces el castellano se me olvida, no te digo más
Jaja, no te preocupes, bueno ella es japonesa, pero yo le intento traducir
Ostras, perdón, no pretendía ofender, ¿eh?, pero claro, pocos japoneses se ven por aquí, para nosotros todos son chinos. ¿Le puedes decir eso?, que no quería ofenderla, ¿eh?, que perdone, que una es una ignorante como la copa de un pino.

Le comento la situación a Chiaki que se descojona y me dice que es normal, que no tiene que pedir perdón por nada.

Menos mal, buff, no os he dicho ni el menú y si ya empezamos así… no quiero ni pensar cuando probéis la comida!
– Jajaja, seguro que está todo muy bueno
– Eso espero!. Bueno, esto es lo que hay

Le traduzco, más o menos, lo que va diciendo la camarera y Chiaki se extraña con que haya que elegir tantos platos, no le cuadra lo de primer plato, segundo plato y postre, y menos que el primer y el segundo plato sean platacos y que haya una cesta llena de pan sin fondo. Acabamos decidiéndonos por el arroz con almejas, los guisantes con jamón y sendos platos de carne. Como hay que conducir, no será vino con gaseosa sino agua.

Oye, chiquito, ¿puedes venir un momento? –me dice la camarera, y me lleva a un rincón– ¿cómo se dice «gracias» en japonés?
Pues se dice «arigato»
– Arigato arigato
–practica por lo bajini poniendo el acento en la segunda a, lo que hace que suene muy gracioso, así que no le digo nada. Cuando trae el segundo plato y Chiaki hace ademán de pasarle el plato vacío, se lo casca con la mayor naturalidad del mundo.

ArigÁto –y se va
Jajaja, de nada –le dice Chiaki en castellano
Pero lo has dicho mal, oye, que vas de entendida por la vida –dice una de las señoras de la mesa de al lado– es árigato gosamas, que lo se yo, ¿a que si? ¿a que se dice así? –le pregunta directamente a Chiaki, y yo se lo traduzco
Si si –contesta Chiaki en castellano descojonándose– bien bien
Vaaaale, jodé aquí con la entendida –le dice la camarera a la señora– pues fíjate que yo no sabía si era japonesa o no y la he llamado china
– Pues anda que no se distinguen!! si está claro que es japonesa
–dice la señora, y yo se lo traduzco a Chiaki, que me dice que a veces es muy evidente que alguien no es japonés, pero que ella misma no lo sabe ni de coña a simple vista, yo no digo nada
Pues los distinguirás tu que eres una relista, pero yo ya les he pedido perdón, ¿verdad moza que te he pedido perdón?, no te me enfades, ¿eh? que una es una inculta, que le vamos a hacer

Cuando vamos por las goxuas, Chiaki me pregunta cómo se dice «estaba muy bueno todo» y yo se lo digo tal y como está escrito entre comillas en esta misma frase. La camarera vuelve:
Bueno chicos, ¿os pongo un café o algo?
– Estaba muy bueno todo
– Jajajaja, anda!! árigato árigato, que maja, ¿has oído que me ha dicho que estaba todo muy bueno?
–le dice a las señoras de la mesa de al lado– no como vosotras que nunca decís nada, sosas, que tiene que venir alguien de fuera!!!

Salimos de allí encantados con el buen trato que nos ha hecho pasar tan mejor rato. Mirando al mar respiramos profundamente, una, dos, tres veces… a ver si el aire ayuda a bajar tanta comida, que hace mucho que el estómago no está acostumbrado a estos festines de los mediodías.

Madre del amor hermoso.

Oskar –me dice Chiaki– hoy he sido tu por un rato, ¿eh?, jaja, ahora sé como te sientes cuando vamos a un izakaya
Pa que veas!

Montamos en el coche y con el cinturón de seguridad hasta los topes, arrancamos.

Próxima parada: Gaztelugatxe.

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Fudai, el pueblo que plantó cara al tsunami

Esta es la historia de un pueblo pesquero llamado Fudai, en la prefectura de Iwate, que se salvó del tsunami gracias a la determinación de uno de sus antiguos alcaldes, Kotaku Wamura, un buen hombre que aprovechó su mandato para poner en práctica una descabellada idea.

Fudai, que se sepa, sucumbió a dos tsunamis en 1896 y en 1933 que destruyeron prácticamente todo el pueblo y se llevaron más de 400 vidas. Wamura dijo que haría todo lo que estuviese en su mano para que no volviese a pasar, y en 1967 se planteó construir un muro de 15 metros y medio que obstaculizase el paso del agua de otro posible tsunami a las áreas cercanas al pueblo. Parece ser que hubo bastantes dificultades ya que el muro necesitaba esclusas que permitiesen al río Fudai desembocar al mar y los dueños de las tierras no estaban dispuestos a dejar sus terrenos para semejante barbaridad.

Wamura, de alguna manera, logró que en 1972 se comenzase la construcción de la estructura que fue finalizada en 1984 con 205 metros de lado a lado y un presupuesto total de tres billones y medio de yenes. Aquí se puede ver centrado en Google Maps:


Ver mapa en gordo

Después del terremoto de hace dos meses, las esclusas fueron cerradas por control remoto aunque hubo algunas en los laterales que se atascaron y un bombero tuvo que arreglar el asunto a mano. El tsunami de veinte metros que llegó a la costa de Fudai atravesó el muro tan sólo unos metros por encima, pero la estructura logró parar la fuerza del agua y ni siquiera las viviendas llegaron a mojarse. Tanto la playa como el puerto quedaron totalmente destrozados, pero de muro para adentro el pueblo quedó prácticamente intacto y de las 3.000 personas que viven actualmente sólo una permanece desaparecida porque tuvo la desafortunada idea de ir a ver si su barco estaba bien justo después del terremoto. Los pueblos cercanos prácticamente desaparecieron.

Otro pueblo llamado Taro también construyó un muro, pero más bajo, de 10 metros que desafortunadamente no valió prácticamente de nada el 11 de marzo.

«Si estás absolutamente convencido de algo, haz todo lo posible por llevarlo a cabo a pesar de las dificultades» decía Wamura desde su retiro. Yo creo que no puede más que estar orgulloso de haberlo defendido con uñas y dientes.

A grandes problemas, grandes soluciones. ¿Quizás se tendrá en cuenta a la hora de poner centrales nucleares al lado del mar? (si se vuelve a construir alguna aquí, claro…)

Fuentes: Newsonjapan y Seattlepi

No me olvido de la transferencia

No sé si me ha mirao el Dioni o es que soy más tonto todavía de lo que pienso que soy, que seguro que también. El caso es que llevo intentando hacer la transferencia a la Cruz Roja un mes, y como no he sido capaz todavía, creo que lo suyo es que cuente aquí en que situación estamos para que no penséis que me estoy haciendo el sueco con el asunto.

Mi idea era sencilla: una vez hecho el recuento de pedidos, hago la transferencia desde mi cuenta de aquí de Tokyo utilizando el internet banking este, y después ya haría cuentas con Ikusuki, puesto que hasta que Correos nos pasase todo el dinero de los contrareembolsos iba a pasar tiempo. Esto pintaba bien hasta que me estampé contra un Mercedes y tuve que darle todos mis ahorros hasta el momento a un pavo entrajetao con cara de sieso.

La siguiente era usar la tarjeta de crédito de Uno-e para sacar perras de la cuenta de España a la que previamente habríamos pasado el dinero de la cuenta de Ikusuki, suena fácil ¿eh?. Pues imposible: por una parte, en Uno-e me dicen que tengo que validar un teléfono móvil de España para poder hacer cualquier tipo de operación por internet (???), y por otro resulta que dejó de funcionar la tarjeta de crédito porque me habían mandado una nueva a Bilbao. Que un banco por internet me exija tener un teléfono móvil español me parece que le quita todo el sentido precisamente al concepto global de internet, pero bueno… haremos la de poner un teléfono de un amigo que me dirá por gtalk el código que le envíen para validarlo en su web (vaya seguridad de mis huevos morenos, menudo sinsentido).

Así que como iba a volver a Bilbao de vacaciones en la Golden Week, me esperé hasta estar allí para recoger la tarjeta y sacar el dinero al volver. Así lo hice, pude sacar las perras y lo ingresé en el banco japonés el fin de semana pasado. El lunes me dispuse a hacer pruebas de programas de captura para hacer el vídeo donde se viese claramente la transferencia por internet, preparé el trípode para grabar desde una cámara normal por si acaso y cuando me puse a ello, resulta que metí tres veces mal la clave y el banco japonés me ha bloqueado el acceso a las operaciones por internet…

Ayer a primera hora llamé como cinco veces por teléfono para intentar reactivarlo, pero no fui capaz de entenderme con ellos. Finalmente he pospuesto todo hasta el fin de semana que ya he quedado para que me ayuden con el banco y pueda conseguir de nuevo acceso para hacer la transferencia de una santa vez.

Es bastante fácil vivir en este país, pero a veces se te complican las cosas de una manera… hacer la menor chorrada puede ser prácticamente imposible. En fin, nos aplicaremos con el japonés, y a vosotros os pido un poco de paciencia y mil veces perdón por tardar tanto con esto que debería haber sido mucho más rápido…

Regreso

Pensé que no volvería a asustarle nunca más, pero el nuevo calor de la primavera le trajo otra vez al pequeño banco con tejado donde él solía soñar con estar soñando en un futón.

Yo caminaba camino de casa echando en el alma la cuenta de los abrazos que había dejado a deber entre Zalla, Bilbao y Barcelona y ya desde la esquina de la droguería pude distinguir la inconfundible bicicleta medio en medio del camino. Allí estaba de nuevo, tapado con la manta azúl ennegrecida por los bordes que apenas dejaba ver el gorro de lana cómplice del secreto de su calva.

Durmiendo la vida, que vivida sólo a ratos pesa menos.

Me alegré mucho, no entiendo todavía por qué tanto, no tengo ni idea de quien es, pero saberle vivo me desbordó la sonrisa de dientes. Uno cree que tiene problemas hasta que se los relativizan de un tirón. Más que compasión o pena, es humildad, de la buena e inyectada intravenosa. Cortes de luz decían, cuéntaselo a este hombre y de paso añade que no hubo agua embotellada ni gasolina por una semana que con que siga soplando viento sur…

Llegué, me duché y caí rendido un tiempo. Me resistía, todavía me resisto, a divorciarme tan pronto de la que quiso casarse 10 días conmigo entre embarques, metros y camas de prestado y la acompañé hasta casi su casa llevándole la maleta. Muerto de sueño, con las lágrimas discutiendo por no ponerse de acuerdo si salían por pena o por felicidad, volví andando entre andenes cambiando líneas como si nunca hubiese abandonado Tokyo y las cosquillas de Javi de ayer me hubiese imaginado reírlas.

Bajo un cielo de cerezos compinchado con el viento, la vieja bicicleta cargada de paragüas rotos seguía velando las cabezadas de su dueño y yo supe que no podría conciliar las mías de haberme ido sin más. Entré en el combini y compré dos o tres platos de comida para llevar asegurándome de que hubiese bien de carne. También pensé que sería bueno que tuviese frutos secos que comer en cualquier momento, y que le darían sed, así que añadí a la bolsa una botella de agua de dos litros y seis cervezas de las grandes que mi vergüenza y quizás su orgullo no me dejarían compartir con él y sus historias, ojalá no le diesen más resaca de las habituales. La bolsa que planeaba dejarle al lado de la bicicleta se convirtió en dos porque pensé que convendría que tuviese muchos onigiris con arroz y también pan y alguna revista indecente que le adecentase el ojo a la sombra de alguna farola en la comisura del Tokyo que le acogiese esa noche.

Así lo hice.

Dejé las dos bolsas dentro de la cesta de su bici, procurando no hacer ruido y me volví a casa con la sensación de ser más persona que un rato antes pensando que esa noche iba a ser yo el que durmiese a pierna suelta.

No fue así, y dudo que el jetlag tuviese siquiera la mitad de la culpa.