Archivo por meses: abril 2011

A Zalla

Dos años desde la última vez que pisé Zalla, han cambiado tantas cosas que parece que no sea mi vida la de entonces, hay incluso aspectos pocos claros, como si estuviese tratando de recordar un sueño en vez de algo vivido realmente. No se si esto es bueno o malo, pero es así, quizás es que he elegido olvidarlos.

Tengo la sensación de que era un tipo más inocente, más si cabe, que no acababa de tener muy claro que iba a hacer pero que trataba de disfrutar cada paso del camino a andar, a veces atajando por aquí, a veces perdiéndome por allá reencontrando nuevos destinos que me hacían olvidar a donde iba cuando empecé.

En dos años, me he encontrado la senda con baches, con charcos y con barro, incluso a veces me ha tocado saltar algún que otro árbol que se empeñaba en no dejar pasar y no ha faltado tampoco tener que rectificar volviendo atrás a tomar otro desvío. Todo se ha hecho como tenía que ser: a fuerza de piernas y con el corazón de brújula que mientras siga apuntando donde debe, vamos bien. Él ya sabe lo que me digo, no hace falta que se entere nadie más.

No ha faltado de nada, siempre ha habido algo más que hacer: competiciones y exámenes de Karate, entrevistas y cambios de trabajo, nuevos lugares que visitar, nueva forma de mirar a lugares ya visitados… y el caso es que casi nunca he caminado sólo, aunque tenga la suerte de que pocas veces me doy cuenta de ello. Nos hemos pasado la bota de vino muchas veces al acabar de subir alguna cuesta con amigos, raro es que me haya comido el bocata entero sólo, que no sabe a nada. No estarán en papel esas fotos pero aquí las llevo yo guardadas, recuerdos de mil momentos irrepetibles entre sendas y veredas a la sombra de cerezos y rascacielos. No se me mueran antes que yo, háganme ese favor.

Al hacer noche tampoco ha faltado quien me ha hecho olvidar el rocío de la mañana aunque tengo que reconocer que me ha costado encontrar algo de llama entre amores y amoríos que no hacían mucho más que bulto y ruido. Ya está hecho, no seré yo quien deje de echar leña para que no se apague. No os acerquéis mucho que esto quema, avisados estáis.

Y aunque tengo cogido el ritmo, ya iba siendo hora de llamar a la posada de la familia y darse un festín de abrazos y besos entre los que siempre han estado a las duras y a las maduras. Si pasáis por allí, id avisándoles que se armen de paciencia, porque el caminante llegará con ganas de contar la historia de cada curva, que todas tienen si se sabe mirar. La de que se movió el camino mes y medio atrás me da a mi que será la más contada, que Dios les pille confesados.

Ah, y que no se os olvide decirle a la mesonera que ponga alubias a remojar, que vamos con hambre y ya han pasado demasiadas lunas sin untar pan.

Descansad de mientras, que en diez días, a la vuelta, tiramos por la izquierda.

El accidente de moto, conclusión

El fin de semana pasó con bastante normalidad, el teléfono no sonaba, aunque lo cierto es que desde el golpe la mayoría de las veces lo único que recibo son mensajes de voz en el contestador sin que hubiese habido ninguna llamada, ojo Steve Jobs que tienes aquí al betatester definitivo, vete mandando el iPhone 5 que verás lo que dura. Aunque casi mejor así, total, para lo que contesto yo el teléfono…

Hice revisión de daños: un iPhone con la pantalla destrozada pero que funciona casi normalmente, una moto hecha un cuadro pero con el motor aparentemente intacto, ropa hecha jirones metida en una bolsa ya para tirar, incluidos los zapatos, postillas como senbeis y un costado izquierdo que cada vez dolía más impidiéndome dormir en condiciones. Podría haber sido muchísimo peor, así que se celebró con cervezas la situación «ni tan mal».

El lunes empezó otra vez la retahíla de llamadas, y el caso es que en mi empresa ya no estaba la persona que me estaba ayudando hasta entonces, así que hablé con mi empresa de verdad, vamos, que estoy subcontratado y los que me dieron el contrato a firmar todavía no sabían nada del asunto, ni querían saber por lo visto.

Llamé y después de contar la situación y preguntar si ellos tenían algún tipo de seguro que cubriese el trayecto al trabajo, me dijeron que había, pero que no cubría accidentes de tráfico, que ellos no se hacían responsables de lo que me hubiese pasado «de ninguna de las maneras», que no iban a poner ni un duro para nada, y que tuviese esto claro.

Y tan claro. Vaya tacto de mis tamagos.

Así que empecé a devolver las llamadas, la mayoría al Nomura-san, y el hombre insistía y reinsistía en que no quería hablar conmigo sino con alguien de mi empresa. Le conté esto mismo al señor don «a mi no me cuentes tu vida» que se muestra tan agradecido cuando le mando el parte de horas y ha habido horas extras, y me dice finalmente que vale, que habla con ellos, pero que, otra vez, ellos no ponen ni un yen en el yakitori.

Habla con ellos, busca por internet y me llama escandalizado todo nervioso diciendo que, por el nombre, la empresa pertenece a la mafia japonesa, a la yakuza, que ya puedo ir arreglando esto cuanto antes y que no les haga enfadar, que me disculpe cada vez que coja el teléfono y que la he liao parda y que no se qué, el tío está cardiaco entero.

Aquí ya me entra la risa, lo juro, me fui al baño de la oficina y me encerré ahí a descojonarme de todo, fue un momento tan absurdo que si llega a llamar a la puerta Quentin Tarantino en pijama con un sombrero de torero, le habría hecho de toro haciendo los cuernos con los dedos. Acojonante el lío en el que me había metido de un día para otro, atiende Alex de la Iglesia que tienes película.

Una vez pasado el momento irracional, me agobié hasta la médula, no estaba en plan histérico nervioso, pero si muerto de miedo y empecé a echar cuentas para ver hasta cuanto podría pagar si no quedase otro remedio, a mover ficha en vez de dejarme llevar entre unos y otros. Hubo amigos que, sin dar ningún detalle de la gravedad de la situación, me ofrecieron dinero directamente, nunca lo olvidaré, aquí os llevo, justo un poco por encima de la costilla dolorida, vosotros sabéis quienes sois.

No le cuento a nadie lo de la yakuza, por no preocupar y liar a más gente que lo único que van a hacer es liarme más a mi con histerias, cuando recibo un mensaje del tío de mi empresa pidiéndome perdón porque se había equivocado, que aunque es un grupo grande de empresas, cree que no tiene nada que ver con la mafia… yo ahí reviento y la pago con él, primero porque se lo merecía desde hacía tres llamadas por su tono prepotente totalmente insensible negando toda responsabilidad de mi empresa en el asunto de muy malas maneras y segundo por gilipollas supino. Le pongo a parir, literalmente, y después de ahí le tengo dócil hasta que acaba todo esto, yo creo que también me habría acojonado de haberme escuchado, ya iba tocando explotar y un poco de réplicas y radiación iba también en el asunto, que vaya dos meses llevamos.

Se acaba concertando una reunión a las siete y media de la mañana en la empresa ex-yakuza, por mi parte vamos yo y el borrego que deja claro que sólo va en calidad de intérprete inglés-japonés, y no representa a la empresa bajo ninguna circunstancia, por la otra parte el abogado Nomura-san y un tipo de canas que no se quién es ni falta que me hace, pero que ha venido para ponerse enfrente y poner cara seria. Lo mismo es un arubaito.

Me pide que cuente el accidente, lo cuento boli en mano, no estoy nervioso, ni enfadado, simplemente cuento las cosas con calma y con el máximo de detalles que recuerdo. Me niegan una vez más que el coche saliera, le niego una vez más que el coche no saliera y doy razones mientras el del arubaito arquea una ceja y el Nomura-san esboza una mueca de escepticismo.

Simplificamos la comedia cuando, por fin, me acaba enseñando la factura de arreglo del coche, 610.000 yenes del alma (15 motos como la mía), me dice que ya lo han arreglado porque lo necesitan, que debemos establecer un porcentaje de culpa y me enseña precedentes de casos anteriores en los que en todos la culpa es del motorista por haberse saltado el semáforo. Yo me río con los ejemplos que me enseñan aquí Epi y Blas, seguro que no había otros, claro.

Me pongo serio, y les digo que no está claro que yo me hubiese saltado el semáforo pero que en cualquier caso, hay unos segundos hasta que el otro semáforo cambia y yo iba muy rápido así que en el peor de los casos los dos nos lo habríamos colado.

Me dicen que no hay testigos, pero que sería mi palabra contra toda una empresa, que iban a ejercer mucha presión para solucionarlo, que al no tener seguro yo tengo todas las de perder, que no quieren ir a juicio, que bastante lío estoy teniendo ya, que lleguemos a un acuerdo, pero que si no queda más remedio, se va a juicio con todas las consecuencias.

Yo pienso en mi viaje a Bilbao, en todo lo loco que me están volviendo cada día con la gaita y que si esto va a durar muchos meses más no me compensa ni de lejos. Así que decido ser honesto y asumir un 60% de la culpa por ir muy rápido con la condición de que se acabe todo cuanto antes y me olviden.

Dicen que es muy poco, que se lo tienen que pensar, y se acaba la reunión.

El mismo día, a las 11 de la mañana, me dicen que aceptan y me dan un número de cuenta y una factura con 360.000 yenes a pagar. A duras penas consigo reunir el dinero, lo pago por internet y me abono al arroz con curry del súper de mi barrio hasta nuevo aviso.

El elemento de mi empresa me dice que he llevado todo con una tranquilidad admirable, que nos vayamos a celebrarlo con unas cervezas. El tío es un rascayú profesional acreditado cuya opinión me importa lo mismo que él, pero accedo para devolverle los favores del madrugón y de hacerme de traductor, eso sí, tendrá que esperar hasta dentro de un par de sueldos.

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Intentando pasar página desde el minuto 2, me llama el Nomura-san, me da las gracias por el ingreso y me dice que su empresa me paga las facturas del hospital, que le diga mis datos que tiene boli y cuaderno ahora justo a mano, yo le digo que no quiero saber nada más ni de él ni de su grupo de empresacas, que no me llame nunca más, que se puede meter su limosna por donde le quepa, que yo soy el que me he quedado sin un puto duro, sin poder ir a Karate un mes porque me duele todo, con una moto descojonada y el iPhone y el amor propio destrozaos, que podrá entender, dadas las circunstancias, que no tenga muy en cuenta su conciencia en estos momentos.

El accidente de moto, parte 2

Estaba en mitad de la comida cuando recibí la primera llamada de muchas que vendrían, un tal Nomura-san me hablaba desde la empresa del conductor, del que, por cierto, no volví a saber nada. Este hombre me preguntaba por el resultado de las pruebas del hospital y luego me pedía que le contase el accidente una vez más. No tenía muy claro con quien estaba hablando ni para qué, pero le conté mi versión igualmente, la misma versión que mantuve de principio a fin, el otro no puede decir lo mismo aunque poco importa a estas alturas.

Como no nos acababamos de entender bien, quedamos en que alguien de mi empresa le llamaría después para tratar de averiguar los siguientes pasos. Lo que si que quedó bien claro es que estaba tratando con un abogado, y que esto estaba lejos de ser un arreglo amistoso entre dos.

Fui a la empresa donde después de asegurarse que estaba bien, se descojonaron vivos del «nuevo» iPhone. Sólo le conté lo del papeleo a la secretaria, la que también tuvo que soportar mis dibujos y explicaciones de lo que yo creo que pasó en aquel cruce.

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Ella llamó primero a mi seguro, después al tal Nomura-san, y después de nuevo a mi seguro. La cosa pintaba mal. Nomura-san era abogado, como parecía, y representaba a la compañía de seguros del conductor del coche, el cual no era del conductor, sino de una empresa de seguridad. Curiosamente la compañía de seguros y la empresa de seguridad pertenecían todas al mismo grupo de empresas, ellos se lo guisan y ellos se me comen.

Por lo visto, mi seguro es el básico, sólo cubre «daños personales», en otras palabras: si pillo a alguien, pagan la factura del hospital, nada más. Y eso hasta millón y algo de yenes, que hablando de costes médicos, tampoco es tanto. Daños materiales los paga uno mismo… vivir y aprender a hostias, nunca mejor dicho. Ahora que claro, 7000 yenes de seguro, no le pidas ichigos al sakura.

La realidad es que yo me fuí a dar contra un Mercedes Benz Híbrido nuevecito que se me cruzó cargándome la parte de delante y que el conductor decía que él ni se movió y que fuí yo el que me estampé contra él porque perdí el control de la moto. Fíjate, con lo majo que parecía el señor, y que el coche no era ni suyo, ahí inventándose cosas.

Me entero que ese día es el último de la secretaria de la empresa, día que le estoy amargando haciéndole llamar a personas desconocidas para hablar de movidas legales que a ella ni le van ni le vienen, y sin embargo ahí está defendiéndome con uñas y dientes de abogados prepotentes y aseguradoras excuseras. Nada más saberlo, le pido perdón y me marcho a la tienda más cercana para comprarle un regalo dando por finiquitada la gesta. Nada más lejos de la realidad querer amargarle el último día a nadie con mis gaitas, y menos a semejante encanto de persona. Me da su teléfono móvil y me dice que la llame si hay más problemas, que ella se encarga. Le doy las gracias y le pido perdón otras mil veces, mitad y mitad. Ni de coña la llamo, eso está claro, bastante ha tenido que aguantar ya.

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La siguiente llamada que recibo es de la policía, me dicen que no es justa mi situación y que vaya a la central de Shibuya cuanto antes, que hay que aclarar el asunto. Esta vez voy acompañado, entramos en una comisaría a oscuras, subimos al segundo piso y pasamos a una sala diminuta con una mesa y dos sillas. Nosotros a un lado, el policía al otro. Lo más parecido a lo de los interrogatorios de las películas, allí faltaba el espejo ese de que te ven y tu no.

Allí nos dice que tal y como está ahora el parte de accidente, yo tengo la culpa de todo y me quitan todos los puntos y me retiran el carnet aparte de una posible multa por exceso de velocidad. Además él sabe que mi tipo de seguro no cubre los daños y dice que es demasiado que yo tenga que asumir todo, que por eso me llama, que a ver si podemos mejorar la situación. Ya empieza a hablar de cifras de medio millón de yenes de por medio para reparar el coche.

A mi me tiembla todo. Yo no tengo ese dinero.

Rectifico muchos de los datos del accidente: el coche si que salió cruzándose en mi camino y yo iba por el carril de la izquierda y no por el medio. Me dice que esto cambia las cosas, pero que necesita que haya un acuerdo entre los dos ya que no hay testigos, así que se va a llamar por teléfono al conductor del coche. Nada que hacer, el no da su brazo a torcer, dice que no se movió y no se movió el hijo la gran fruta.

No hay mucho que hacer para mejorar el tema del seguro, pero se puede evitar la retirada de puntos, carnet y multa si cambiamos el tipo de accidente evitando mencionar daños personales (los de mis costillas básicamente) pasando a sólo de tráfico. En ese caso, las facturas del hospital irían por mi cuenta y sólo quedaría pendiente llegar a un acuerdo con el seguro del otro. Con la policía habríamos terminado y por su parte no habría problema en hacerlo. Así quedamos entonces. Accidente de tráfico sin daños personales, un carnet intacto y un pobre gaijin infinitamente agradecido a un policía que no conoce de nada, pero que simpatizó con su situación y trató de ayudarle cuando no tendría porque haberse molestado en hacer nada por cambiar el asunto.

Además -me dice- creo que tu dices la verdad, no tiene ningún sentido que te fueras a dar contra un coche parado, aunque tampoco fuiste un santo tratando de pasar el semáforo justo cuando cambiaba a rojo.

[concluirá…]

El accidente de moto, parte 1

Iba rápido, calculo que sobre los 50 kilómetros por hora permitidos y cuando ví que el semáforo estaba cambiando, aceleré todavía más. Me esperaba una pitada bien merecida del coche que estaba esperando para girar, pero simplemente no me vió y salió, yo intenté frenar con todas mis fuerzas y la moto patinó. No me acuerdo en qué momento la moto fue por un lado y yo por otro, pero si sé que el golpe fue contra la rueda izquierda del coche con mis costillas. El iPhone quedó entre medias, como no podia ser de otra manera.

El conductor salió y lo primero que dijo, a la defensiva, es que el semáforo se había puesto verde, a mi me daba igual una que otra y sólo quería quitarme del medio de la carretera y mirar a ver si tenía todo en mi sitio.

Me disculpé por haberme pasado el semáforo, y él se ofreció a llevarme la moto hasta el arcén mientras yo me sentaba en el bordillo de la acera con el costado dolorido. El conductor, un señor bastante mayor, me dijo que tenía que llamar a la policía y después de dar las explicaciones necesarias, trajo una toalla y una botella de agua y me empezó a limpiar las heridas del codo y las rodillas.

– Tu tranquilo, siéntate y no te preocupes -me decía de vez en cuando -esto lo arregla el seguro, lo importante es que estés tu bien.

La charla continuó un rato más, yo diría que unos veinte minutos hablando de todo menos del accidente: si trabajaba cerca, que de donde era…

Llegó un coche de policía, y luego una ambulancia y otro coche más. Me dijeron que contara el accidente y yo lo conté hasta tres o cuatro veces a personas distintas, para mi que repetí un policía.

Ya en la ambulancia me midieron la tensión y el pulso, me limpiaron las heridas y me llevaron a un hospital donde me sacaron radiografías del pecho metiéndome más microsieverts de los absorbidos en los cuatro años en Tokyo se pongan como se pongan en El Correo, El Mundo, El País, el Menéame y el Forocoches. Las radiografías las revisó el doctor en el ordenador, JPGs de resolución suficiente como para verme las costillas con tres o cuatro niveles de zoom sin perder nitidez. Me sorprendo de entender prácticamente todo lo que me dicen personal de ambulancias, enfermeras, recepcionistas y doctor.

Nada roto y 13.000 yenes después volvía camino del lugar del accidente con la ropa estilo extra de walking dead y un iPhone de 4 días de diseño exclusivo ya envidiado por todos, marcando tendencia, así soy yo. Volví andando, porque la ambulancia sólo es de ida, atrayendo las miradas de las gentes del lugar con un casco de moto en la mano y la ropa hecha jirones guiando mi camino con un mapa oteado a través de un cristal resquebrajado.

En el lugar del accidente no quedaba nadie. Habían movido la moto a la acera y la habían metido en un círculo con tiza y tres kanjis gordos que ponía algo así como «accidente aquí». Llamé al cuartel de la policía de Shibuya y pregunté por el que me dió su tarjeta de visita antes de que me llevase la ambulancia. A su pregunta, confirmé que estaba bien y que salí del hospital por mi propio pie, y que tenía los datos del conductor del coche para arreglar los papeles. Con la policía parecía que habíamos terminado. Ni de lejos.

Miré la moto, y daba pena pero arrancaba. Hice un par de pruebas y parecía que yendo con cuidado, podría hasta llevarla a casa. Así lo hice sin tenerlas todas conmigo porque casi no frenaba y el manillar estaba totalmente torcido, no debí pasar de 15 por hora en todo el trayecto.

La rodilla derecha me quemaba y tenía mucha sed.

Paré en un taller cercano pero me dijeron que para arreglarla tendría que ir a un taller oficial de PGO, que hacían falta recambios originales. Desistí por el momento, entré en casa, me duché, y me comí la ensalada que llevaba de bento ese día. Las dos manzanas estaban totalmente destrozadas aunque el taper ni se abrió y la bolsa apenas tenía algún rasguño.

No tenía ni idea de lo que iba a pasar a partir de ese momento…

[continuará]

Aguas y vasos

Cuando empecé el nuevo trabajo, me preocupaba no poder seguir yendo a Karate tanto como quisiera, ese era mi gran dramático problema con el que lidié como pude tratando de que me dejasen entrar y salir antes que el resto de mis compañeros de oficina algún día a la semana. Capoeira se afrontará después, pensaba, y menudo disgusto tenía.

Después vino otro, problema digo, y es que no sabía si me iban a renovar el visado. Tenía esa incertidumbre rondándome la razón y aunque no parecía que hubiese nada que impidiese que me pudiese quedar aquí más tiempo, era mi problema y me preocupaba. No, me preocupaba mucho, le di siete u ocho vueltas más de las que se merecía planteándome alternativas absurdas, involucrando inútilmente a quien me importaba.

Luego vino un terremoto, y un tsunami, y otro terremoto y muchos otros más, y una central nuclear inestable (¿de verdad se podían llamar problemas a lo de antes de esto?). Hubo algunos que me despreciaron por contar mi realidad, curioso que los peores fueron algunos paisanos, por lo de la tierra y el profeta, digo yo. Otros me pusieron en un altar por haberme quedado y yo sólo sentía pena ajeno a tanto disparate ajeno (el doble ajeno va a propósito). Ya casi no me acordaba del visado cuando me lo renovaron.

Siguiendo cada día las noticias sobre radiación entre réplicas y nervios, vino otro problema que ante la que estaba cayendo no era gran cosa, pero era más mío que de nadie: no sabía si iba a seguir en el trabajo que aunque era cuestión de ponerse a buscar otro y sabía que tampoco era tan importante, tuvo la culpa de alguna que otra tarde de caminares nocturnos vista al suelo entre neones apagados, como mi ánimo.

Entonces perdí el teléfono nuevo y aunque apareció al día siguiente, ese problema insignificante me amargó el domingo hasta que me lo cambiaron gratis por uno nuevo la noche del mismo lunes en que me renovaron en el trabajo y me aprobaron las vacaciones para volver a Zalla después de 2 años. Paseando desde Shibuya hasta Shinjuku, de tanto hablar y reírme de ellos con quien me moría por hacerlo, parecía que no hubiese habido ninguno en realidad porque ya estaban solucionados. Borrón y cuenta nueva, absurdo agobio, innecesaria ansiedad, estúpida razón equivocada.

Cuando el jueves me levanté de debajo de aquel coche, el nuevo teléfono, de nuevo roto, fue lo primero que advertí. Me pasé un semáforo justo cuando cambiaba a rojo y un coche decidió salir antes de que el suyo cambiase a verde… aunque no fue para tanto, yo salí peor parado con la moto. Me dolían las costillas, sangraba de las rodillas y de un codo, y la ropa y la moto estaban rotas. El teléfono hacía tiempo que me daba igual cuando me sacaron las radiografías y el doctor me dijo que no tenía nada roto. A pesar de los escandaloso del asunto, comparado con mis locuras con la bici de pequeño, esto no eran más que rasguños.

Mientras decidía a que Apple Store iba a ir esta vez o que iba a hacer con una moto que se caía a cachos, hablé con la policía y me dijeron que el otro decía que el accidente fue culpa mía y que mi seguro no cubría los daños causados al coche. Venía otro problema de los míos, mientras Edano salía bebiendo agua del grifo del Tokyo en la tele y Fukushima se equiparaba al mismo nivel de catástrofe que Chernobyl dándoles algunas portadas más a los ruines medios.

Esta mañana al incorporarme de la cama me ha dolido el costado mientras repasaba lo que está por venir: hablar con el seguro del otro, con mi empresa, con la empresa en la que estoy subcontratado, con la policía una vez más, supongo que me tocará reunir el dinero del coche y apretarme el cinturón una temporada en un Tokyo donde el verano se pinta sin aire acondicionado ni fuegos artificiales.

Y sin embargo ayer fue uno de los días más felices de mi vida aunque no contaré aquí las razones exactas.

Diré que miro hacía atrás, veo mi último mes y medio y no puedo más que pensar en cuanto he relativizado lo que me rodea y a los que me rodean. En como los límites de lo que me afecta se han reducido hasta estar justo donde deberían haber estado desde el principio, en como he aprendido a dejar de preocuparme de lo que sabía que daba igual pero dejaba que me convenciesen de lo contrario. A beberme el vaso del agua donde me quieren ahogar otros, con ellos dentro.

Entendámonos, no es que me de igual tener que pagarle un dineral a un tío al que le sobra el dinero para arreglar su impecable Mercedes Benz híbrido mientras yo me quedo sin moto y sin hacer ejercicio una temporada. Esto va más de entender que va a pasar de todas formas y que a mi no me merece la pena malgastar mi tiempo preocupándome de más. Se le echarán yenes, huevos y lo que haga falta a lo que venga, pero desde ya sin perderme ni una vez más un atardecer por haber dejado de mirar.

Aprendido a hostias: de todo menos agonías. Por estas.

Tío Tosca, tío Tosca…

… tío Toscaaaaaaa
– Dime, preciosica mía, espera que apago la tele
– Cuéntame lo de las fores de Japón eso
– Tu si que eres una florrrr. ¿Pero otra vez?, si ya te lo sabes de pe a pá!
– Pe a pá, jajaja, pe a paaaaaaa, paapooopuuuu
– Tss, callaaaa, que despiertas a Javi que está durmiendo la siesta
– Es más vagoooooo

– Jajaja. Pues mira, este año ha pasado una cosa muy mala allí donde vivo yo, que hubo un terremoto muy gordo y luego un tsunami que …
– ¿Que es un tedemoto?
– Uy, pues es que aquí no hay, pero ¿sabes cuando vas en tren?, pues es como si tu casa estuviese dentro de un tren en marcha, que todo se mueve, a veces muy fuerte, a veces un poco solo… eso es un terremoto ¡da mucho miedo!
– Que mareooooooo
– Y un tsunami es… a ver como te lo explicoooo, pues como cuando te estás bañando que te mueves mucho y se sale el agua de la bañera, ¿a que te ha pasado alguna vez, que te chilla mamá?, pero en vez de tu bañera es el mar lo que se desborda.
– Porque se baña una ballena gorda que tiene cosquillas y se mueve mucho!
– Si, parecido, pero es algo malo porque el agua se sale con mucha fuerza y se lleva todo por delante, han pasado muchas cosas malas, maja, pero muchas muchas, es muy triste.
– Jo
– Así que este año todos mis vecinos de allí están muy preocupados pero ayudándose mucho unos a otros para que todo vuelva a estar como antes. Y como este fin de semana han florecido los cerezos por todos los lugares …
– A mi me gustan las cedezas!! me has traído? me has traído?
– Nooo, que estos cerezos no dan cerezas, pero tienen muchas muchas flores y está todo muy bonito, y aunque todo el mundo está muy triste, han salido también a juntarse con amigos debajo de los árboles y alegrarse un poco.

– ¿Tu también has ido, tío Tosca?
– Si maja, claro, dos veces además, y una llevamos un jamón y nos hicimos bocadillos y todo!!. Fue bonito ver a la gente reírse después de todo aunque fuese por un par de días, y había algunos que cantaban y todos sacábamos muchas fotos a las flores. ¿Sabes que pasa?, que las flores duran muy poquito, casi dos semanas al año, y es como si los corazones de todas las personas se sincronizasen con la naturaleza y todos se olvidan de acordarse de nada, y uno se da cuenta de lo corto y falso que es lo que creemos que tenemos o de lo que ansiamos. Es como si viviésemos mucho más en vez de pensar en como vivir…
– Oskar, deja de decirle cosas raras a la niña, hombre, ¿ya estás con tus movidas? ¿me la quieres volver loca?
– Jaja, si, es verdad, perdón perdón. Bueno, pues eso que aunque se hace todos los años, este ha sido más especial. ¿Has visto las fotos que te he ido enseñando de mientras?

– Si, pero sacas muchas fotos a las chicas chinas
– Que no son chinos, que son japoneses!
– Jajaja, siempre te enfadas, jajajaja
– Eres mas mala que ni sé!!. Es verdad, saqué muchas fotos de chicas pero es que son tan guapaaaas
– Yo también soy guapa
– Hombre claro, tu más que ninguna
– Jijiji

– Y como todos llevamos comida, se nos acercan mucho los cuervos del parque, ¡¡ ya no tienen miedo a la gente !!
– Jo, son mas feooos
– ¿Verdad que si?, a mi me da un poco de miedo
– A mi también
– Pero tu no te preocupes, que aquí no hay tantos ni tan gordos
– Vale, no me preocupo tío Tosca

– Uy!, jeje, eso es una palomicaa. Ah!, jajaja, mira esto te va a gustar, compré un pollo de goma y estuvimos haciendo el tonto con él mucho rato
– Un pollo de goma!!! jijijiji, ¿me lo has traído? ¿me lo has traído? ¿me lo has traído?
– No, se nos perdió por el parque
– Jopé
– Cuando vuelva te traigo uno nuevecito para ti, que además ese estaba todo sucio ya
– ¿De verdad?
– Si, de verdad
– ¿Pero traelo, eh? que la abuela siempre dice que eres un tonto pelao y se te olvidan las cosas
– Oyeeeeee!! que si, te lo traigo, jaja, que mala remala remalaaaaa
– Jijiji

– Yo quiero ir a ver flores contigo tío Tosca y jugar con el pollo
– Pero para eso tienes que ser un poco más grande, ¿eh?, así que come mucho y portate bien
– Yo soy muy buenaaaaaa
– Pues ale, a dormir la siesta tu también con Javi y a soñar con los cerezos
– Y tu a soñar con las chicas
– Pero bueno!!!!
– Jijiji


Conversación de geniuses

Cuatro días después de recibir un iPhone 4 totalmente nuevo que me cambiaron por que no funcionaba bien el botón de home, me presento en el mismo sitio con la pantalla de ese recién estrenado bicho totalmente destrozada: el genius bar de la Apple Store de Shibuya. El chico que me lo dio está también hoy, la cara de vergüenza se me caería si me tocase el mismo (se me cae de todas maneras desde el domingo).

De momento, aparece una moza florida:

¿Hacemos la copla en japonés o como va esto? -le dice, más o menos, a la que me acompaña
No, si nos vamos a entender rápido -le contesto yo en japonés
Vale, pues sentaros aquí que en un titá viene alguien a atenderos

Nos sentamos en una mesa y nos ponemos a ver el blog de Núria en el MacBook ese que te dejan usar, llevo unos días planeando una visita para conocer a Yuna-chan de una vez… cuando vamos por la entrada de las ikugrullas viene otro señor distinto:

Pues si hombre si, bueno, vosotros diréis
Pos mira -y le planto encima de la mesa el crimen perpetrado en semejante pieza de ingeniería, que no deberían dejarme seguir vivo.
Otia -lo coje y se pone a ver si funciona algo- pues parece que funciona, sería cambiar la pantalla, pero no tenemos recambios, así que no hay más remedio que cambiar el teléfono entero y eso son 22.300 yenes
¿Lo cualo lo que?, ay que dolor, Dios mío, ay que dolor
¿Pero cómo ha pasado esto, angelico? ¿se te ha caido de un quinto piso?
Pues se me perdió en Yoyogi en un hanami y lo pisaría medio Japón, lo raro fue que alguien lo encontró y lo devolvió
En un hanami, qué típica es esa… ¿había alcohol de por medio?
Había había, de por medio y de por los lados… pero bueno, que le vamos a hacer, necesito un teléfono y escribir un email aquí es como rayar queso Toscano, nos olvidaremos del iPad de momento
Jajaja, vale, ¿tienes hecho un backup reciente?
Si si, si estuve aquí la semana pasada, ya me sé la copla, si este ahí donde le ves tiene cuatro días, que me lo dieron el jueves pasao –me arrepiento al segundo de contarle esto
¿Y que le pasaba al otro?
El botón de home, que no homeaba
Ah naruhodo, vaya mala suerte que tienes -encima, pienso yo, si caigo siempre de pies – bueno, pues voy por el nuevo, me llevo la tartana para cambiarle la tarjeta y eso

Se va y vuelve al de un rato con un pedazo de iPhone nuevo que da gloria verlo y un par de documentos para que firme: uno que dice que he visto como borraban los datos del mío, y otro con la factura del nuevo, los 22.000 y pico yenacos. Firmo los dos a escape.

Vale, pues vamos a la caja y formalizamos el tema

Allí que nos vamos, yo hago el gilipollas acariciando el teléfono nuevo, llevándolo con las dos manos y así, el tío parece que se ríe conmigo y de mi, mitad y mitad. Cuando saco el dinero para pagar, el tío se nos acerca y nos dice en bajo estilo Soprano:

Mira, a mi me pasó esto mismo una vez, en un hanami también, así que vamos a hacer una cosa, donas 100 yenes o lo que te parezca para lo del terremoto, y nos olvidamos del asunto
¿En serio? -no le planto un beso porque está mi santa delante, que, por cierto, no para de hacerle reverencias, yo me uno y le hago más. El tío me da la factura y salimos de allí haciendo la tipo C: reverencias marcha atrás hasta perderle de vista escaleras abajo.

Ya en la calle me doy cuenta de que soy el tío con más suerte del mundo, primero por que me devuelven un iPhone perdido y segundo porque encima me lo cambian por uno nuevo. Me voy a mirar en casa el culo en el espejo, a ver si me veo la flor.

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Al día siguiente en Karate hay una hucha para recaudar dinero que se va a enviar desde la asociación de Kanazawa Kancho, allí dejo, encantado, mi aportación y la de la Apple Store de Shibuya. Cuadremos de nuevo el karma.

iHanami

Un hanami en Yoyogi, un pantalón con bolsillos a los lados, a la izquierda la cartera, a la derecha un iPhone nuevito reluciente.

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Un loco que no para quieto subiéndose a los cerezos, arrejuntándose a otros hanamis, haciendo el monochimpancé como sólo él sabe, inspirado, además, por Asahi y sus compinches.

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El tirititero que nos ocupa se pierde por el parque por la noche. Un iPhone que tampoco aparece. Un tío amaneciendo sin saber muy bien donde ni como.

Al día siguiente un chico lo encuentra en el suelo, al iPhone, lo enciende y mira las llamadas perdidas. Hay un montón del Chiqui y alguna de Chiaki, decide llamar a la última por aquello del idioma. Que lo deja en la estación de Harajuku, que lo recojamos allí, que de nada, que de nada.

Un iPhone 4 estrenado tres días antes se pierde en un parque atestado de gente, pero aparece, eso si, pisoteado con el cristal roto. A pesar de la pinta, todo funciona.

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Conclusiones:
– No dejar nunca en la vida de hacer el mono, pero no llevar cosas en los bolsillos de fuera
– Hay gente honrada por el mundo, y en Japón más
– No jugar al Angry Birds sin llevar tiritas hasta que cambien el cristal

PD: Las fotos del hanami ya vienen prontico…

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Recopilación de vídeos del terremoto

Aquí va una recopilación de algunos vídeos grabados durante el terremoto del viernes 11.

Mi gran error y el de mucha gente de mi oficina, fue salir a la calle porque nuestro edificio es muy bajo con sólo 4 plantas, y nosotros estamos en la segunda (tercera según cuentan ellos), con lo que estábamos mucho más seguros dentro. El comité de seguridad y emergencias que se formó después con algunos compañeros dedicados sólo a recabar y enviarnos información ya nos dejó bien claro que si volviese a pasar, lo que teníamos que hacer era quedarnos dentro y meternos debajo de las mesas por si se nos cayese algo encima.

No tengo claro que pueda, yo salgo corriendo a la mínima…

Hay bastantes vídeos de este estilo por youtube, yo he puesto este porque los veinte segundos a partir del minuto 5:13 están grabados desde la autopista elevada que está pegada a mi oficina, os juro que desde abajo se movia como si fuese de juguete, ya veo que ahí arriba fue bastante peor. Que sustaco, madre mía.

Que cosas…

Bueno, ahora sí que me voy de hanamis!! agur!

Una gambitera en Euskadi

Pues eso, que el otro día me avisaron que salió el puente colgante de Portugalete por la tele en un programa de esos de viajar por el mundo, y parece ser que se fue una gambitera que está toda fresquesca para allá a probar comida y gritar oishii una o doscientasveinticuatro veces.

El guía, un tal Fernando que parece mu majo, aparece con una txapela muy forzada y la música en plan sevillanas que me ponen no me pega mucho, pero hay que reconocer que el reportaje me ha gustao y me ha dao gustico sideral!! ¡¡ Cómo se pone de comer la lozana tiparracaca !!

Está en japonés pero yo creo que se entiende bastante bien, echadle tres ojetes, que va en tres partes porque me ha costado la vida fusilarlo pa ponerlo aquí:

:regulero:

EEEE, no perderse la voz doblada que le han puesto a la que sale en el minuto 3:42, ¡¡¡fijo que habla parecido!!!, jajaja, jodé que risas con eso:

¡¡ Buen fin de semana, mozos !!
¡yo me voy de hanamis!
:vainas: :gambi: :vainas:
:gambiters: :gustico: :gambiters:

A por las 100

Después de unos cuantos intercambios de emails, Bea y yo nos acabamos poniendo de acuerdo en que donar todo lo que se ganase por la venta de la camiseta Origami era algo que podríamos asumir sin un impacto demasiado serio en la economía ikusukiense y que sería algo importante que estaba en nuestra mano hacer. Nunca en la vida hubiésemos imaginado que se iban a pedir más de diez, y ya vamos 83, la cosa se pone seria.

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No soy capaz de explicar rascando teclas lo orgullosos que nos sentimos de ver que la locura esta que empezamos hace años ha servido para involucrar a tanta gente para hacer algo de estas características. Las cuentas que echamos al principio ya no tienen ningún sentido, la planificación previa es ahora inútil, prácticamente ya no hay tallas y Bea casi no da abasto en eso de doblar, envasar, etiquetar y enviar el disparate de pedidos que nos han llegado. Cristo y de los gordos, pero mucho más gustico, y del mejor.

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Hombre, comparado con los millones del presidente de Softbank, 50.000 yenes no es nada, pero comparado con nada, 50.000 yenes es mucho. Son los 50.000 yenes de Ikusuki, vuestros 50.000 yenes. Nosotros estamos ya pagados de sobra con vuestra inmensa participación, con vuestra generosidad, con vuestra simpatía contestando a nuestros emails, con vuestras notas, con vuestras fotos…

Por todo ello:

GRACIAS

Ya iba tocando darlas en mayúsculas.

¿Y sabéis que?, que nos lo hemos creido tanto que nos vemos con capacidad de llegar hasta 100, así que abrimos la donación a cualquier camiseta de cualquier modelo que se pida hasta que lleguemos a las 100 prendas envíadas, 500 € recaudados, 60.000 yenes a transferir directamente a la Cruz Roja de Japón.

Acordaos que aquí están listados todos los envíos, si no salís es que no nos ha llegado. Los 17 restantes que quedan serán listados en este mismo post.

Ya veis, ampliando el asunto y toda la pesca, quien nos lo iba a decir a nosotros…

Vamos 100 camisetas
Queda 0

2 para Aitziber de Asteasu
1 para Josetxu de Bilbao
1 para Susana de Valencia
2 para Doris de Bilbao
1 para Carlos de Madrid
1 para Ruth de Madrid
1 para Sebastien de Madrid
1 para Montse de Barcelona
1 para Beatriz de Madrid
1 para Alan de Tlalnepantla (México)
1 para Raül de Barcelona
1 para Antonio de Tarragona
1 para Jose de Barcelona
1 para Raquel de Toledo
1 para Marta de Granada

Kawasaki Kanamara Matsuri

Kawasaki, al igual que Yokohama, es uno de esos sitios que me parecían que estaban super lejos de Tokyo pero que luego estan al lado, tanto, que he ido a los dos en bici desde mi casa. Bibainadas a parte, el caso es que este fin de semana, a parte de estar atento a los cerezos, que les doy una semana como mucho para estar a tope, nos fuimos al Kanamara Matsuri de Kawasaki con el desertor de Albacete, el Guille y la Nere y más gente a cada cual más maja y dicharachera.

Resulta que es un festival dedicado a la fertilidad, que lleva celebrándose desde el periodo Edo con el noble origen de rezar para protegerse de las enfermedades sexuales entre las prostitutas del lugar, después la cosa evolucionó y es normal ver a parejas que van allí a pedir por tener descendencia.

Hay sutiles diferencias con los matsuris a los que estamos acostumbrados asistir, quizás no visibles a ojos no expertos como los nuestros, veamos si sois capaces de encontrar algo que os llame la atención, no es tarea fácil, ya os aviso.

Ya véis… un templo donde los altares que se llevan de procesión son rabos como pinos manchegos, donde se venden dulces con la forma característica de los elementos en cuestión, donde los artistas del lugar aprovechan para mostrar su arte y destreza en el vestir… poesía pura para la vista… poesía pura.

Aquello es una especie de sex-shop al aire libre, pero… ¿sabéis lo mejor de todo?, que da gusto ver que algo tan natural se lleva con tanta naturalidad, pocas caras de verguenza se veían.

La única pega es que no se sacaron tan nobles elementos en procesión por respeto a las víctimas del tsunami. Esto no me queda claro del todo, lo de cancelar eventos por razones éticas… yo creo que sería bastante mejor seguir con lo de siempre y aprovechar este tipo de celebraciones para recaudar dinero de alguna manera para ayudar, en vez de hacer que la gente se pire antes para casa.

En fin, no me quiero mojar mucho que no acabo de tenerlo claro, así que me despido con un monico que se puso allí a hacer moniquerías después de zamparse una naranja.

¡Buen lunes tengan ustedes!