La historia es larga aunque la verdad es que no ha sido tan difícil como pintaba… menudo jaleo de búsqueda de ofertas, entrevistas, recruiters, trajes y gaitas moras. He acabado hasta los mismísimos colganderos. Por lo menos me he coscado de lo que se pide ahora mismo en temas de tecnología en Tokyo, de lo que se valora más, de como está un poco el mercado para los informáticos de la fauna del lugar, si supiese hace un par de meses lo que sé ahora no habría perdido el tiempo en según que cosas. A ver si lo cuento en condiciones por si pudiera ayudarle a alguien.
Tampoco tengo muy claro que quiero contar aquí, de un tiempo a esta parte me da un poco de miedo poner según que cosas en el blog porque aunque posteo menos que nunca, me llegan mensajes y veo movidas por ahí que Buda tirita. No sé si dan más miedo los que me perdonan la vida siete veces al día o los que me ponen en un altar pretendiendo que yo soy lo que ni de lejos soy en realidad…
Bueno, si diré que han cambiado mucho las cosas, que aunque sólo llevo desde el lunes parece que he ido a la oficina toda mi vida ya. Atrás quedaron los días esos en los que uno era esclavo de ese tiempo que sólo es libre en apariencia. Estamos contentos, sienta bien tener una rutina que exija cumplir ciertas normas sociales… vamos, que ya no parezco el Yeti de resaca: voy bien preparadito por las mañanas y en unos cuarenta minutos desde que salgo por la puerta de casa, estoy ya sentado en el ordenador de la oficina. Me han puesto clases de japonés, me pagan desplazamientos, no tengo que llevar traje, tenemos café, té y snacks gratis, y lo que más me gusta es que el trabajo está siendo empollarme la versión 3 del Google Maps API haciendo un prototipo para enseñar a un cliente, vamos que vuelan las horas delante del ordenador como hacía tiempo que no lo hacían.
Quitando a un par de figuras, la gente es maja. Somos unas cincuenta personas, de las que sólo diez somos extranjeros y eso mola. Las condiciones tienen muy buena pinta, el visado ya no es un problema… la inseguridad con la que he vivido el último año de repente se ha evaporado y se nota muchísimo en el ánimo, no pensaba que tanto. La idea de que quizás tendría que volver me llevaba rondando bastante tiempo y todavía tengo muchas cosas que quiero hacer por aquí. Ahora estoy mas desahogado, soy más yo mismo, disfruto más de las cosas por no tener esa capa de incertidumbre rondándome la nuca. Si algo malo he de decir, será que el horario no me cuadra porque no me da tiempo a ir a Karate. No se meten horas, pero se entra tarde y se sale tarde, prefiero mil veces madrugar y salir antes que perder el tiempo durmiendo un par de horas más. Pero bueno, todo se andará, hay clases de Karate a primera hora de la mañana y luego están los sábados. Vamos, que las prioridades siguen sin haber cambiado: Karate/Capoeira y luego el trabajo que me permita seguir con ello, nunca al revés, sea en Google o en un McDonalds.
Hablando de prioridades… cuando vienen mal dadas, que tampoco han sido tan terribles ni mucho menos, uno se da cuenta de golpe de los que importan. Hay un campo ahí delante de gente conocida, amistades viejas y nuevas, familiares, personas de tu entorno tanto físico como, digamos, virtual. Y de repente florecen tres o cuatro, no más. Uno se da cuenta de quien se da cuenta de uno de verdad, y esos son los que cuentan. No los que de repente son el triple de amigos cuando se enteran de mi affair con Google Japan, quedo en no se qué puesto de no se qué concurso o me han visto con no sé quien no sé donde… que cosa más triste, por el amor de Dios. Es de sentido común: me quedo con las llamadas muchas veces perdidas por mi culpa y con los mensajes de sólo-que-tal-estás, que uno no tiene edad ya para apariencias ni hipocresías de gente triste que no sabe que lo es.
En fin, es tiempo de reflexión, de que llegue el fin de semana, pararse y darse la vuelta para mirar a ésta primera semana de la nueva vida que me estoy probando y ver cómo me queda. Tiempo de ser más amigo de mis amigos, de pensar en lo que está por venir y planear en consecuencia: la competición de Karate, más Capoeira, más Parkour, más japonés, más fotografía, más viajes…
La cosa está clara: es tiempo de seguir amortizando cada latido sin hipotecar ni una sola respiración.