Archivo por meses: abril 2010

Días extraños

Días en los que no hace ni frío ni calor, ni deja de hacer ambos, horas raras que parecen pasar sin ganas junto a otras que son segundos. Desde que trabajo desde casa, todos los días vienen con la misma cara, pero yo acepto el desafío de cambiársela haciendo trucos de magia a la rutina. Cambio horarios de Karate, de Capoeira, voy por las mañanas, trabajo por las noches y al revés o cocino cosas nuevas… todo con tal de que un día no sea igual que el anterior o me volveré loco aquí solo.

Japón está por la parte de fuera de las ventanas, anécdota irrelevante cuando uno está en su casa dándole a las teclas. Ya no hacen falta combinis, ni trenes con legañas, ni pañuelos de propaganda, ni ruidos de Pachinkos, nisiquiera cervezas de antes de volver porque ya no se sale, siempre se está aquí.

Raro es ya dar los buenos días a alguien en estos días raros donde no hay nadie.

Claro que tiene sus ventajas, sería tonto si no las viera y bobo si no las aprovechase. Hace mucho que no peleo contra el sueño delante del ordenador aparentando saber lo que estoy haciendo, si esto pasa, duermo, aquí mismo a un par de metros de la mesa, y me despierto fresco para seguir. Cada hora me levanto de la silla y preparo otra tetera, y hago algo de Karate delante de los espejos, o un poco de pesas, o trato de que me salga alguna voltereta nueva de Capoeira, es mi versión personal de «ir al café». Si en esto de programar se me complica algún problema más de la cuenta, me pongo el pantalón corto y un niki y me voy a correr por mi barrio, o hasta Honmonji y normalmente al volver veo la solución justo delante de mí.

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Ahorro dinero, mucho, en transporte y en comida, y además estoy comiendo mucho más sano: no hay visitas al combini a por comida prefabricada, hay visitas a mi nevera repleta de fruta o al cocedero de arroz siempre medio lleno, ahora mis tentempiés son cuencos de arroz y manzanas en vez de sandwiches o patatas fritas. Y no me dejo cerca de cuatrocientos yenes cada vez y mi cartera y mi cuerpo lo notan, y bastante.

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Pero también hay desventajas; la primera y más importante de todas es no ver a nadie en casi todo el día, hay veces que se siente triste que después del desayuno uno se plante ya en la mesa hasta bien entrada la tarde sin articular palabra. El sólo hecho de ir por las mañanas a la oficina ya tenía implícito el contacto humano… ya no hay miradas que se cruzan ni voces de fondo.

También he perdido el contacto con la actualidad: apenas veo la televisión, pero a nada que me acercaba al centro podía ver qué se estaba cociendo gracias, sobretodo, a los carteles de publicidad y a las televisiones del tren. Mis destinos entre semana no van más allá del supermercado y los dojos, y ambos están a menos de 15 minutos de mi casa así que ya no voy con la cámara de fotos en el bolsillo del pantalón porque no hay novedades que retratar y contar.

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Así que son días extraños. Días centrados en tres actividades sin apenas interferencias: trabajo, Karate y Capoeira.

Bien mirado, si hace unos años me hubiesen dicho que iba a vivir en un piso en Japón, que iba a trabajar programando desde casa, y que iba a poder ir todos los días, a veces incluso dos veces al día, a clases de Karate en uno de los lugares del mundo donde más saben del tema… no me lo habría creído. Y lo de Capoeira ni te cuento.

No dejan de ser horas como ajenas a mí que seguro que dejarán de serlo pronto y yo las echaré de menos porque, de mientras, me he puesto en la mejor forma de toda mi vida mientras que el trabajo sigue adelante quizás más rápido que cuando iba a la oficina.

No me quejo, no me quejo en absoluto, es cuestión de acostumbrarse. Pero sí que tengo un favor que pediros: si conocéis a alguna así como para mi que venga de vez en cuando a leerme un cuento…

Cambiando la pantalla del iPhone

Y yo que pensaba que el iPhone estaba hecho a prueba de bombas… se me ha caído cuarenta veces y nunca le ha pasado nada, a parte de rasguños, hasta una vez se me cayó de la bici y toda la pesca, pegó cuatro botes y todo, pero seguía funcionando… hasta hace un par de sábados cuando de repente la pantalla se puso blanca y ahí se quedó. El móvil parecía estar bien, sólo era la pantalla la que no fonaba porque yo seguía recibiendo llamadas y mensajes y así.

Lo resetee, lo restauré, lo llevé a la tienda de Apple donde me pedían 22.000 yenes por arreglarlo, lo llevé a la tienda de Softbank donde me decían que no me cambiaban la tarjeta SIM por una normal para usar con otro teléfono, que tenía que hacer un nuevo contrato… hasta que Rober y Guille me dijeron que no era tan raro eso de cambiarle la pantalla por tu cuenta, que había una web por ahí donde podías pedir los componentes y te decían cómo hacerlo. Pues de perdidos al river, pedí la pantalla, la cambié y funciona!!

Ahí va el vídeo de lo que hice:

Cambiándole la pantalla al iPhone 3G from ikusuki on Vimeo.

Hay un conector que me cargué antes de hacer el vídeo anterior cuando intenté abrirlo por mi cuenta sin seguir ninguna guía por ahí. Es el conector número 3, que tiene truco: se abre levantando una pequeña pestaña que hay, que yo no lo sabía y lo arranqué de cuajo. Ese conector es el del altavoz del teléfono y dos sensores: el de proximidad y el de luz. Resultado: no oigo la voz del que me llama por ahí, aunque he descubierto que si lo pongo en manos libres al mínimo de volumen es prácticamente lo mismo, la pantalla siempre tiene el máximo de brillo y no se apaga cuando la tengo cerca de la oreja. Tres chorradas con las que puedo vivir perfectamente hasta Agosto que se me acaba el contrato con Softbank y echaremos el ojo al nuevo modelo. Además si tenemos en cuenta que yo el teléfono lo uso aproximadamente un 5% para hablar, me ha salido redonda la jugada.

Así que si se os chusta la pantalla, no tengáis miedo en cambiarla por vuestra cuenta porque es una chorrada, lo único que hay que tener cuidado con el conector este que os digo, porque el resto es una tontería como un piano: quitar tornillos, desconectar cables, poner tornillos, conectar cables, y fuera!

Atiende McGyver!

El churro de té

Que aquí se bebe mucho té lo sabe hasta el que mira y no vé, porque ya en las máquinas expendedoras te topas con latas y botellas al lado de Cocacolases y Aquariuses. Y no hace falta irse hasta Yokohama pa comprobarlo, sin ir más lejos mira por donde que yo mismo me pimplo un café nada más levantarme, y luego al final del día me puedo haber calzado perfectamente diez tazas de té verde, sin exagerar ni un poquito así ni ná.

Pues el caso es que me pasé, todo frondoso como soy yo, por el todo a cien el otro día y descubrí…

¡¡ El churró de té !!
:ahivalaotia:

Pasemos, sin más dilación, al producto en cuestión:

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¿Qué hemos entendido hasta aquí, mis queridos ikulectores?, pues yo que soy muy mío pa mis cosas he pillao que te vienen unos churros de té pensados para que en vez de hacerte una tacica pequeñica, te casques una botellaca de té de dos litros del tirón. Que yo pensaba que ponte a hervir dos litros de agua para echarlos luego ahí en la botella de Solares reciclada, pero es que resulta que lo que te sugieren es que lo hagas con agua fría pero que dejes reposar con el churro dentro dos horas. A este acto lo llamaré reposachurrimiento bihorario.

Pues eso hicimos, faltaría más, eso hicimos.

Veáse la evolución cromática del líquido elemento en relación al espacio temporal a lo Emet Brown:

Efectivamente, aquello se tornó verde que te quiero verde, y el caso es que estaba muy bueno y muy fresquito que daba gloria bebérselo, eso sí, extrayendo el churro de té antes que sino estamos arreglados.

Y mira tú lo que son las costumbres, que a partir de ahora se me hace imprescindible tener una botella techurrera dentro de la nevera para ir enfocando el verano como se merece, que no todo van a ser Asahises y Kirinises por muy farruco que se ponga el zordor. Y ojo que por veinte duricos te vienen tres churros!! tienes té ahí para toda la vida ya!!

¡¡Recuerda!!

… al todo a cien habrías entrado en vano de no haber ido …

… de la mano con Toscano !!
:gustico:


Otros paseicos Toscaniles…
Las fundas de plátano
Invento para cargar el iPod con pilas por 300 yenes
Los imanes y las ventosas

Natto con miel

Si tuviera un caballo, lo llevaría al abrevadero, pero como no lo tengo…

¡¡ va post regulero !!
:regulero:

¿Os acordáis del cancarro de natto que me zampé ahí en vivo y en directo?, bueno en realidad me zampé dos, y otro que va a caer en cuanto acabe de escribir esto. Pues el caso es que en la tele el otro día lo mezclaron con miel porque decían que estaba muy bueno, pero se forma ahí una pastaca babil digna de asfaltar calles:

Al final la tía dice que sabe a «natto dulce», ese nuevo sabor lo tengo que probar yo… prometo ikuvídeo!!! pero eso será la semana que viene, que el post regulero de hoy ya está finiquitao.

Fuente: Japan Probe (el blog sobre Japón que como lo cierren, cierran cincuenta más)
Tiempo estimado: 5 minutejos (empleados en su mayoría en pensar la chorrada del primer párrafo)

¡¡ Buen fin de semana !!
:gambi: :vainas: :gambiters: :vainas: :gambi:

Alter ego

Dice el blog del Jordi Hurtado que álter ego es:

Persona real o ficticia en quien se reconoce, identifica o ve un trasunto de otra

Si tenemos en cuenta que trasunto por lo visto significa algo así como imitar, más o menos se ajusta a lo que yo creía… vamos a ver si soy capaz de explicarme.

Cuando yo andaba por segundo de BUP decidí apuntarme a Karate más que nada porque no había muchas actividades más que se podían hacer en mi pueblo. Pasó un poco lo mismo que me estaba pasando en Capoeira: de no tener ni idea, de ser más torpe que Mr. Bean con zapatos de tacón, alcancé mi primer punto de inflexión a base de tesón y a partir de ahí llegaron todos los demás. Hay cosas que nunca llegué a poder hacer, y otras que dominé sin problema, pero siempre tengo presente que el primer año fui un patán como lo es absolutamente todo el mundo que empieza algo.

Había dos clases; a partir de las ocho de la tarde se juntaban los mayores, pero una hora antes estábamos nosotros que no éramos críos pero tampoco grandes del todo. El caso es que con el paso de los años hicimos un grupo con los habituales e incluso quedábamos los sábados por la mañana para entrenar por nuestra cuenta, aunque lo cierto es que siempre acabábamos haciendo el tonto pegándonos entre nosotros. Yo aguanté en esa clase muchos años, me resistí mucho a pasarme a la de los mayores pero no era porque éstos me diesen miedo, sino porque en la de las siete había encontrado a mi álter ego: Dani, el que es uno de mis mejores amigos, era un compañero-rival, alguien que aún teniendo los dos más o menos el mismo nivel, siempre me ganaba en las competiciones o siempre se sabía un kata más. Era el que me obligaba a esforzarme, a espabilar, a superarme con ganas para que no me superase él a mí. Con los años acabamos pasándonos los dos a la clase de los mayores y la cosa continuó: compañeros de Karate, rivales en el tatami, amigos siempre.

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Bien, pues resulta que aquí ya me he buscado inconscientemente mis álter ego en Capoeira y Karate. Sin quererlo, ya he fichado a las personas que creo que tienen el mismo nivel que yo y con las que compito cada minuto de las clases que coincidimos por hacerlo mejor que ellas. En Capoeira está el chico negro que hace mejor que yo las volteretas, pero que no es capaz de pegar patadas en condiciones, pues ahí estoy yo haciendo siempre una voltereta más que él hasta ponerme a su nivel. En Karate está el chico japonés que no tiene apenas fondo, pero que se sabe todas y cada una de las técnicas de kumite que yo me estoy intentando aprender desde hace tiempo. Ayer coincidió que en la clase hicimos esas mismas técnicas, y yo seguía sin sabérmelas mientras que él las hizo perfectas, pero también hicimos combate y yo le gané porque él no podía con su alma. Se podía notar en el ambiente el coraje que uno u otro ponía en según que situación por alcanzar el nivel del contrario.

Así que mi teoría del álter ego es que es imprescindible saber elegir a la persona con la que medirse en lo que hacemos, para saber si lo estamos haciendo bien, para evolucionar al ritmo que marcamos los dos gracias a esa sana rivalidad nunca confesada, para que cada gota de sudor brote con un objetivo concreto cada vez y seguir aprendiendo con rabia el uno por culpa del otro.

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La chupabolsa de la belleza

¿Os acordáis de las chupabolsas? es un término acuñado por Txaritxu con maestría y coherencia que hace referencia al envase de plásticoaluminio raro de pitorro con rosca en cuyo interior hay productos fácilmente digeribles como gelatina, yogur e incluso sopas y hasta Aquarius congelados he llegado a ver.

Yo después de las clases de Karate o Capoeira me suelo chupar una chupabolsa de proteinas como ésta que me la he calzao en un chups no hace ni cinco minuticos:

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Pero, oh amigos, hoy al lado resulta que había una chupabolsa de la be…

wait for it…

lleza!!!

¡¡ La chupabolsa de la belleza !!
:peneke: :copon: :ahivalaotia:

Yo que últimamente ando regulero y bajuno porque se me ha chustao el iphone…

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… me la he comprado y presto he iniciado el chuperreteo papopadentril sin mucha fé…

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… y oye que frondoso y que tierno me he puesto!!!!

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Además que las chupabolsas molan porque se quedan después hechas un truño arrugao ahí

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Hay que ver!

:peneke:


Yabusame en Asakusa

Esto que suena a comer hasta jartarse, porque no me digáis que no suena a una mezcla entre yakitori y shabushabu o algo así, resulta que es el arte marcial ese de tiro con arco a caballo. Yo de esto sé lo que había leido en el blog de Héctor y ya, vamos que no tenía ni idea y tampoco me cuadraba mucho por donde se iban a meter los caballos entre todo el fregao de tiendas de Asakusa.

Pero, ojo, cuidao, que Guille se las sabe todas y bien claro me lo dijo por teléfono: «tira para el mojón dorao, que enfrente se ponen». Mira tú que coincide que ese sí que me destaca al ojo y sé por donde cae:

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Edificio con poderío reluciente a parte, lo que se encuentra uno nada más llegar es a gente vestida toda elegante con trajes chulos de época, más reguapos que un solete primaveral:

Y luego había un señor que hacía movidas con un abanico blanco como dando a entender que ya podía salir un caballo, y entonces salía a todo meter un tío con un arco ahí subido en un corcel que tenía que disparar tres flechas según iba en marcha cada cien metros. Imposible sacarle foto al águila roja en acción… imposible…

También había unas chicas vestidas súper guapas y me fuí a sacarles fotos pero se me asomó Matías a la balconera a ver si llovía:

Cuando acabaron, volvieron en plan desfilando con menos brío y entonces si que fue menester tener a bien retratarles con calma:

También había un extranjero que no se si será el tal Tim Ferris del que habla Héctor, yo por si acaso le metí en la tarjeta de memoria de un botonazazo mientras pasaba vestido todo ufano:

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No hubo ocasión de demostrar maestría en el arte videograbatorio entre la gente que había y lo rápido que iban, pero me las he apañao para hacer un montaje que deja entrever el ambiente del lugar decorado con la bonita melodia que no fuí capaz de quitarme de la cabeza en todo el rato:

Ah! y Matías acabó entrando pa la cocina otra vez y pude retratar la lozanía de la moza antes de partir al cónclave gambiteriano de la medianoche:

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El punto de inflexión

De las cosas que más presentes tengo últimamente es que el tiempo pasa burlón al doble de velocidad de lo que pensamos. Supongo que el hecho de que el visado me caduque el año que viene y éste sea un punto que no tengo resuelto todavía, tendrá mucho que ver. Y el caso es que darme cuenta de ésto hace que intente exprimir los días al máximo, pero claro, sin faltar a mis responsabilidades. Vamos, que trabajo desde casa, y me sigue sin gustar, pero aprovecho la situación para combinar mejor los horarios de Karate y Capoeira y ésta semana, por primera vez, he podido ir a tres clases de cada uno. Una distinta cada día y las dos el viernes.

Ayer por la mañana cogí la bici y enfilé la cuesta que me separa del Dojo de Capoeira. Hacía mucho frío y confieso que me costó mucho salir de casa, pero ésta semana me la había planteado así y no quedaban más huevos, ya descansaré en el cementerio. Llegué con la nariz congelada, y cuando me estaba quitando los zapatos, Takeshi me recibió con gesto extraño pero amable:

– Ala, pues si que es raro que vengas por la mañana!! ¿hoy descansas del trabajo?
– No, es que como trabajo desde casa, me venía mejor venir a esta hora, ya me quedaré después hasta las tantas de la noche

Takeshi es otro de mis profesores de Capoeira, un chico de mi misma estatura que vivió en Nueva York unos años por lo que habla inglés, seguro que más y mejor de lo que pretende hacernos creer. Suele llevar una gorra que le da cierto estilo sesentero, y, que me perdonen los demás, en la roda se mueve como nadie.

La clase del martes fue un desastre, no fuí capaz de hacer nada a derechas. Pero en la de ayer alcancé lo que según mis teorías he bautizado como el punto de inflexión. Es el punto a partir del cual todo empieza a salir, así sin ninguna explicación, sin más, de repente sabes hacerlo y ni siquiera piensas en que una semana antes era imposible. Pues ayer sucedió, no fué brillante, no fué espectacular, simplemente supe realizar los movimientos que me habían explicado mil veces y que mi cuerpo se negaba a aceptar. Alcancé el punto de inflexión.

Una vez leí en algún sitio que todo está en nuestro cerebro, que cuando se empieza una actividad nueva, inmediatamente las neuronas empiezan a establecer conexiones aquí y allá, que no es más que el proceso de aprendizaje. A unas personas les cuesta más, a otros menos, pero el proceso está ahí y lleva su tiempo. Y si uno insiste, si no nos rendimos, llegará un momento en que, sin pensar, sabremos hacer lo que llevamos meses intentando.

Por supuesto, está el factor físico, y más en el caso de Capoeira o de Karate: el cuerpo necesita su entrenamiento, los músculos necesitan acostumbrarse a los nuevos movimientos, coger fuerza, elasticidad, fondo. Pero es que ésto mismo pasó en la ceremonia del té donde el físico importa más bien poco: un día todo sale del revés y de repente, al día siguiente, era capaz de seguir los pasos sin ningún problema, de recordarlos, o dicho de otra manera: las conexiones entre mis neuronas por fin llegaron a un estado que me permitían realizar la ceremonia con un nivel aceptable.

Pues ayer, después de medio año, por fin fuí capaz de no ser estático, de no ser Karateka, aprendí a olvidarme de lo mío, y supe hacer lo que Takeshi me enseñó como debería hacerse. No fué que de repente lo hiciese genial, no lo hice perfecto y seguro que muy lejos de estar bien, pero yo supe que había alcanzado el primer punto de inflexión de todos los que vendrán a partir de ahora. Se sabe que se ha llegado ahí porque algo cambia, el cuerpo ya sabe por donde tiene que tirar y se deja de pensar para simplemente hacer, y se siente un llenazo por dentro, se empieza a disfrutar de lo que se hace. Dos días antes fue imposible. Dos días después las neuronas se sincronizaron con los músculos y todo funcionó de sopetón, como si entre sueño y sueño siguiesen ahí a lo suyo hasta que se acabó de entender el asunto por si sólo.

Y esta, señores, ha sido mi teoría sobre el punto de inflexión, que no viene a decir más que «el que la sigue, la consigue» a lo Toscano. Cada vez me creo más que que se consiga o no es cuestión de dejarle tiempo al coco para que haga sus trapicheos aquí y allá. O no rendirse a la mínima, vaya.

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Milseisversario

Tres años y pico viviendo sólo en un recoveco de Tokyo. No siempre, a veces, las menos, acompañado por temporadas.

He sido salaryman, ciclista, fotógrafo, amigo, escritor, feliz a deshoras, karateka, pobre, bailarín, actor, miserable a destiempo, capoeirista… profesor de nadie, experto de nada, estudiante de todo.

He hecho amigos y enemigos. Han aparecido amigos de la infancia que han sabido donde estoy y de repente eran el doble de amigos por una semana, y luego desaparecen de nuevo para siempre. Hay enemigos, no míos sino yo de ellos, que ni me conocen y ni falta que les hace para ejercer de tales, por lo visto.

A otros parece ser que les he defraudado, supongo que esperaban algo de mí que no pude dar y me han tachado de su lista, así, sin avisar. Total, es más fácil ejercer de defraudado que de defraudador, o a mi me sería más fácil. Ya no te ajunto, y a por otro que la vida son dos días y un atardecer como para andar pensando en sentimientos ajenos.

Vamos, que no me faltan esas otras historias que contar: historias de malas personas, de amores de mentira que acabaron en desastres de forma y sin contenido, de traiciones ingratas a rabiar, de envidias por la espalda y falsedad por la frente, de promesas de sopicaldo y aguachirle de esas de regalar los oídos primero para hacer oídos sordos después. Cuentos e historias para no dormir que no entienden de sexos, nacionalidades, culturas ni estaturas. Malas vivencias a desvivir a base de amontonar buenas nuevas encima.

Pero esas, ¡ay amigos!, esas me las guardo para mí.

Ojo, me las guardo poco tiempo, que si algo he aprendido después de tres años mirándome el ombligo, más que nada porque no había otro al que mirar, es a no malgastar mi tiempo con naderías. Aunque de vez en cuando haya que hacer hueco con un ¡allá cuidaos!, que ya iba tocando, para seguir con mi tejemaneje, que hay que ver lo que son las cosas, que yo lo que quería era contar que hace 6 entradas que pasé de las 1000, y mira que pataleta me ha salido…

Pues eso, 1006 historias contadas, y casi ninguna de las malas.

Hay que ver.

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Bajo los cerezos

Bajo los cerezos me dijiste que te casarías conmigo, que vendrías a conocer a los míos, que aprenderías a decir que me quieres en castellano para que yo lo entendiese de una vez por todas y dejase de dejar de decírtelo yo a ti.

Bajo los cerezos nos miramos a los ojos y diluimos tristeza y felicidad en cada lágrima que el primer viento de la primavera se encargó de secar mientras nevaban pétalos de color dulce que se nos posaban como sin querer.

Bajo los cerezos bebimos y nos bebimos, nos callamos cosas de más y exageramos sentimientos de menos, nos abrazamos durante tanto tiempo que parecían años y aún hoy todavía noto una mano en mi espalda y otra en mi pelo, como si todavía fuese antes y no hubiese el después que es el ahora.

Bajo los cerezos me volviste a decir que me querías y te juro por mi alma que ésa vez sí que intenté responderte, pero mis labios no fueron capaces de encontrarse con el corazón y sólo me salían suspiros.

Bajo los cerezos te dije adiós y tú me hiciste prometerte que nunca más usaría esa palabra y te despediste con un hasta luego, aunque los dos sabíamos que pasarían años antes de que pudiésemos volver a decirnos una u otras.

Bajo los mismos cerezos camino cada noche ahora que todavía están en flor. Como hice contigo antes de que te fueses a América.

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Yozakura

Yasukuni es el templo polémico éste de los héroes/criminales de guerra, según quien lo mire. Es un lugar muy típico para hacer hanami y no creo que sea porque hay muchos cerezos, sino porque hay mucho espacio y lo tienen tan bien organizado con un montón de puestos y mesas, que no hace falta llevar nada. O eso me parece a mi.

El caso es que el otro día me pasé por la noche porque sabía que al lado hay unas vistas preciosas, y tuve la suerte de que no estaba tan lleno de gente como otros años así que me dí el gustazo de sacar el trípode y tirarme un rato sacando fotos sin molestar demasiado.

夜桜, Yozakura, está compuesto por el kanji de noche y el de sakura. Tan simple y tan bonito…

O eso me parece a mi.

Cereceando

Si nos fiamos del termómetro traidor y mentiroso, se puede decir que hoy ha sido el primer día de primavera de éste año en los Tokyos lirondos, y, lo que son las cosas, ha resultado ser un día desastroso desde por la mañana. En fin, sin dar explicaciones de sobra, digamos que he cumplido lo que tenía que cumplir y que ya he cubierto el cupo impuesto por Santo Tomás, así que pasemos página y saltemos charco, que mejor mirar para adelante que arrepentirse para atrás.

Total, que como a lo blanco de las flores le queda muy poco de reinado porque las hojas verdes ya se empiezan a hacer fuertes, he decidido intentar sacarle algo de provecho a las respiraciones que me quedaban despierto y, trípode al hombro y congoja a la espalda, a la calle me he ido a ver cómo de bien soy capaz de sacarles fotos de noche a los cerezos de mi barrio.

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Tate que en esas estaba, en lo de darle a la ruedita para que las rayas de la luz se quedasen detrás de la del centro, cuando viene un señor de unos cuarenta años con una Kirin sin abrir en la mano, una sonrisa de piano y varios grados de alcohol en la mirada.

– Please, drink it
– Oh, arigato gozaimashita
– Ala toma ya lo que escucho, ¿hablas japonés?
– Ná, un poquico sólo pa defenderme
– Oye, vente con nosotros que estamos ahí de hanami

Hay días en que ser la atracción del lugar no es lo que más me pone, pero también es cierto que lo de rechazar cervezas lo llevo muy mal, así que le sigo a un banco cuatro o cinco cerezos mas para allá. Digo yo que molaría que éste hombre tuviese veinticinco amigas dispuestas a descubrir mi caballerosidad y atractivo implícitos, tácitos e inherentes, pero en lugar de eso me encuentro a otro señor de más o menos la misma edad allí sentado enfundado en un mono de obra con menos sex appeal que Sancho Panza con ojeras.

– Ahí estaba sacando fotos con el trípode que si mira y apunta, que si apunta y dispara, y le he invitao a que venga -dice el señor 1
– Anda la leche, pues si, mira tú que cosas que aquí estamos mientras vamos -o algo parecido dice el señor 2
– Hola -digo yo mientras abro la lata y decido que me da igual todo, que la cerveza me la voy a beber muy a gusto se pongan como se pongan los tópicos, los cerezos, las isobaras y la NASA.

A partir de ahí, un poco más de lo mismo vivido mil y una veces ya: que si de donde vienes, que si flamenco y F.C. Barcelona, que si en qué trabajas, que si nihongo umai. Yo, lata en mano, mantengo la conversación casi sin pensar hasta que la cosa se pone interesante.

– ¿Pero tú porqué tienes esa napia tan grande? -dice el señor 1, a partir de ahora conocido como AL (aproximador con lata)
– Pos porque ha nacido así, anda que tienes cada pregunta que Kannon tirita -dice el señor 2, a partir de ahora conocido como SM (señor del mono)
AL: – jaja, también es verdad, yo no puedo explicar porque tengo esta cara tan rara
SM: – ni tú ni nadie
Yo: – jajajaja
AL: – míralo cómo se ríe!! ostras, cuéntale lo del mando a distancia
SM: – jajaja, ¿se lo cuento?
AL – si si, cuéntaselo que seguro que se ríe
SM: – vale, pues aquí Matías según le ves el otro día fué al curro con el mando a distancia de la tele pensando que era el móvil
Yo: – jajaja, ehhhh, jodé !!! jajajajjaa
SM: – tiene huevos!! porque tu me dirás un mando a distancia de una tele en qué se parece a un móvil!! ni el tamaño, ni pantalla…
Yo: – jajajaja, me imagino ahí cuando sacas el mando en plan: voy a llamar a casa, jajajajaja
AL: – miralo como se descojona!!! imagínate!! yo que saco el mando ahí y digo: are?, y luego llego a casa y mi mujer toda preocupada porque se había perdido el mando y no sabía cambiar la tele… no se lo conté nunca!!, hice como que lo encontré debajo de unas revistas!!!
SM: – si es que aquí AL es de lo que no hay
AL: – ¿tu conoces a alguien al que le haya pasado ésto?
Yo: – pues no, jajajajaja
AL: – esto sólo pasa en Japón
SM: – ¿qué Japón ni Japón? ¡¡ esto sólo te pasa a tí !! habrá una persona como tú de cada 10.000!!
Yo: – jajajaja -descojonándome a lágrima viva ya

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Me sigo riendo por un rato largo, esto me pilla con dos cervezas más y no paro de llorar de risa hasta el tsuyu.

SM: – Así que España, ¿ein?, pues yo una vez estuve en Francia y me parecieron muy fríos
AL: – ¿Si? ¿son fríos los franceses?
Yo: – Buff, los franceses dice…
SM: – Si, como ahí súper arrogantes todos que te miran por encima del hombro
AL: – Pero las baguettes están muy buenas
SM:– ¿qué tendrá que ver?!?!?!? perdona, ¿eh?, éste tío es raro, de verdad que no es normal, los japoneses somos mucho más normales, las baguettes dice,
Yo: – buajajajajajaja -ya he llegado al punto de no retorno, imposible parar
AL: – ¿tu te depilas las cejas?
Yo: – ¿el qué?, jajajaja
AL: – que si te depilas las cejas, yo me depilo aquí el entrecejo para que se vea que hay dos

Yo estoy gameover desde hace un rato… me duele todo ya de tanto reirme, pero saco fuerzas de yo que sé donde y le digo que no.

AL: – pues yo no me los depilaba, ni los pelos de la nariz, pero mi mujer me obliga a que me los corte y a mi me da como pena
SM: – ¿cómo te va a dar pena cortarte los pelos de la tocha? ¿pero qué me estás contando? a veces me pregunto porqué soy tu amigo!!!
AL: – que sí que me da pena, porque cuando tienes los pelos de la nariz largos se te caen menos los mocos en invierno, ¿cómo se dice moco en español?
Yo: – jajajajajajajaja, Dios!!!!, jajajajajaja, pues «moco»
AL y SM a la vez: – Moco! jajajaja, vaya palabra más graciosa!!!

De repente al SM le llega un mensaje por teléfono, se pone serio y le dice al AL que mejor ir enfilando para la estación, entonces me dan las gracias y me dicen que saque fotos chulas ahí, que a los cerezos le quedan dos telediarios, y que duerma bien.

Yo me vengo para casa, me quito los zapatos y, previo paso por el baño, me siento delante del ordenador deseando escribir esto que me acaba de pasar para que no se me olvide que no importa lo puerco que se presente el día, lo mugrientas que se vean las cosas… que tiene solución… ¡¡¡seguro!!!

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De cerezada por Yoyogi

Todavía hace rasca, pero hay que reconocer que el sábado hizo un día muy bueno, aunque al final se pusiese a llover. Yo me quedo chato cuando todavía hay gente que dice que si los japoneses son como robots, que si son fríos… madre del amor hermoso, la que me lían en los hanamis no tiene nombre, menuda juerga más guapa todo el mundo ahí pimplando y zampando a la vez.

Ojo, que lo de «todo el mundo» no es una forma de hablar, es literal: TODO el mundo, que ni los móviles fonaban de tanta gente junta que había allí!!

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Concretamente éste fué, que lo afotó Alain también