Archivo por meses: noviembre 2008

El aperitivo calamar

Hay dos formas de celebrar algo en el dojo: normalmente nos vamos a un izakaya cercano a cenar, pero si la cosa va con alguien importante, como la boda de algún profesor o la despedida del embajador de Brasil, entonces se compran cervezas y aperitivos y nos sentamos allí en el mismo suelo donde un poco antes estábamos pegando patadas, y nos tiramos un rato largo comiendo, bebiendo y hablando.

En estas, las del tipo 2, siempre me ha llamado la atención que la mayor parte de los aperitivos que compran son calamares resecados que se comen así como a tiras. A mi al principio me daban un poco de repelús y pude ver que a cualquier extranjero también, pero me he acabado acostumbrando y les he pillado el truco.

Esto que os enseño ahora son trozos de calamar reseco que te venden al lado de los pistachos para que lo abras y te los comas tal cual:

Patatas fritas, frutos secos y trozos de calamar reseco para mascar

Este en cuestión no es el que suelen comprar en el dojo, éste sabía un poco como a vinagre

Mensaje desde la web

Nos acaba de llegar esto de una chica que ha comprado una kurosuwado y una kotoba:

Acabo de recibir las Ikucami.. y tengo que decir que la relacción calidad precio no me parece justa y esto lo digo con conocimiento de causa por que he trabajado en una serigrafia confeccionando camisetas y las vuestras son de las más baratitas y 18 € la verdad es un TIMO. Pero bueno eso puede pasar una vez, dos os aseguro que no. Tambien es culpa mia por comprar por internet que lo pintán todo muy bonito pero como no lo ves ni lo tocas…En fín, que me resigno pero no por ello voy a dejar de decirlo.

Es la primera vez que recibimos una queja sobre una camiseta, así que nos hemos quedado preocupados. Todos los que tengáis una camiseta de Ikusuki… ¿Estáis de acuerdo con lo que dice? ¿Os parece que las camisetas son de mala calidad?.

Por favor, sed sinceros.

Cada uno de los diseños que hemos sacado tiene una prenda distinta, elegimos siempre la que nos parece más adecuada para cada uno de entre todas las que hay disponibles. Está perfectamente claro que no podemos gustar a todo el mundo, ni siquiera lo pretendemos, pero si que nos hemos preocupado porque las prendas sean de mejor calidad que otras marcas que nos hemos encontrado por ahí. Si alguien que tiene tanta experiencia manejando camisetas nos dice que esta en concreto es de mala calidad, entonces nos aseguraremos de revisarlo si reimprimimos ese modelo.

Sentimos que esta persona se haya llevado un mal trago por nosotros, y ya estamos buscando la forma de devolverle el dinero. Si hay algo que nunca hemos pretendido, de ninguna de las maneras, es timar a nadie.

Ni falta que nos hace.

Anda mira!


Si hay gente ahí en la pared que salen de un coche!


Un perro en monopatín y la tía que me ha pillao sacando la foto! glup!

Un disfraz de rena!

No hay ni Blas!

Un panda embelesao con los farolacos!!

El panda se ha zampao al gato sin boca!!! yatta!!!


Y aquí se lo ha zampao Godzilla!!! a ver si no le vemos más!!

Un restaurante que se llama Kura!! bendecirán el café?

Un tren con pantallaca ahí delante!! ¿pondrá «que voy, que voy!!»?

El perro de Héroes!, dale un boli que te pinta el futuro en un guau!

Un cartel del maratón de Tokyo!! Nos apuntamos? que no?, vale!

Pues si, total tampoco nos apuntamos al de este año y no pasó nada…

El político maravillas

Hoy creo que voy a ir a la oficina, que aunque puedo trabajar desde casa, llevo aquí encerrado bastantes días y me apetece salir y cambiar de aires. Ya no tengo fiebre, ni fiebruca o febrícula o como sea que la habéis llamado vosotros, así que creo que estaré bien.

¡¡ Muchas gracias por los ánimos,
sois mejor que una abuela !!

Vamos al lío: ¿os acordáis de que en época de elecciones saqué fotos a los carteles que pusieron en mi barrio? ¿Y os acordáis del último que saqué ahí?, bueno, os lo vuelvo a poner aquí para que hagáis memoria:

¡Ole qué gañanazo!

Pues es que resulta que el rascayú este suele estar en Shibuya montando algún circo, y la casualidad quiso que yo tuviese la cámara el otro día:

¿Ein? ¿ein? ¿cómo os habéis quedao? ¿os imagináis que a todos les da por lo mismo? anda que no iba a molar ir a ver mítines!!

El día después

«Es la primera vez que me ponen suero» le decía a la enfermera mientras ella contestaba «hai hai» y me acariciaba el pelo. Entonces supe que la cosa no iba muy bien.

Pero dejadme que os cuente la historia desde el principio: en el verano del 2001 estábamos Bea y yo viviendo en Nakano, a más o menos cuarenta minutos de donde vivo yo ahora y a unos cinco de Shinjuku. Hacía un par de días que tenía una tos que cada vez sonaba peor, pero aquél viernes en la oficina noté que tenía fiebre. Yo tengo mis teorías sobre mi mismo, que nadie se toma en serio pero que yo sé que son verdad, así que me da igual. Como la de que ya no me duele la cabeza de vez en cuando porque he dejado de beber café, o que ya no me duele el estómago porque he dejado de beber leche. No se si tendrán su base científica o no, pero a mi me funcionan y ya procuro no contarlas porque nadie se las cree y todo el mundo me vacila. En fin, seguro que a Edison le cayeron unas cuantas cuando contó de la bombilla esa.

Bueno, pues ese viernes que estaba delante del ordenador decidí levantarme y le dije a Natsuyo que tenía fiebre y que me iba a casa. Ella no dijo nada, aún sin ver termómetro alguno, pero bastante raro era el gaijin spanish este que le habían puesto al lado como para preguntar. Mi teoría se confirmó con el que compré en el combini, y esa misma tarde Takeshi, mi jefe, me acompañó al médico que decía que lo que tenía era una infección de garganta y que por eso tenía fiebre, que nada, que unas pastillacas y a dormir el fin de semana.

El caso es que era ya martes y la fiebre estaba más alta que nunca, con tiritonas y, según Bea, hasta delirios de los que yo no me acuerdo. Ahora que si me acordase tampoco serían delirios, digo yo… por lo visto le hablaba a mi madre y toda la pesca. Yo me moría de frío aún sudando, no era capaz de comer nada, pero esto era en pleno verano y Bea se asaba porque no le dejaba poner el aire acondicionado, aunque lo ponía a veces porque si no la que se iba a morir iba a ser ella, pero asada.

Así que nos fuimos al hospital de Nakano, directamente, y allí lo primero que hicieron fue ponerme suero. Y recuerdo especialmente ese momento, el de decirle a la enfermera, una señora japonesa de unos cincuenta y pico años, que nunca me habían puesto suero y ella me decía que si que si, que vale. La cosa es que yo hablaba en castellano, como si me fuese a entender, y ella me acariciaba el pelo dándome la razón y, con ella, la impresión de que estaba yo mucho peor de lo que pensaba, que ya era bastante.

Recuerdo estar sentado en una sala de espera, agarrando el chisme ese que sujeta el suero con mi mano derecha, como en las películas. Había un tío al lado mío que estaba peor que yo, o eso quería yo creer, que me hablaba en italiano y al que yo no entendía ni pepperoni. Me acuerdo de querer ir al baño, levantarme, andar dos o tres pasos y caerme al suelo mareado. Creo recordar que me sacaron sangre, aunque esto no lo tengo nada claro, y que Bea dice que me salvó la vida cuando se acabó el suero y cerró el gotero ese porque si no entraba aire en la vena o no se qué (gracias Bea, por si acaso).

El caso es que al de un par de días me empezaron a salir granos, y entonces fuimos otra vez al hospital y el espabilado del médico me diagnóstico «measles» que a mi me daba igual lo que significase, pero que por favor, que me curase. Y me dio más medicinas, ni se cuantas, creo que en cada toma me metía unas cinco pastillas de distintos colores: la de la fiebre, la que protegía el estómago, la que me protegía de mi mismo… vete tu a saber. Y cuando llegué y leí en el diccionario que tenía sarampión, ya es cuando me quedé flipao. Mi madre por fin dudó en que lo hubiese pasado de pequeño, que ya estaba claro que no, y fue extrañísimo ver mi cuerpo serrano de casi 25 años lleno de granos.

Bea me trajo una casita como de bricolaje, de esas que te vienen todo palitos y los tienes que ir pegando hasta montarla entera. Me salió un experimento bastante curioso, aunque estoy seguro que sin fiebre hubiese quedado igual de mal… aunque es la excusa que puse. Y entre pegar y despegar, por fin se me quitaron la fiebre, los granos y tenía hasta hambre, aunque tengo que reconocer que de vez en cuando sigo delirando en voz alta, no os asustéis, si eso decidme «hai hai» y acariciadme el pelo, que se me pasarán.

Así que llegó el lunes, pero yo decidí que no iba a ir a la oficina, sino que me escaqueaba y me fui a dar una vuelta por Shinjuku. Iba con una sonrisa en la boca, porque las había pasado muy chungas las dos semanas anteriores, y de verdad que era muy feliz de poder salir a la calle otra vez. Andaba muy rápido, como queriendo ver todo antes, adelanté a unos extranjeros y cuando les llevaba un par de metros de ventaja me pareció oirles hablar en castellano. Frené un poco, dejando que me alcanzasen, y entonces uno me habló:

Excuse me, do you know how to go to the metropolitan building? (acentazo)
¿Vosotros de donde sois chatos?
Coño!!, de España
Jaja, yo también, anda que no se os nota. Yo soy de Zalla, un pueblo de cerca de Bilbao
Jodé, nosotros somos de Bilbao también!! Y de Zalla conocemos a Fernando Caldera, ¿le conoces?
Claro que le conozco, fuimos al instituto juntos, que juega super bien al tenis
Si si, jodé que casualidad! pues es que te hemos visto que llevabas una bolsa, y hemos pensado «este tío controla de aquí, que ya se atreve a hacer compras y todo»
Jajaja, pues llevo unos cinco meses viviendo. Mira, estamos super cerca del edificio al que queréis subir, os acompaño a la entrada. Con el día que hace hoy, igual hasta podéis ver el Fuji y todo.

Después nos despedimos, y muchos meses después me encontré con Fernando en un bar en Zalla y le conté la anécdota. Curiosamente uno de los chicos estaba esa noche allí y aunque no me acordaba de su cara, nos estuvimos echando unas risas acordándonos de todo el lío, pobres, tuvieron que aguantar la aventura del abuelo cebolleta y su sarampión en Tokyo.

Todo esto viene a que desde el viernes he estado albardado en el futón con fiebre, pasando una gripe asquerosísima. Llevo cuatro días mareado, sin ganas de comer, tosiendo… en fin, para qué entrar en detalles. Y hoy me he levantado fresco, curado, así que he decidido que tampoco voy a la oficina y me voy a ir en un rato a Shibuya a dar una vuelta y a disfrutar de este día tan bonito que ha salido. Y si hoy también me encuentro a algún paisano, entonces ya podéis iros preparando, porque publicaré el libro con mis teorías que revolucionarán al mundo.

No tengo claro si esto es fiebre o no, pero yo me encuentro mucho mejor. Así que hasta luego!

Fernando, donde quiera que estés, un abrazo enorme.

De amigos y tomodachis

Parece que fue el mes pasado cuando nuestro jefe nos anunció que íbamos a tener un nuevo compañero para el departamento de ventas. Decía que era enorme, pero la verdad es que no supimos cuanto hasta que le vimos.
Ese día apareció un tío de más de metro ochenta, y bastante más de ochenta kilos metidos en un traje en el que cabrían cuatro como yo en cada pernera.
Poco tardó en perder la timidez propia del que entra una empresa nueva, y al de nada ya estaba usando esa carcajada suya que nos contagiaba haciéndonos reir sin saber muy bien de qué.
Su japonés al teléfono, o en reuniones de trabajo, sonaba muy serio, muy formal, tanto que parecía una persona totalmente distinta. Es como si tuviese dos caras que ofrecer: la de hombre de negocios, más japonés que nadie con sus reverencias, su keigo, sus tarjetas y sus retahílas interminables al empezar y acabar las conversaciones. Y la otra, la del Akira bromista, campechano que siempre pide lo que más frito esté en el restaurante, ración grande por aquello de mantener la curva, y que nunca descansa en su empeño por buscarme novia importando bien poco lo que yo opine.
De esto hace, madre mía, más de un año y medio. En todo ese tiempo hemos compartido problemas, discutido, preparado reuniones importantes hasta tarde mano a mano en la oficina, y otras no tan importantes de camino al cliente en el tren. Me ha enseñado japonés, a veces del bueno, del útil y otras veces barbaridades sin yo saberlo hasta que lo he utilizado. Me ha contado detalles sobre la cultura japonesa, algunas yo creo que inventadas, y hasta fui a su boda en Yokohama.
Así que nos hemos hecho amigos, creo que es uno de los pocos de por aquí que son de verdad aunque esto el tiempo me lo dirá, como me lo está diciendo ahora de otros que también lo parecían.
Pues resulta que se va, que deja el trabajo… si yo tenía muy pocas razones para seguir yendo a la oficina, ahora la verdad es que tengo una menos. Y es una razón muy grande… grande en todos los sentidos. Esta misma tarde, dentro de dos horas y media, tenemos la despedida, la «oficial» con todos los de la empresa, por supuesto con «tabehodai» la barra libre de comida. Pero nosotros ya tenemos preparada la nuestra, donde nos reiremos y nos lo pasaremos también bien, aunque será más de verdad.
Casi siempre que he quedado con alguien después del trabajo, le he invitado y ha venido encantado. Y esto mismo pasó cuando quedamos para cenar en Shibuya con Neki , Andrés y sus amigos y Txaritxu que también se apuntó…. es de los pocos videos que tengo donde sale él, pero no puede ser más significativo de todas esas veces que me acompañó.

Un desfile en Asakusa

El mismo día que estuve en Shibamata, me dio por pasar por Asakusa a ver si encontraba alguna tienda que vendiesen matcha, y mira tu por donde que había allí una liada del copón de la baraja!. Era el día de la cultura, vamos, un lunes que era fiesta, y lo celebraron con un pedazo de desfile. Había muchísima, pero muchísima gente así que aunque saqué un montón de fotos, en la mayoría salen cabezones, vamos, que entendí perfectamente a Los no me pises que llevo chanclas cuando decían lo de que «yo no se si era verdad o es que aquello era un disfraz, pero tenía cabeza para dar y regalar!!»

En fin, yo he hecho una selección de las que han quedao más o menos bien para que os hagáis una idea de como fue el asunto:












Nota: hay una geisha que es un geisho, a ver si lo encontráis al gachó!

Shibamata

Esto que suena a Dexter cabreao, que «si-vá-mata», es un barriaco de Tokyo en el que estuve un día así de casualidad, y que fue chulo chulo. Pero primero tenéis que entender qué significa la palabreja «Shitamachi» que Ikusuki os lo explica fácil, como lo haría la vecina.

El Shitamachi este es la forma que tienen de llamar aquí a lo que antes eran los barrios del pueblo llano, vamos, del populacho donde estaba toda la vidilla interesante de las ciudades: tiendas, kabuki, el teatro tradicional, mercados… quicir, el intringulis chulo del lugar, como si fuese nuestro casco viejo. Y esto viene a cuento porque Shibamata, el sitio este que os vengo a contar, es un ejemplo del copón para entender de qué estamos hablando.

Uno sale de la estación y el shitamachimamiento ya se ve viendo desde el principio: todo casitas bajas, nada de edificios rascatronchos de esos, y ¡oh sorpresa! hay una estatua de un maromo ahí puesta a la que todo el mundo saca fotos. Se trata, ni más ni menos que de Torajiro Kuruma, que le conocen como «Tora san» y que era un actor super famoso del Japón de los años 70 que vivía aquí. Hay hasta un museo en su memoria, pero la verdad es que yo no entré porque a este hombre no le conocía y me daba perezaca.

Me acaban de dejar un comentario en el blog de El Correo, que me dicen esto:
«perdona que te corrija, Torajiro Kuruma era el personaje que, eso sí, nació y se crió en Shibamata, Katsushika, Tokyo como siempre dice en las películas.
El actor es Kiyoshi Atsumi actuó en las 48 películas realizadas del personaje Tora-san.
«. Así que ahí queda. (gracias Héctor!).

Yo había visto fotos de él antes de ir, y la verdad es que la estatua se le parece mucho. No como esas de los museos de cera que son horribles!

Anda que no estaban orgullosos aquí de Tora. ¿Pasará lo mismo cuando vuelva a Zalla? ¿estará mi cara puesta en la plaza del pueblo? jajaja, ni falta que hace!

Es un sitio pequeño: una calle rodeada de tiendas que lleva al templo Taishakuten que es más cuco que ni se. Lo bueno es que no hay tantísima gente como suele haber en lugares como Asakusa y así, con lo que me di un paseo bien chulo tomándome mi tiempo para otear las tienduquis sin empujones ni empujonas.

Así que pongámonos el sombrero, y tiremos para delante, que la cosa promete

La casa más alta tiene dos pisos en esta calle, es genial

En esa tienda vendían desde sombreros de Tora san, hasta figuras de cacas que brillaban en la oscuridad… las llamaré las cacabrillos!

Eso por no hablar de cómo olía el ramen que hacían aquí los maeses rameros

Y como final perfecto del paseito, aparece el templo que es muy muy, pero que muy cuco:

Aparece casi por sorpresa al doblar una esquinilla de la calle, puertacaaaa

Había unas chiquitas vestidas super guapas y todos sacándoles fotos, más guapas que ni sé

Incienso incienso, curamé, curamé que estoy muy mal de lo mío

A la pobre señora la seguí por todo el templo sacándole fotos…

Y eso que el día estuvo más bien furero, pero mira, me alegró la mañana la excursión

Me senté en una piedrilla y ahí estuve como media hora mirando a la gente, aisss (póngase un suspiro aquí)

Y esto es lo que hay… un sitio perfecto para alejarse de lo típicamente turístico y sentir un poco lo que era el Tokyo de los años catapún. Si queréis venir, tenéis que ir primero hasta Asakusa, coger la línea Oshiage Keisei hasta la estación Takasago y ahí cambiar a la línea Kanamachi Keisei hasta Shibamata. O si hace buen día, lo suyo es bajarse en Ueno y darse un paseo por al lado del río, que se tarda unos 20 minutos.


El principio de un sueño

Durante el tiempo que duró la visita de toda esa gente que se unió a la celebración del 30 aniversario de la federación SKIF de karate, las clases fueron mucho más amenas. En un mismo lugar se juntaron profesores reconocidos de todo el mundo, así que los anfitriones decidieron que fuesen los invitados los que impartiesen una parte de cada clase: empezaba Murakami sensei y después se repartían la batuta entre los profesores de Suecia, Chile, Irlanda, México…

El mismo deporte, el mismo arte enriquecido al ser enfocado desde ángulos totalmente distintos. Resultó curioso ver cómo alumnos japoneses veían sus esquemas totalmente rotos ante la innovación aportada por distintas formas de ver lo mismo. Recuerdo con especial cariño la clase del profesor de México que empezó la clase en japonés e intentó continuarla en inglés para que finalmente la fuerza de la costumbre quisiese que acabase hablando en castellano. «Vámonos» gritaba cada vez que empezaba a contar mientras el resto se miraban entre sí sin saber muy bien si levantar la pierna o estirar un brazo.

Pero no fue hasta que Murakami sensei pidió a los de Chile que recitasen el Dojo Kun en castellano cuando yo empecé a soñar. Literalmente significa «Reglas del dojo», del lugar de entrenamiento y son ni más ni menos que cinco frases que se repiten al final de la clase. Quiero creer que para tenerlas en cuenta por todos y cada uno de nosotros, aunque me da la sensación de que es más por tradición.

Los cuatro se pusieron enfrente de nosotros de rodillas, y primero lo dijeron en japonés. Después empezaron una a una su versión en castellano. Y con aquellas frases de fondo yo empecé a pensar que quizás no estaba allí de casualidad, que igual todo esto tiene un significado. Soñé que volvía a Japón de viaje dentro de unos años con mis alumnos más aventajados, y que visitaba a los que son ahora mis profesores y les invitaba a mi propio gimnasio de Bilbao para que impartiesen algún curso. Y que, al igual que pasa cuando van a Chile, tendría el honor de que se quedasen en mi casa, y quizás podría llevarles a beber txakolí a San Juan de Gaztelugatxe mientras recordamos tiempos de ahora, que entonces serán viejos y entrañables. Y quizás podamos compartir alguna noche que, además de secreta, será más especial por ser yo el anfitrión.

Así que persiguiendo mi sueño, que cada vez veo menos absurdo, me he esforzado el triple en cada clase desde entonces. Me he marcado el objetivo de aprender el máximo posible, no es que antes no tratase de hacerlo, sino que ahora es de otra manera. Es como si, aún actuando igual, hubiese cambiado mi forma de aprender, mi forma de mirar… porque he pasado a entender lo que realmente quiero.

Y sin saberlo, Fumitoshi Kanazawa dibujó una nube con forma de escalera al darme el certificado de Shodan. Y yo os juro que subiré por ella con toda mi alma hasta alcanzar ese sueño que ya ha descendido un poco aún siguiendo en el cielo…



Pescaditos para la ensalada

Hacía mucho que no probaba algún producto así raro que me llamase la atención, ¿será que me estoy acostumbrando?. Así que mientras vosotros estabáis a punto de cancelar la conexión a internet porque sin Ikusuki, pa qué tenerla, yo me iba al súpermercado a ver que veía.

Y me encontré con los pececillos para la ensalada:

Están como refritos con un poco de rebozao y te los venden como complemento de ensalada

Pero tengo que confesar que aunque los he comido muchas veces, no me acostumbro!

He comido peces enteros, y cuando digo enteros quiero decir con cabeza, ojos y cola, que te sirven rebozaos. Que los ojos son como los pone Hiro Nakamura cuando come eso que le da el africano, ahí todo blancos y aunque no veo el futuro, la verdad es que están buenos. Pero estos que son pequeñitos no me acaban de convencer… ¿será por la campaña aquella de los pezqueñines?

Las noches secretas

Hace poco que se ha celebrado el 30 aniversario de la asociación SKIF, la fundada por Hirokazu Kanazawa, así que gente de todo el mundo ha venido a entrenar con nosotros durante dos semanas. Aprovechando el evento, mis profesores han organizado cursos, exámenes y actividades para los invitados, se ha intentado por todos los medios que su estancia en Tokyo haya sido lo más placentera posible.

El anfitrión por excelencia ha sido Murakami sensei, experto en la materia por estar siempre viajando por el mundo a los gimnasios cuyos propietarios eran los invitados esta vez.

Una tarde había quedado con Fran después de Karate para tomar algo y resulta que ese día habían llegado los de Chile y se vinieron con nosotros. Fue una cena curiosa, tranquila, amena en un izakaya cercano donde nos dimos cuenta que a pesar de venir de países totalmente distintos, el idioma establece vínculos, aún más si cabe estando en Japón.

Nepal, Francia, Italia, Grecia, Suecia, México… más de diez nacionalidades contamos un día, pero lo que es más importante: personas que al final resulta que no somos tan distintas entre nosotros a las que nos unía una misma afición, un mismo estilo de vida, una misma forma de mirar.

A todos les sorprendía que yo no estuviese tan de paso como ellos, y con oídos de alguien que no sabe, mi japonés les llamaba la atención con lo que no me fue dificil establecer cierto grado de amistad con muchos de ellos. Así que Murakami sensei siempre se acordaba de invitarme a todas y cada una de las veces que se los llevaba a cenar después de los entrenamientos.

El resultado era que yo llegaba a casa entre semana en el último tren con más cervezas de las que habría pedido y con una mezcla de idiomas en mi cabeza que, lejos de resultar confuso, me hacía sentir que era parte de algo mucho más grande. «Hijos de la tierra», dijo una vez Kanazawa Kancho como colofón a una clase maravillosa en un inglés que se quedó grabado en mi mente. «Sons of Earth», qué bonito cuando uno se da cuenta realmente de lo que significa.

En esas noches se compartían mil anécdotas, la mayoría de las cuales venían de los viajes de Murakami sensei a cada uno de los gimnasios de los que estaban allí, que resultaron ser expertos en sus respectivos países. Y cada noche, aún siendo parecida, era distinta porque venía alguien nuevo, o faltaba algún grupo que ya había vuelto. Lo que nunca faltaban eran la invitación de Murakami sensei después de las clases y el dolor de cabeza combinado con agujetas del día siguiente en el trabajo.

Los últimos que quedaron fueron los belgas y los suecos, y el miércoles pasado se repitió el ritual. Hay veces en que uno conoce a alguien con el que siente que se va a llevar bien, porque se tienen pensamientos comunes o quizás no, pero es fácil darse cuenta cuando ocurre porque uno conecta. Eso pasó con los chilenos que ya no estaban, y también con la mayoría de los que estábamos allí esa noche. Así que después de la cena decidimos darle la espalda a la estación donde iba a llegar el último tren, y nos fuimos a un bar de unos amigos de Murakami sensei.

Sin importar que al día siguiente habría un ordenador esperando en la oficina, o importando, pero procurando no pensarlo.

Y bebimos, y cantamos, y pretendimos hablar en más idiomas de los que sabíamos compartiendo risas, sentimientos e incluso alguna lágrima. En mi memoria quedará siempre aquella chica japonesa que me agarraba de la cintura mientras yo cantaba una canción con su marido.

Estará la chica que nació en Israel que resultó estar en el equipo nacional de Suecia, y que daba besos por sorpresa, de tres en tres porque «en España no sabemos saludar», y no le faltaba razón a juzgar por las caras de felicidad de los que los recibíamos.

Me acordaré de que mi borrachera y yo le dijimos a Murakami que era nuestro profesor preferido por lo menos siete veces, y que él me decía que en Karate tendría el cinturón negro pero que en Karaoke no llegaba ni al naranja otras tantas.

Y mucho más que jamás se me pasaría por la cabeza ni siquiera mencionar.

Hasta que se hizo de día.

Ayer, en la clase Murakami dejó de ser mi sensei durante veinte segundos:

– ¿Fue todo bien, Oskar?
– Si, llegué muy rápido (en referencia al taxi en el que me montó)
– Me alegro

No hace falta nada más. Porque no importa de donde vengamos o qué idioma hablemos, todos sabemos que esas noches son secretas. Y lo que digamos o hagamos se queda ahí entre nosotros estableciendo vínculos cada vez más sinceros que nunca se mezclarán con los días, que son de todos.

Y así tiene que ser.




La recepción del rey

Aunque el título parece el de la cuarta del señor de los anillos, no lo es!!! Frodo tranquilo!, deja las nike en el cajón que no te toca andar! y aféitate esos pies, hobbit de Dios!

El caso es que a pesar de que a algunos no les gustaba mucho la idea de que fuese, ayer encaminé mis helados pies a la recepción del hotel Imperial Palace, que está enfrente del palacio imperial, valga la imperindancia. Por la calle había banderas de España y de Japón puestas en todas las farolas, y si veías a alguien con los ojos agarbanzados y traje, fijo que andaba pensando en que iba a cenar jamón by la cara esa noche.

El menú prometía un huevo! Aunque la verdad es que yo probé un 30% de lo que sale ahí

La parte bebible también prometía!. La tarjeta de ikusuki tapa un lamparón de la esquina inferior izquierda del menú, que la he puesto para que no lo sepáis.

Allí había quedado con un chiqui de Albacete que resulta que no tenía invitación y como yo podía llevar a un acompañante, pues se vino conmigo de novia. Lo que había era un montón de gente del copón, y yo que pensaba que en Tokyo viviamos cuatro paisanos, y resulta que aquello estaba lleno de entrajetaos hispanocascantes!!

Total, que pasamos por un detector de metales de esos de las películas donde, siguiendo el criterio que tendrían Mortadelo y Filemón, los guardias no te dejaban entrar con la cámara de fotos pero sí con el móvil que estando donde estamos, el que peor fotos saca ya tiene más de 3 megapuntillos de esos de colores.

Y una vez dentro de un salón enooorme, estuvimos cascando un rato largo hasta que anunciaron que iban a venir los reyes en cinco minutos, que la gente del medio que se quitase para dejarles pasar, y que nos callásemos. Lo primero pasó en 15 minutos, la gente del medio se quitó a duras penas, y lo que es callarse… pues más bien duró poco.

Entraron los reyes bastante serios, se subieron al chiringuito que había allí montao, y sonó el himno que fue más largo que ni sé. Cuando acabó, el rey empezó a leer un folio con un discurso que traía preparao, y lo primero que hizo fue hablar sobre el atentado de Afganistán que por lo visto había pasado poco antes de la recepción.

Fue curioso verles, muuuuy curioso. Son como en la tele!

Después de ello, se tiró un rato hablando sobre las buenas relaciones entre Japón y España, también dijo que iban a inaugurar el Instituto Cervantes durante esta semana (que yo creía que hacía un año que lo habían hecho, anda que…), y que bueno, que ánimo a los que estábamos viviendo aquí. Sonará a chorrada, pero os juro que hablaba igual que Fuentes, pero igual igual!! qué pasada!!!

Y entonces empezaron a desfilar bandejas con bebercio y comercio mientras los reyes, cada uno por un lado, iban saludando a la gente que se le iba acercando, que no fueron pocos. Alguno ya se tiraba un ratillo ahí hablando con ellos, que digo yo: ¿qué se dirán?, porque al final no creo yo que uno tenga mucho tema de conversación con los reyes más allá de tópicos, ¿no?. ¿Qué tal majestad, qué tal el viaje?, Si que está lejos Japón, ¿eh?… pues el caso es que se tiraron así como hora y media sonriendo, dando la mano y teniendo conversaciones de ascensor mientras un montón de seguratas de esos de pinganillo en la oreja a lo Bauer, no quitaban ojo a los que se iban acercando.

La de rojo es la reina. No dejaban sacar fotos, pero todos hacíamos el pino puente con el móvil, en mi caso no hubo manera de sacarla de frente…

Nosotros más bien nos dedicamos a beber vino y a comer lo que pasaba por al lado, o lo que íbamos trayendo por turnos los que hicimos alguna excursión a las mesas. La comida que hubo no fue ni mucho menos suficiente para tantas personas, pero pudimos probar el jamón gracias a que Fernando se coló entre la manada de gente que hacía cola enfrente del maese cortador jamonero.

Yo estaba ya realmente realizado etílicamente entre la realeza cuando se me acercaron algunos que me llamaban por mi nombre y que yo no había visto en mi vida. Resulta que dos o tres personas me reconocieron por el blog y vinieron a saludarme, ¡toma ya! ¡quitándole clientes al rey! ¡mi cara en un billete quiero!. Jajaja, no, en serio, me hizo muchísima ilusión que me hablasen de lo de Gila y así, qué momento ego más grande!!

Esta foto nos la sacamos un 90% de los que estábamos allí, por lo menos!

Después de aquello, unos cuantos nos fuimos a tomar algo a un izakaya que había por allí, y decir cuatro o veintitrés tonterías más de mientras nos cambiábamos los teléfonos para futuras quedadas a las que iré encantado.

Como pensaba, no me arrepiento ni por un momento de haber ido, no por ver a los reyes, que la verdad es que fue algo más bien anecdótico frente a haber conocido a gente más maja que ni sé. Yo voy tanto a mi aire con mi Karate y mis historias, que se me olvida que hay algunos que están como yo haciendo vaya usted a saber qué por aquí cerca…. Así que ayer me lo pasé genial, y además ya salió algún plan por ahí en medio que promete!

¿Lo mejor? la gente, sin duda!

Garajes sin persiana

En mi barrio la mayoría de las casas tienen un garaje, pero me parece maravilloso que no sientan la necesidad de ponerle persiana:

Lo que quiere decir que no la necesitan, ¿no es genial? ¿os imagináis esto mismo allí? Aunque en este caso es cierto que la mayoría de los coches no cabrían!

Aunque no se puede comparar, yo hace ya un siglo que no cando la bici (aunque debería porque ya conozco a alguno que se la han pispiao)

En este caso es más un espacio para aparcar fuera de la casa que un garaje… pero fijaos en las bicis de la derecha, yo cuento tres ahí puestas sin candar ni nada

Y no es que aparquen sólo el coche y ya está, sino que guardan las cosas propias de un garaje: juguetes, trastos…

¡¡A mi me parece genial que no hayan ni pensao en poner persianas!!

Que quede claro que mi barrio está alejado del centro, esto no es Shibuya ni Shinjuku, y, para que os hagáis una idea, a parte de reflejao en alguna ventana, yo no suelo ver a ningún extranjero por la calle. Pero el ambiente es tan de pueblo, tan de seguridad que, por ejemplo, no es raro ver algún coche o moto con las llaves puestas y el dueño comprando en la tienda. Y yo alguna vez me he dado cuenta por la mañana que he dormido con la puerta de la calle abierta toda la noche…

Y tu te quejabas de tu trabajo

Reconozco que el curro de informático es una porquería: es dificil, no está bien pagado y nadie valora lo que hacemos

Pero meterte dentro de un traje de pato para hacer el gilipoyas dando saltos en medio de la calle… yo creo que es peor!

Y que los niños te peguen puñetazos (literalmente), te empujen, te tiren de la cola…

Aunque bien pensado… si no te ve nadie y es sólo un rato a la semana… además no hay que compilar nada!!

Marimokkori II – The Paquete Strikes Back

¿Os acordáis del peluche paquetón©Ikusuki Names S.A. ?…

¡Pues no se vayan todavía, que aún hay más!

En el Tokyu Hands vendían un montón de colgajos con colgajo para poner en el móvil.
¡¡ La foca paquetona !!

¡¡ El Julen Guerrero paquetón !!

¡¡ El peregrino que arrastra un problema !!

¡¡ La maroma que es un maromo !!

¡¡ El Bruce Lee reparteostias, que carga al centro !! ¡¡ El explorador que mira para otro lao por si se lleva alguna !!

¡¡ El repartidor de Correos !! <--utilizando esta última palabra, sírvase pensar el chiste usted mismo

¡¡ El oso más que amoroso !!