Hola hola hola
Aunque ya sabéis que me lo pasé mejor que Nadal con una vaca, siete kilos de Colacao y una cuchara, os vengo a contar aquí un poco más lo que pasó aquél fin de semana en que una manada de karatekas nos montamos en un autobús y nos dedicamos a dar pataditas durante tres días.
El viernes salíamos por la mañana, había que estar a eso de las 10 enfrente del dojo, así que arramplé la bolsa y allí que me planté. Durante las últimas semanas unos chicos rusos han estado viniendo a las clases, y también se apuntaron al campamento. Es curioso porque de algo así como 7 personas, sólo uno habla inglés un poco, así que es gracioso ver a los japoneses hablándoles al ruso y luego éste traduciendo al resto. Es como si nadie hablase el idioma que toca o algo!
Así que después de una hora en autobús, de repente nos metimos por una carretera que resulta que estaba rodeada de mar por todos los lados. Yo flipaba, pero es que luego la carretera esa de repente se mete debajo del mar!! es un túnel que une Tokyo con Chiba, pero es que una de las entradas del túnel está en medio del mar!! no está en tierra!!! cómo han hecho para que al cavar el agujero no se vaya el agua pabajo cual desagüe????
Aquí enseñan algunas fotos de cuando lo construyeron, y también echadle un ojo al mapa, os lo pongo en grande, pero haced zoom para atrás para que veáis qué es lo que une:
Y aquí alguna fotaco que saqué a la vuelta:
Bueno, pues después de que el bus se metiese por entre todas las montañas de Japón, aparecimos en el Ryokan y nos repartimos las habitaciones. A mi me tocó con un franchute que es más soso que ponerle a Maldonado a bailar jotas, así que pensé que había que idear una estrategia escaqueante pero a la de trois. Entonces entró Kojimasan, un compañero que se está siempre riendo, y total que me junté con él y no le solté hasta el domingo, el tío fumaba cada diez segundos, pero mejor aguantar humo que sosería!
Y entonces empezó la primera clase, que se impartía en unas escuelas que había al lado. Así que íbamos vestidos de blanco todos ahí por el medio del pueblo y después las clases fueron muy parecidas a las de siempre, con la diferencia de que todas las impartía Kanazawa y que su hijo le ayudaba.
Al acabar, tocaba ofuro: uno se ducha sentao en bolas en una banquetilla de plástico, ahí te enjabonas todo lo raro, y después de aclararte bien te metes en una bañera con agua súper caliente que sales más rojo que el alemán que durmió la siesta en la playa. Pero eso sí, te quedas como Dios.
Y después toca comer, nos juntamos todos en una sala, nos sentamos en el suelo y nos ponemos ciegos a comer arroz, sopa miso, pescado… yo no dejé ni las espinas, menudo hambre que entra después de una clase de Karate y un baño de esos, majos!
Todo esto fue el mismo viernes, en el que por la noche nos fuimos a una habitación a beber, y estuvimos revisando los combates del hijo de Kanazawa en una tele y comentando la jugada. Pero como estábamos bastantes cansados, nos fuimos todos a dormir prontito porque al día siguiente tocaba levantarse a las seis de la mañana para ir a correr!!!
Mañana más, santo Tomás!